Gianluigi Pasquale

365 días con el Padre Pío


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Me respondió: «No porque eres capuchino, sino porque eres italiano como el Padre Pío». Mi pregunta no nacía de que tendría que hablar en alemán y en el santuario donde los sábados por la mañana –como sucede también hoy– dan sus conferencias los mejores teólogos alemanes, católicos y luteranos, sino de la verdadera dificultad de que del Padre Pío, como he dicho, no sabía casi nada.

      Pero acepté el reto; y fue así como me puse a estudiar detenidamente las fuentes, es decir, las Cartas que ahora publico aquí. Me pareció estar ante el filón de una inexplorada mina de oro, no solamente teológica, sino también rica de un precioso conjunto de sugerencias y de intuiciones espirituales, aptas para poder vivir hoy, con y según el corazón de Jesús, con el fruto de un gran consuelo. En estos pensamientos el Padre Pío ofrece, en efecto, consejos eficaces sobre cómo poder creer en Dios, esperar en medio de las tribulaciones, amar y perdonar al prójimo, gozar en cualquier circunstancia de la existencia. En ellos late el vigor del hermano capuchino, que trata de ayudar a las personas sobre todo a fortalecerse en la vida cristiana, considerada por el Padre Pío como una auténtica propuesta de felicidad para la realización humana. En estos pensamientos, además, se puede encontrar toda la experiencia pastoral que él maduró en los años de su vida franciscana, al dirigir por los caminos del Espíritu a muchas almas, algunas encontradas probablemente una sola vez, y otras de forma continuada, en lo que hoy se llamaría el acompañamiento espiritual. Los pensamientos de estas Cartas, por tanto, se dirigen a todos: laicos, sacerdotes, religiosos, no creyentes y, también, jóvenes. En efecto, de todos ellos, el descubrimiento que más me seduce ha sido el de haber conocido en este «diario» a un Padre Pío increíblemente joven y actual. Además, me he dado cuenta de ello figurativamente al visitar, algunos años después, los lugares de su vida en el Gárgano (Foggia) y de su infancia en Pietrelcina (Benevento), en cuyos conventos abundan sus fotos de fraile joven, con aquellos ojos grandes, luminosos y dulcísimos.

      El Padre Pío permaneció siempre joven, como percibiremos leyéndolo en estos pensamientos para cada día, de forma que también nosotros llegaremos al final del año más rejuvenecidos que al inicio. Sucede siempre así para quien vive el tiempo y el paso de los días de modo auténticamente cristiano: dándose cuenta de que, «mientras nuestro hombre exterior se va deteriorando, el interior se renueva de día en día» (2Cor 4,16). Y este es precisamente el secreto, aquel que el Padre Pío llamaba «el secreto del gran Rey» (Tob 12,7). Que para un cristiano –no sólo para un franciscano– coincide exactamente con una Persona: Jesús.

      Venecia, 23 de septiembre de 2007

      San Pío de Pietrelcina

      Gianluigi Pasquale, OFMCap.

      Fuentes y selección de textos

      La presente antología de textos está tomada toda ella del Epistolario de san Pío de Pietrelcina, que, por otra parte, constituye la parte más importante de sus escritos. La correspondencia epistolar del Padre Pío tiene una notable amplitud de modulaciones: desde la exhortación a la dirección espiritual de las almas, desde la homilética a la exégesis bíblica, desde la reflexión existencial o acontecimientos históricos del momento a las confidencias personales de los propios estados de ánimo y de los aspectos espirituales más íntimos. Atendiendo a esta amplitud, la elección de los textos se ha hecho privilegiando aquellas reflexiones y exhortaciones no muy condicionadas por una situación ocasional determinada, o que, aunque suscitadas por una particular exigencia del momento, son aplicables a las diversas categorías y a las condiciones de vida de los posibles lectores de esta selección.

      De este modo, si el Santo de Pietrelcina se dirige frecuentemente a sus hijos espirituales con expresiones tales como: «Nuestro Señor te ama, hijita mía, y te ama tiernamente (…)», o: «Recuerda, hijita, que la caridad tiene tres elementos (…)», o también: «Vive tranquila, mi querida hijita (…)», el lector puede imaginar con razón que estas palabras van dirigidas al corazón de cada ser humano –incluido a él mismo y ante todo a él mismo–, en camino por las vías de la perfección cristiana.

      Cuidadosamente seleccionados de la amplia tipología de las más intensas páginas espirituales del Padre Pío, los textos han sido asignados oportunamente a los diferentes días del año, buscando, en lo posible, la sintonía con la celebración del año litúrgico. Esto se ha hecho con asignaciones precisas a las principales solemnidades y fiestas fijas (Navidad, Epifanía, Asunción, Inmaculada Concepción, etc.), y a algunas fiestas y memorias de santos (santos Pedro y Pablo, san Francisco, santa Teresa, etc.); mientras que, para las fiestas movibles, se ha tomado como referencia el calendario litúrgico del 2008, sobre todo para el período «fuerte» de Cuaresma-Pascua-Pentecostés, subrayando, por ejemplo, con reflexiones sobre la pasión y muerte de Jesús, los viernes de Cuaresma, pero teniendo en cuenta el arco de oscilación del tiempo cuaresmal y pascual de los diferentes años, para poder, de esta forma, ofrecer para cualquier año un conjunto de reflexiones que, más que seguir un esquema rígido, abrace el misterio pascual en su totalidad; ya que, como debería ser conocido por todos los cristianos, los momentos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús forman un todo indivisible.

      Para los otros días y períodos del año, a veces se han tenido en cuenta algunos eventos importantes de la experiencia espiritual del Padre Pío, como las primeras señales de la transverberación, el 8 de septiembre de 1911; y, sobre todo, por la carta al Padre Benedetto da San Marco in Lamis, en la que describe su propia estigmatización, carta fechada el 22 de octubre de 1918 pero en la que hace referencia a lo que aconteció el 20 de septiembre y, en consecuencia, asignada a esta última fecha. Con más frecuencia se ha hecho coincidir el día con el de la fecha en la que cada carta fue escrita.

      En muchísimos casos se han tenido en cuenta las condiciones psicológicas de las «estaciones del año» que más pueden ayudar a comprender y a hacer fructificar las exhortaciones, los consejos y las reflexiones de Padre Pío, como: las reflexiones sobre el «hielo» interior y la espera de la primavera de gracias en el tiempo invernal; las semejanzas «solares» y las exhortaciones a estar atentos ante la relajación en verano; o las exhortaciones a las «santas lecturas» en el otoño. Nótese, en relación con esto, una reflexión sobre el otoño del espíritu, asignada al 1 de octubre. Son sólo algunos ejemplos entre los muchos casos de asignación de este tipo, que cada uno podrá reconocer en relación con su propio estado espiritual y su propia sensibilidad.

      En varios casos se ha articulado en una serie de dos, tres o cuatro días una amplia reflexión de nuestro Santo, dividiendo un texto que trata el mismo tema en partes que, en cierto modo, forman una unidad independiente. Así, por ejemplo, la secuencia sobre las «máximas para la vida devota» del 2 al 5 de enero, extraídas de la carta a Antonietta Vona del 15 de noviembre de 1917.

      Una elección concreta ha sido la de textos particulares del principio y del fin del año, una «apertura» y un «cierre» significativos: la primera, una exhortación a ponerse en camino, seguida de una «cadena» de textos sobre las virtudes cristianas, fundamento de la misma existencia cristiana; la última, una serie del intensísimo testamento espiritual, que recalca la gratitud en las relaciones con Dios por la gracia multiforme derramada abundantemente en la existencia entera.

      Cada texto va acompañado de la indicación de la carta, de la fecha y de la persona a la que va dirigida, y de la referencia al Epistolario completo, aparecido en cuatro volúmenes entre 1973 y 1984, con la indicación del volumen, seguido del número de la página:

      Padre Pío de Pietrelcina, Epistolario, bajo la supervisión de Melchiorre da Pobladura y Alessandro da Ripabottoni, Ediciones Padre Pío de Pietrelcina, Convento Santa María de las Gracias, San Giovanni Rotondo (FG) 1973-1984, 4 volúmenes:

      I. Correspondencia con los directores espirituales (1910-1922), 1973, pp. 1387.

      II. Correspondencia con la noble señora Raffaelina Cerase (1914-1915), 1975, pp. 583.

      III. Correspondencia con las hijas espirituales (1915-1923), 1977, pp. LXXX-1173.

      IV. Correspondencia con diferentes categorías de personas, 1984, pp. 1039.

      Enero

      1 de enero