Leonardo Hernández

Economía, salud y envejecimiento


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disciplina de la economía de la salud sirve como base empírica para, basándose en la teoría microeconómica, abordar y entender los problemas y desafíos que los sistemas nacionales afrontan en los distintos países y economías del mundo. Asimismo, tiene como objetivo influenciar en el desarrollo, implementación y evaluación de las políticas sanitarias.

      Por tanto, este capítulo comenzará con unos conceptos clave a tener en cuenta relacionados con la economía de la salud (qué es y qué áreas de análisis engloba, principales tipos de coste y perspectivas aplicables, y tipos de estudios). Posteriormente, se darán unas breves pinceladas sobre proyecciones demográficas y retos que supone el envejecimiento poblacional; después, se explicará, brevemente, el modelo de demanda de salud y la edad como factor determinante (o no) para una mayor demanda de recursos sanitarios, para, finalmente, describir la carga económica que supone el envejecimiento asociado a distintos síndromes (como la fragilidad) y enfermedades crónicas. Antes de concluir con unas líneas finales, se enumeran algunas intervenciones que han resultado coste-efectivas en poblaciones mayores.

      2. El envejecimiento demográfico: situación actual y proyecciones

      En las últimas décadas, el porcentaje de población mayor de 65 años de edad ha aumentado de manera considerable en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), entre los que se encuentran países de Latinoamérica, como Chile, México y Colombia, y países europeos, como España, Países Bajos y Suecia. Dicha proporción se situaba en el 9% en 1960, subiendo hasta el 17% de la población total en 2017 y proyectándose a alcanzar el 27% dentro de 30 años, en 2050 (OECD, 2019). Además, dentro del grupo poblacional mayor de 65 años, es especialmente llamativo el aumento de las personas mayores de 80 años, cuyo peso dentro de la estructura poblacional se ha proyectado que va a crecer más del doble para el año 2050 respecto al 2017 (en 2017, las personas mayores de 80 años suponían el 4,6% del total, llegando esta cifra al 10,1% en 2050).

      Además del decremento en las tasas de fertilidad, este aumento considerable se debe también al aumento de las esperanzas de vida y de estas a los 65 años, como se muestra en la figura 2. Entre 1960 y 2017, el incremento medio de todos los países que conforman la OCDE en la esperanza de vida a los 65 se situó en los 5,5 años, siendo, de media, 2,5 años superior en las mujeres que en los hombres. De hecho, en años más recientes (de 2005 a 2018 en la Figura 2), la esperanza de vida a los 65 en mujeres y hombres españoles ha aumentado, de media, en 2,3 años. En países como Chile, sin embargo, el aumento fue ligeramente superior en mujeres que en hombres, creciendo en las primeras en 2,1 años y 1,9 años en los hombres.

      Figura 2: Esperanza de vida a los 65. Evolución en hombres y mujeres, años 2005-2018

      Fuente: elaboración propia a partir de datos de la OCDE

      A pesar de que el aumento en la esperanza de vida sea una buena noticia, también supone un reto para las sociedades actuales, al tener numerosas implicaciones. Una de las principales consecuencias es la bajada de la oferta potencial de personas dispuestas a trabajar en la economía, a pesar de los numerosos esfuerzos por parte de muchos países para retrasar la edad de jubilación. Por ejemplo, en el conjunto de los países europeos, la ratio de dependencia de los mayores (definido como el número de mayores de 65 años inactivos respecto del número total de personas empleadas) pasará de ser de dos personas mayores de 65 años por cada cinco empleados (40%) en 2016, hasta dos personas por cada tres (66.6%) en 2070 (EU Commission, 2018). Por otro lado, el envejecimiento poblacional conllevará una mayor demanda de cuidados de larga duración, suponiendo un incremento para el año 2030, respecto al 2015, de 100 millones de euros anuales (OECD & ILO, 2019). El 27% de los receptores de cuidados de larga duración en 2017 se encontraban en la franja etaria de los 65 a los 79 años, representando los mayores de 80 años el 51% de los usuarios de estos servicios. Además, ya algunos países, como es el caso de Estados Unidos, están sufriendo recortes en el número de trabajadores profesionales de cuidados de larga duración, siendo más probable que en los años venideros este mercado laboral se reduzca más aún si cabe y siendo más difícil retenerlos (OECD, 2019), recayendo más peso de los cuidados provistos sobre el entorno familiar y social.

      Pero quizás, más que analizar el aumento en la esperanza de vida (ya sea a lo largo del curso de la vida en general o a los 65 años), haya que prestar mayor atención a los años de vida saludables o años de vida libres de discapacidad a los 65 (medida disponible solamente para países europeos), ya que muchos adultos pasan una elevada proporción de su vejez con una salud mala o regular. Tomando como ejemplo España, la figura 3 muestra que en 2005 los años de vida vividos libres de discapacidad a los 65 para las mujeres eran 9,2, creciendo en 2,1 años hasta alcanzar los 11,3 en 2018. Es decir, en el año 2018, de los 23,5 años de esperanza de vida (promedio) a los 65 años para las mujeres españolas, menos de la mitad (11,3) los vivirán con buen estado de salud (o libres de discapacidad). En el caso de los hombres españoles este incremento es también ligeramente inferior, respecto a las mujeres, situándose en los 1,8 años más vividos libres de discapacidad (de 9,7 en 2005 a 11,5 en 2018), lo que implica que en promedio los hombres españoles viven algo más de la mitad de su vida después de los 65 años libres de discapacidad (11,5 años libres de discapacidad, Figura 3, sobre los 19 años de vida adicionales a los 65, Figura 2). En consecuencia, las mujeres españolas mayores de 65 años vivirán 12,2 años con discapacidad, mientras que en los hombres esa cifra será de 8,2.

      Figura 3: Años de vida vividos libres de discapacidad a los 65. Evolución en hombres y mujeres, años 2005-2018

      Fuente: elaboración propia a partir de datos de la OCDE

      3. Conceptos generales

      3.1. ¿Qué es la economía de la salud?

      Antes de ofrecer una definición formal de economía de la salud cabe recordar al lector lo que se entiende por economía. La economía es la ciencia que estudia la asignación (idealmente eficiente) de los recursos escasos, pudiendo ser estos asignados a las distintas alternativas disponibles. Por lo tanto, la economía tiene como objeto responder a las interrogantes de qué bienes y servicios producir, cómo producirlos y cómo distribuirlos con el fin último de maximizar el bienestar social.

      Ya en el párrafo anterior se han mencionado dos conceptos inherentes a cualquier análisis económico: eficiencia y escasez. En cuanto al primero, la eficiencia implica la maximización de la diferencia entre costes y beneficios al decidir sobre el uso de los recursos empleados. Esto significa maximizar los beneficios derivados de dicha utilización o asignación de recursos y/o minimizar el coste de alcanzar un determinado beneficio (Folland et al., 2016). Por otro lado, y en relación con el segundo término, la economía se basa en que los recursos son escasos (siendo el tiempo el último recurso disponible), ya que su consumo o uso es excluyente al implicar la renuncia de otra alternativa o uso de un recurso disponible. De esta noción de escasez nace el denominado coste de oportunidad, es decir, el valor del mejor uso alternativo que se pierde (al que se renuncia) al dedicar un recurso a un uso determinado. Así, la economía de la salud podría definirse como el análisis de la asignación de recursos, teniendo en cuenta las distintas alternativas disponibles, para y dentro del ámbito de la salud y de los recursos sanitarios y no sanitarios, que detallaremos en el próximo subapartado, con el fin último de maximizar también el bienestar social (Glied & Smith, 2011).

      Las múltiples disciplinas que abarca la rama de la economía de la salud se podrían englobar en siete categorías (Oliva-Moreno et al., 2018), las que se enumeran a continuación. La primera es, sin duda, el concepto, identificación, medición y valoración de la salud. En segundo lugar, nos encontraríamos con el análisis de los determinantes de la salud, tanto sanitarios como no sanitarios, y que hacen referencia a la producción y la demanda de la salud