de Oliva, pareciera tener un sesgo legitimador: un religioso exaltando el valor de otro religioso y, por añadidura, de la misma orden, evidentemente abre interrogantes en el sentido de suponer la existencia de una fuerte carga subjetiva al presentar la reacción del sacerdote frente al sismo. Por otro lado, nuestras sospechas sobre la redacción de la crónica de Oliva se confirman cuando leemos en Mateos que la Historia de Oliva estuvo fuertemente influida por la Crónica de 1600, habiéndose encontrando varias transcripciones literales (Mateos, 1944, I: 106).
Hemos insertado textos correspondientes a la crónica de Cobo, provenientes de dos diferentes ediciones —las de 1882 y 1956—, para demostrar que por lo menos en esa sección no presentan diferencia alguna. Testimonios cronológicamente más alejados del evento de 1568, como los de Córdova y Mendiburu, ofrecen menos exactitud en la atribución de la fecha, limitándose apenas a indicar el año. Sin embargo, este último ofrece un elemento nuevo para la comprensión de dicho sismo, pues si hasta ese momento se creía sentido únicamente en Lima, resultó que había abarcado un área mayor de acción, ya que, en su opinión, se habría extendido a “Ica y otros puntos”, lamentablemente no precisados por el erudito. Más adelante, Polo, siguiendo la información de Oliva —en la que este indica que el sismo ocurrió un domingo de Lázaro—, precisó la fecha de ocurrencia, estableciéndola el 4 de abril. La revisión de los libros de cabildo no fue posible, en este caso, porque las actas llegan apenas a febrero de 1568, habiéndose extraviado las correspondientes al periodo 1568-1570.20
Recordemos que Silgado compuso su texto sobre dos fuentes: Oliva y Polo, aunque comete un desliz al afirmar haberse servido de la Sinopsis de este, pero asignándole 1904 como año de publicación, cuando en realidad data de 1899. Lo que sí apareció en 1904, en las páginas del Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, fue una continuación del catálogo de Polo, de autor anónimo, y que incluía nuevas fuentes, como los Anales del Cuzco, que acababa de editar Palma en 1902. También yerra Silgado al referirse a la obra de Oliva, identificándola como Vida de varones ilustres, título que corresponde apenas a uno de sus capítulos y no a su integridad. En relación con la fecha de ocurrencia del sismo, Silgado sigue a Polo, sirviendo de base a las referencias de Ocola y Huaco.
Finalmente, y dejando abierta otra posibilidad, cabría pensar en que, aun cuando el evento sísmico hubiese ocurrido en 1568, la fecha podría haber sido objeto de cambio, haciéndosela coincidir con el sermón predicado por el P. Portillo. De ser cierta esta presunción, abriríamos la posibilidad de considerar el testimonio de Mendiburu sobre Ica como valedero, con lo cual el sismo de Lima y el de Ica, ambos de 1568, estarían representando manifestaciones del mismo evento, pero en lugares distintos.
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