Eladi Romero García

Las guerras de Yugoslavia (1991-2015)


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inmersas en numerosos conflictos. Los serbios, siempre en continua rebeldía, aprovecharon estas guerras para sublevarse contra sus señores turcos. Así, durante la guerra austro-turca de 1593 a 1606, los serbios se rebelaron en el Banato (provincia fronteriza otomana actualmente dividida entre Hungría, Serbia y Rumanía) a partir de 1594, lo que provocó que el sultán Murad III, en venganza, ordenara quemar en Belgrado las reliquias de san Sava (un destacado santo serbio que vivió en el siglo xiii y fue el primer arzobispo de la iglesia ortodoxa local). Los serbios crearon otro centro de resistencia en Herzegovina, aunque cuando turcos y austriacos firmaron la paz, fueron abandonados a la venganza turca. Una secuencia de acontecimientos que se volvió común en los siglos siguientes.

      Durante la guerra entre el Imperio otomano y la Liga Santa creada con el patrocinio del papa Inocencio XI (1683-1690), y que incluía a Austria, Polonia, Rusia y Venecia, los delegados cristianos incitaron a los serbios a rebelarse contra las autoridades turcas, y pronto las sublevaciones y las guerrillas se extendieron por diversas zonas de los Balcanes occidentales, desde Montenegro y la costa dálmata hasta la cuenca del Danubio y la Vieja Serbia (Macedonia, Serbia central, Kosovo y Metohija, nombre este último con el que se conoce el sudoeste de todo Kosovo). Cuando los austriacos abandonaron estas zonas, invitaron al pueblo serbio a seguirles hacia el norte. Teniendo que elegir entre la represalia otomana y vivir en un Estado cristiano, los serbios prefirieron la segunda opción dirigidos por el patriarca Arsenije III Čarnojević. Se calcula que con él cruzaron el Danubio unas 40.000 familias, muchas de ellas procedentes de Kosovo, instaladas ahora en la Vojvodina de los Habsburgo. El nuevo patriarcado ortodoxo se estableció en Sremski Karlovci.

      Otro episodio importante en la historia serbia se desarrolló entre 1716 y 1718, cuando los territorios étnicamente eslavos de Dalmacia, Bosnia, Herzegovina, zona de Belgrado y la cuenca del Danubio se convirtieron en campo de batalla de una nueva guerra austro-otomana. Los serbios de nuevo tomaron partido por Austria. Con la firma de un tratado de paz en Požarevac (Passarowitz en alemán) de 1718, los otomanos perdieron sus posesiones en la cuenca del Danubio, además del norte de Serbia y norte de Bosnia, parte de Dalmacia y el Peloponeso. El último conflicto de la Edad Moderna entre austriacos y otomanos fue la guerra de Dubica (1788-91), llamada así por la comarca serbia donde se desarrolló.

      Los cuatro siglos de dominio otomano también tuvieron un impacto drástico en la composición de la población de Bosnia, que cambió varias veces como resultado de las conquistas del imperio, las frecuentes guerras con las potencias europeas, las migraciones y las epidemias. Surgió así una comunidad musulmana nativa de habla eslava que, con el tiempo, se convirtió en el grupo etnorreligioso más importante, sobre todo como resultado de un aumento gradual del número de conversiones al islam. También destacó un número significativo de judíos sefardíes, llegados tras su expulsión de España a fines del siglo xv. Las comunidades cristianas bosnias también experimentaron cambios importantes. La población católica bosnia estaba protegida por un decreto imperial oficial, aunque sobre el terreno estas garantías a menudo se ignoraban, dando lugar a la disminución del número de sus integrantes. La comunidad ortodoxa del país, inicialmente confinada en Herzegovina (región del sur de Bosnia) y sudeste de Bosnia, se extendió por toda la región y experimentó una relativa prosperidad hasta el siglo xix.

      Kosovo (al sudeste de la vieja Serbia), nombre que en serbio significa Mirlo, y Metohija (al oeste-sudoeste), que en serbio significa Tierra de los monasterios, constituían dos territorios que en la Edad Media habían sido controlados y habitados por los serbios. Dominados totalmente por los otomanos en 1459, muchos de sus antiguos habitantes eslavos emigrarían a lo largo de los siglos de ocupación otomana, mientras que la población no eslava, a la que podemos calificar ya como albanesa (entre la que se encontraban montañeses llegados de la actual Albania reinstalados por los turcos), se islamizó en masa, siendo utilizada en muchos casos por los nuevos señores como fuerza militar. El patriarcado de Peć, única autoridad eclesiástica ortodoxa permitida, sería finalmente abolido en 1766. Sin embargo, también hubo resistencias. De hecho, en 1689, el ejército austriaco, reforzado con serbios y albaneses contrarios a los otomanos, ocuparía brevemente Kosovo. La inmediata recuperación de la provincia por parte de los turcos acentuó la emigración eslava hacia el norte.

      Nacionalismo decimonónico

      A finales del siglo xviii, la decadencia del Imperio otomano, obligado a replegarse al sur del Danubio, resultaba ya evidente. En contraposición observamos una reafirmación del poder de los Habsburgo en la región, con gobernantes reformistas como María Teresa o José II, impulsores de las ideas renovadoras en sus territorios. Como resultado, surge un nacionalismo romántico que no tardará en manifestarse en una serie de intelectuales eslavos, interesados en recuperar su propia identidad a través de la historia y la lengua. Desde el punto de vista político, asistimos por un lado a las conquistas napoleónicas, anexionando a su imperio las posesiones de Dalmacia y las regiones al sur del Danubio (1805) y constituyendo las llamadas Provincias Ilíricas (1809). La capitalidad de este territorio se instaló en la ciudad eslovena de Liubliana. De esta forma, se estimulaba el nacionalismo eslavo en la región. Por otro, vemos a los serbios manteniendo una dura lucha con los otomanos para obtener la autonomía, alcanzada en 1829 como consecuencia de los dos grandes levantamientos: el de 1804 (protagonizado por un humilde personaje llamado Đorđe Petrović, más conocido como Karađorđe o Jorge el Negro) y el de 1815, aunque tropas otomanas continuarían de guarnición en Belgrado hasta 1867. El nuevo príncipe serbio fue Miloš Obrenović, promotor de la segunda sublevación y fundador de una dinastía, cuyos hombres asesinaron a Karađorđe. En 1835, el mismo Obrenović dotó a sus súbditos de una constitución, proclamada en Kragujevac. Además, su gobierno se caracterizó por la aplicación de una limpieza étnica avant la lettre, desarrollando una reforma agraria que comportó la expropiación de propiedades pertenecientes a gentes de fe islámica, y a la vez una persecución en las ciudades de la población musulmana, que vio cómo sus mezquitas eran destruidas y su cultura poco menos que prohibida. Belgrado, a fines del siglo xviii una ciudad en gran parte turca, perdió numerosos edificios islámicos, y de hecho hoy día solo se conserva una única mezquita de la época de la dominación, la mezquita Bajrakli. La idea era crear un Estado con una sola etnia y una única religión. De forma parecida actuarían los serbobosnios durante la guerra de Bosnia de finales del siglo xx.

      El concepto de una gran Serbia unida cobró intelectualmente fuerza a mediados del siglo xix gracias a Ilija Garašanin (1812-1874), militar y político serbio, partidario de la dinastía de los Karađorđe y contrario a los Obrenović. En 1844 redactó para el príncipe Alejandro Karađorđević, que había logrado el poder dos años antes, un proyecto secreto solo publicado en 1906 en el que defendía la formación de un gran reino serbio heredero de su antiguo precedente medieval, habitado por todos los serbios que vivían en los Balcanes, incluidos los de Croacia, Bosnia y Herzegovina Macedonia y Kosovo. Para ello, aconsejaba buscar siempre el apoyo de Rusia. Ciento cincuenta años después, sus ideas se mostraron violentamente vigentes precisamente en Bosnia y Croacia, gracias en parte al apoyo obtenido por la nueva Rusia de Borís Yeltsin. No en vano una edición de dicho proyecto fue publicada en Belgrado en 1991, con el título de Načertanije Ilije Garašanina: program spoljašnje i nacionalne politike Srbije na koncu 1844 godine (Ilija Garašanin: Programa nacional de política exterior y nacional de Serbia a fines de 1844).

      Fue en este clima de fervor intelectual cuando comenzó a cobrar cuerpo la idea yugoslava, basada en una lengua y una cultura comunes. Portavoz de tal programa fue Ljudevit Gaj (1809-1872), un destacado lingüista croata iniciador del llamado Movimiento Ilirio de autoafirmación nacional, contrario a la germanización y magiarización que pretendían imponer las autoridades imperiales. Su nombre se deriva del hecho de que los eslavos del sur se consideraban herederos de los antiguos ilirios. Su proyecto, desarrollado por una serie de jóvenes intelectuales durante los años 30 y 40 del siglo xix, era el de desarrollar un estado-nación croata en el seno del Imperio austro-húngaro que uniera a los eslavos del sur. Zagreb se convertirá en la capital de este llamado Renacimiento Nacional Croata.

      En años posteriores, el lingüista serbio Vuk Stefanović Karadžić (1787-1864) difundió la idea del lenguaje como la característica principal de una nación. De hecho, en 1850 una serie de expertos croatas,