Gianluigi Pasquale

365 días con el Padre Pío


Скачать книгу

mayor y para que te des más cuenta de lo despreciable que eres. Pero no dejes por eso de recurrir a su santa benignidad con toda confianza, particularmente en el tiempo en que lo representamos como pequeño niño en Belén. Porque, hijita mía, ¿para qué se aferra Él a esta dulce y amable condición sino para llevarnos a amarlo confiadamente y a entregarnos amorosamente a Él?

      Permanece muy cerca de la cuna de este gracioso niño, especialmente en estos días santos de su nacimiento. Si amas las riquezas, aquí encontrarás el oro que los Reyes magos le dejaron; si amas el humo de los honores, aquí encontrarás aquel incienso; y si amas las delicadezas de los sentidos, sentirás la olorosa mirra, que perfuma toda la gruta. Sé rica de amor hacia este niño celestial; respetuosa en la familiaridad que tendrás con él mediante la oración; y toda delicada en la alegría de sentir en ti las santas inspiraciones y los afectos de ser solamente suya.

      Mantén el buen ánimo en lo que se refiere a tus pequeños resentimientos y defectos; pasarán, sin duda; y, si no pasan, serán para ti un ejercicio de humildad y de mortificación. Vive tranquila, hijita mía, y no temas, porque Jesús está contigo. Sigue en el camino que has emprendido y no reduzcas jamás la marcha.

      (30 de diciembre de 1918,

      a Maria Gargani, Ep. III, 346)

      8 de enero

      Mantente siempre fuerte en la fe y estate siempre vigilante, que de ese modo serán ahuyentadas todas las malas artes del enemigo. Esta es precisamente la exhortación que nos da el príncipe de los apóstoles, san Pedro: «Sed sobrios y estad vigilantes. Vuestro enemigo, el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe»; y, para estimularnos más, añade también: «Sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan estas mismas cosas».

      Sí, amada hija de Jesús, especialmente en las horas de la lucha reaviva tu fe en la verdad de la doctrina cristiana y, de manera particular, reaviva la fe en las promesas de vida eterna que nuestro dulcísimo Señor hace a quienes combaten con fuerza y coraje. Sirva para infundirte ánimo y para consolarte saber que no estás sola en el sufrir, que todos los seguidores del Nazareno esparcidos por el mundo padecen las mismas cosas: también ellos están todavía expuestos a las tribulaciones.

      (26 de noviembre de 1914,

      a Raffaelina Cerase, Ep. II, 245)

      9 de enero

      El conocimiento de los designios divinos sobre ti debe servirte, por una parte, para ejercitar tu alma en la gratitud hacia tan buen Padre, prodigando tu alma en continuas acciones de gracias al benefactor celestial, uniendo a este fin tus bendiciones a las de María santísima Inmaculada, de los ángeles y de todos los bienaventurados moradores de la Jerusalén celestial. Por otra parte, debe servirte como empuje, para no asustarte y no detenerte a mitad de trayecto por las penas y los dolores que es necesario soportar para llegar a la meta de este largo camino.

      El Señor me ha permitido manifestarte todas estas cosas, sobre todo para que no estés insegura en tu carrera. Corre, pues, y no te canses; el Señor te guía y dirige tus pasos para que no caigas en este camino. Corre, te digo, porque el camino es largo y el tiempo es bastante breve. Corre, corramos todos, de modo que, al final de nuestro viaje, podamos decir con el santo Apóstol: «Porque yo estoy a punto de ser inmolado, y el momento de mi partida es inminente. Yo he combatido mi combate, yo he terminado mi carrera, yo me he mantenido fiel».

      (9 de enero de 1915, a

      Raffaelina Cerase, Ep. II, 291)

      10 de enero

      Las tinieblas que rodean el cielo de vuestras almas son luz; y hacéis bien en decir que no veis nada y que os encontráis en medio de una zarza ardiendo. La zarza arde, el aire se llena de densas nubes, y el espíritu no ve ni comprende nada. Pero Dios habla y está presente en el alma que siente, comprende, ama y tiembla.

      Hijitas mías, animaos; no esperéis al Tabor para ver a Dios; ya lo contempláis en el Sinaí. Pienso que el vuestro no es el estómago interior revuelto e incapaz de gustar el bien; él ya no puede apetecer más que el Bien Sumo en sí mismo y no ya en sus dones. De aquí nace el que no quede satisfecho con lo que no es Dios.

      El conocimiento de vuestra indignidad y deformidad interior es una luz purísima de la divinidad, que pone a vuestra consideración tanto vuestro ser como vuestra capacidad de cometer, sin su gracia, cualquier delito.

      Esta luz es una gran misericordia de Dios, y fue concedida a los más grandes santos, porque pone el alma al abrigo de todo sentimiento de vanidad y de orgullo; y aumenta la humildad, que es el fundamento de la verdadera virtud y de la perfección cristiana. Santa Teresa también tuvo este conocimiento y dice que, en ciertos momentos, es tan penoso y horrible que podría causar la muerte si el Señor no sostuviera el corazón.

      (7 de diciembre de 1916, a las

      hermanas Ventrella, Ep. III, 541)

      11 de enero

      El conocimiento de la indignidad potencial, que consiste en saber qué seríamos o qué podríamos hacer sin la asistencia de la gracia, y del que hemos hablado hasta ahora, no debe confundirse con la indignidad actual.

      La primera hace a la criatura aceptable y grata a los ojos del Altísimo; la segunda la hace detestable, porque es el reflejo de la iniquidad presente en el alma, en la conciencia.

      Vosotras, en las tinieblas en que os encontráis la mayor parte de las veces, confundís una con otra; y, del conocimiento de lo que podríais ser, teméis que ya sois aquello que es sólo posible en vosotras.

      El ignorar si ante Dios sois dignas de amor o de odio es un sufrimiento y no un castigo, porque nadie teme ser indigno cuando verdaderamente lo quiere ser o lo es. Tal incertidumbre es permitida por Dios para todos los seres humanos, para que no presuman y para que caminen con cautela en la consecución de la salvación eterna.

      (7 de diciembre de 1916, a las

      hermanas Ventrella, Ep. III, 541)

      12 de enero

      Recordad esto: si el demonio hace ruido, es señal de que todavía está afuera y no dentro. Lo que debe aterrorizarnos es su paz y su sintonía con el alma humana. Creedme, ya que os hablo como hermano y con la autoridad de sacerdote y en calidad de vuestro director: desechad estos vanos temores; alejad estas sombras que el demonio va poniendo en vuestras almas para atormentarlas y para alejarlas, si fuera posible, también de la comunión diaria.

      Sé que el Señor permite al demonio estos asaltos para que la misericordia divina os haga más gratas a Él; y quiere que vosotras os asemejéis a Él en las angustias que padeció en el desierto, en el huerto y en la cruz; pero os debéis defender, alejándolo y despreciando sus malignas insinuaciones.

      (7 de diciembre de 1916, a las

      hermanas Ventrella, Ep. III, 541)

      13 de enero

      Estate atenta para no perder de vista la presencia divina a causa de las actividades que realices. No emprendas nunca tarea alguna u otra acción cualquiera sin haber elevado antes la mente a Dios, dirigiéndole a Él, con santa intención, las acciones que vas a realizar. Harás lo mismo con la acción de gracias al término de todas tus actividades, examinándote si todo lo has realizado siguiendo la recta intención deseada al principio; y, si te encuentras manchada, pide humildemente perdón al Señor, con la firme resolución de corregir los errores.

      No debes desanimarte ni entristecerte si tus acciones no te salen con la perfección que buscaba tu intención; ¡qué quieres! Somos frágiles, somos tierra, y no todo terreno produce los mismos frutos según la intención del sembrador. Pero, ante nuestras miserias, humillémonos siempre, reconociendo que no somos nada sin la ayuda divina.

      (17 de diciembre de 1914,

      a Raffaelina Cerase, Ep. II, 273)

      14 de enero

      Inquietarnos después de una acción porque no ha salido según la intención pura que se tenía no es