de decir “preferiría no hacerlo”. La creatividad en el hackeo de las piezas era el valor real de estos objetos. Por tanto, el proceso de producción debía estar en el centro de la exposición. Así, se destinó 50% de la superficie de exhibición a un taller de fabricación, en donde junto con los visitantes exploramos y produjimos todos los objetos que progresivamente se fueron exhibiendo. De hecho, queríamos evaluar y aprovechar todo el rango de competencias de nuestras audiencias, desde los niños que nunca habían visto el interior de una computadora hasta los físicos experimentales más calificados, los bichos raros de los Fab Lab o los artistas profesionales. En 2017, recibimos el premio Mariano Gago de ECSITE, la Red Europea de Centros y Museos Científicos por este proyecto, lo que nos hizo muy felices, pero también nos forzó a reflexionar sobre su valor.
Nos dimos cuenta, por ejemplo, de que en la mayoría de los proyectos de comunicación de las ciencias los científicos únicamente son invitados por lo que saben, y los visitantes por lo que no saben. De esta manera, no vemos el valor de los aspectos más apasionantes de ambos grupos: la sed de conocimiento de cualquier científico y la diversidad de sapiencias de cualquier grupo de personas. Al hacerlo así, hacemos lo contrario de lo que debería hacerse, que es invitar a los científicos por lo que no saben y a los visitantes por lo que sí saben. Una exhibición exitosa, o proyecto de comunicación científica, es aquella capaz de ofrecer una oportunidad de aprendizaje a ambos: científicos y espectadores. Aquella que plantea una pregunta que es significativa para los dos grupos al mismo tiempo. Aquella en la que un observador externo sería incapaz de distinguir entre quién enseña y quién aprende.
En 2019, le tocó el turno a “Under influences: the science of choice” (Bajo influencia: la ciencia de las decisiones), una exhibición-exploración sobre el futuro de las decisiones. Insistimos mucho en el término exploración: la idea de la exposición era cruzar experiencias personales (desde Tinder hasta mensajes de texto, desde las sugerencias comerciales personalizadas de Amazon hasta dilemas morales) con hallazgos en disciplinas como la inteligencia artificial, la neurociencia cognitiva y la economía experimental, para explorar una idea de intersección —el futuro de la noción de elección— que ni el sentido común ni la ciencia académica por sí solos habían podido descifrar. ¿Cómo lograrlo sin involucrar a visitantes y científicos en el mismo espacio? La exposición era, de hecho, un proceso de investigación para contextualizar correctamente la pregunta mediante el cruce de diferentes perspectivas. El aparato experimental estaba hecho de eventos públicos, mesas redondas, juegos y talleres codiseñados con el público. En este sentido, una exposición puede volverse una instalación de investigación. Una exhibición científica debería ser siempre un laboratorio de investigación.
Esto tiene varias consecuencias que tradujimos en algunos principios generales. Por ejemplo, “todo lo que puede hacerse en público, debe hacerse en público”. Los hermosos momentos en que los curadores de la exhibición se reúnen con los científicos para acordar, contextualizar y seleccionar temas interesantes no tienen por qué ocurrir a puertas cerradas. Pueden realizarse en un entorno abierto, en presencia de los visitantes. Pueden volverse una parte integral de la exposición, en un enfoque de incubación abierta que sea al mismo tiempo proceso y resultado.
Eso también lleva a repensar los eventos oficiales. Inaugurar una exhibición el día de su apertura no tiene sentido. Cuando la inauguras, estás implicando que el trabajo de concepción y producción está terminado. Si la inauguras el día de su apertura, significa que la exhibición ya está completa antes de que nadie la visite. Esto es una contradicción total. Podría funcionar (¿podría?) para exposiciones históricas o de arte del pasado. No puede funcionar para una exhibición de ciencia o más en general para exposiciones sobre conocimiento. Para estos proyectos, cuando se nos preguntó “¿no vas a hacer una ceremonia de apertura?”, pudimos responder “preferiría no hacerlo”. O más precisamente, “sí, pero no de inmediato”. Sólo cuando el público haya dejado sus huellas en la exhibición, su contenido será lo suficientemente rico y numeroso para ser mostrado a los nuevos visitantes y no visitantes tradicionales (que incluyen a los patrocinadores, colaboradores y expertos).
Cada vez que decidimos subvertir los principios básicos de la exposición y desafiar lo conocido, quedamos fascinados con resultados que continúan siendo estimulantes, aun mucho tiempo después de que el proyecto haya terminado.
Esta es la belleza de cada pregunta, cada exposición y cada aventura cultural buena: no termina cuando termina; nunca termina de producir reflexiones e ideas significativas.
Autores citados y lecturas recomendadas
Hermann Melville, Bartleby, el escribiente, 1853.
Lewis Carroll, Alicia a través del espejo, 1871.
François Jacob, “Evolution and Tinkering”, Science 196: 1163, 1977.
Matteo Merzagora, “Science centres and science engagement activities as research facilities: blurring the frontiers between knowledge production and knowledge sharing”, JCOM 16(02), 2017. https://jcom.sissa.it/archive/16/02/JCOM_1602_2017_E.
Sandrine Bron, Maxime Le Roy y Matteo Merzagora, “Science centres as research facilities, exhibitions as explorations”, Spokes Magazine 38, febrero de 2018. https://www.ecsite.eu/activities-and-services/news-and-publications/digital-spokes/issue-38-0#section=section-indepth&href=/feature/depth/science-centres-research-facilities-exhibitions-explorations.
Science frugale: https://explore.psl.eu/fr/decouvrir/expositions-virtuelles/science-frugale.
La Science du Choix. https://www.espgg.org/Sous-Influences-la-Science-du.
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