Salmo 16: Salmo de confianza
C. Salmo 17: Lamentación
D. Salmo 18: Salmo real
E Salmo 19: Himno para la gloria de Dios y la Torá
D’. Salmo 20–21: Salmos reales
C’. Salmo 22: Lamentación
B’. Salmo 23: Salmo de confianza
A’. Salmo 24: Liturgia de entrada
Junto a los salmos davídicos se incluyen dos colecciones adicionales de poemas que se atribuyen a grupos de músicos que ejercían sus labores regulares en el Templo de Jerusalén: algunos se relacionan con Asaf (Sal 50; 73–83); y otros, con Coré (Sal 42–49). Estos salmos son esencialmente cánticos e himnos que reflejan la teología tradicional de alabanza y oración del pueblo de Israel, y posiblemente incorporan las tradiciones teológicas y litúrgicas del reino del norte a las experiencias religiosas del sur en Jerusalén.
En el proceso de compilación del libro de los Salmos, el segundo grupo de salmos de David se incorporó luego de los salmos de Coré, y los salmos relacionados con Asaf se ubicaron posteriormente para seguir al Salmo 72, y así formar un conjunto de poemas (Sal 42–83) que pasó por un proceso de revisión estilística de gran importancia teológica y literaria. En muchas ocasiones, el nombre propio de Dios en hebreo –Yahvé o Jehová, en la tradición de revisiones Reina-Valera– en esa sección del Salterio se cambió por la referencia general al Señor –en hebreo, Elohim o Dios–, posiblemente para afirmar el monoteísmo radical e indicar que el Dios bíblico era el Señor no solo del pueblo de Israel sino de toda la tierra. A estas composiciones, conocidas como salmos eloístas, se le añadió otra colección de salmos de Coré (84–89), para finalizar la tercera sección del libro de los Salmos. Estas colecciones de salmos de David, Asaf y Coré, posiblemente, formaron la base inicial que posteriormente se convirtió en el libro de los Salmos, como lo conocemos el día de hoy.
Las secciones finales de la colección de salmos bíblicos se formaron posiblemente con criterios teológicos particulares o con prioridades litúrgicas específicas. Como es el caso en los manuscritos descubiertos en el Mar Muerto, los Salmos 90–150 en manuscritos diversos se encuentran en diferentes secuencias. Posiblemente, para la época de la redacción de los documentos de Qumrán (c.150 a.C.–100 d.C.), todavía la colección canónica de salmos no había tomado su forma final y definitiva27 . Varios grupos de salmos, en esta parte final de compilación del Salterio, tienen temas en común: p.ej., cánticos de ascensión al Templo (Sal 120–134); himnos que celebran el reinado del Señor (93; 95–99); y tres secuencias de salmos de alabanzas o de aleluyas, conocidos como «salmos hallel» (Sal 111–113; 115–117; 146–150).
Para finalizar el libro de los Salmos se incluyen dos doxologías: la primera para separar la cuarta sección de salmos de la quinta (Sal 106.48); y la segunda (Sal 150), para completar y cerrar el libro con un tono de alabanza y adoración.
El arreglo actual del libro de los Salmos responde a las necesidades religiosas de la comunidad judía postexílica. Los salmos que se incluyen en el canon bíblico sirvieron para proclamar los sentimientos religiosos más importantes de la comunidad de fe judía. Esos cánticos contienen el recuento de las experiencias religiosas más significativas del pueblo de Israel, que a su vez fueron utilizadas por la iglesia cristiana primitiva para comunicarse con el Dios eterno, padre y Señor de Jesús de Nazaret. De esa forma, el libro de los Salmos se convirtió en recurso para el culto público y privado, y en fuente de autoridad teológica y espiritual para los creyentes y las comunidades de fe, judías y cristianas.
DAVID, «EL DULCE CANTOR DE ISRAEL»
La importante relación de David con el libro de los Salmos se pone claramente de manifiesto en la gran cantidad de poemas que se le atribuyen, o que se relacionan con su dinastía (¡73!). Las Escrituras hebreas son testigos de la muy antigua tradición que le atribuía al monarca dones especiales para la música y la composición. Inclusive es conocido como «el dulce cantor de Israel» (2 S 23.1), que es una manera de enfatizar sus capacidades poéticas y de destacar sus virtudes literarias, y también una forma de reconocimiento y aceptación de sus composiciones. Y esos extraordinarios dones poéticos y musicales, según las narraciones bíblicas, le fueron dados por el Señor28 .
De acuerdo con el testimonio bíblico, los cánticos y la música de David liberaban al rey Saúl de los malos espíritus que le atormentaban (1 S 16.14-23); los relatos bíblicos aluden a sus cánticos en medio de catástrofes nacionales (2 S 1.17-27; 3.33-34); e, inclusive, se le atribuye al famoso soberano israelita la elaboración de diversos instrumentos musicales (véase, p.ej., 2 Cr 7.6; Neh 12.36; Am 6.5). Posteriormente en la historia, cuando la institución de la monarquía había dejado de existir en Israel, se reconocía que David había sido el organizador principal de los diversos grupos de cantantes y músicos en el Templo de Jerusalén (1 Cr 15.16-24; 16.4-6; 25.1-31). Y por el año 190 a.C., el sabio Jesús hijo de Sira presentó poéticamente la vida de David y lo describe cantando salmos al Señor en diversas etapas de su vida, e identificando la música necesaria para las diversas festividades nacionales del pueblo de Israel (Ec 47.8-10).
En el período neotestamentario es muy generalizado el reconocimiento de David como autor principal del libro de los Salmos. De esa época, uno de los manuscritos de Qumrán (11 QPsa) incluye una importante nota en torno a las composiciones poéticas de David, que le fueron dadas por Dios: Tres mil seiscientas (3,600) alabanzas, 446 cánticos para la adoración diaria y eventos especiales, y cuatro canciones que debían entonarse con harpas o liras para liberar a personas atormentadas por espíritus. ¡Un gran total de 4,050 composiciones!
El Nuevo Testamento se hace eco de esas tradiciones antiguas y atribuye a David algunas citas de salmos que tienen interpretaciones mesiánicas. De acuerdo con esa comprensión del Salterio y de David, el antiguo monarca hablaba «por el espíritu» o «profetizaba». Dios mismo y el Espíritu Santo hablaban a través de él (Sal 110 en Mr 12.36-37; Sal 69 y 109 en Hch 1.16-22; Sal 16 y 110 en Hch 2.29-42; Sal 32 en Ro 4.6-8; Sal 95 en Heb 4.7). Posteriormente, en el siglo segundo de la iglesia, una opinión rabínica de gran importancia indica claramente que David escribió los Salmos, con la ayuda de Adán, Melquisedek, Abraham, Moisés, Hemán, Jedutún, Asaf y los tres hijos de Coré. Generalmente se entendía que los salmos eran el trabajo profético de David.
La erudición moderna, que intenta fundamentar sus conclusiones en la evidencia literaria, el análisis histórico y la reflexión teológica crítica, ha revisado esas afirmaciones y se ha replanteado seriamente la afirmación de la autoría davídica de muchos salmos. Las notas históricas que se incluyen como epígrafes, suscripciones o títulos hebreos de 13 salmos, son evidentemente añadiduras posteriores que intentan relacionar alguna frase o palabra del salmo con varios incidentes en la vida del famoso monarca israelita (véase, p.ej., Salmo 3 y la tabla a continuación).
La referencia «a David» en muchos títulos de salmos no son necesariamente afirmaciones de autoría sino de reconocimiento de autoridad. Y aunque es muy difícil relacionar algún poema específico del Salterio con su autoría particular, David es ciertamente el líder que inspira la música cúltica e incentiva las alabanzas a Dios de parte de la comunidad. En ese sentido figurado, David es, en efecto, el «autor del Salterio» por excelencia, pues es su autoridad como músico y poeta la que le brinda al libro de los Salmos el reconocimiento público y el aprecio del pueblo de Israel y, posteriormente, de las iglesias.
Tabla de salmos con algunas referencias a varios episodios en la vida de David
Salmo | Referencia histórica |
3 | 2 Samuel 15–19 |
7 | 2 Samuel 18.21 |
18 | 2 Samuel 22 |
34 | 1 Samuel 21.14 |
51 | 2 Samuel 11–12 |
52 | 1 Samuel 22.9 |
54 | 1 Samuel 23.19; 26.1 |
56 | 1 Samuel 21.11; 27.2 |
57 | 1 Samuel 22.1; 24.3 |
59 | 1 Samuel 19.11 |
60 | 2 Samuel 8.3; 1 Cr 18.1-12 |
63 | 1 Samuel 23.14; 24.1; 26.2 |
142 | 1
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