y éticos que incentivan la fe monoteísta han visto en los salmos un magnífico canal de expresión. Valores como la obediencia y la gratitud a Dios, la afirmación de la piedad privada y pública, el respeto a la dignidad humana y la santidad de la vida, la solidaridad con el menesteroso y el apoyo al necesitado, y la afirmación de la familia y la práctica de una vida noble, decente, respetuosa, grata, digna y justa se ponen claramente de manifiesto al leer el libro de los Salmos.
En el corazón mismo de los salmos están Dios y el ser humano en un diálogo intenso, respetuoso, grato, franco e íntimo. El Dios eterno y creador conversa con sus hijos e hijas de los asuntos impostergables, fundamentales e indispensables de la vida. Y en esos diálogos intensos y gratos nada es superfluo, nada es ajeno, nada es lejano, nada es oculto, nada es vano, pues se dilucidan los asuntos que realmente afectan, ocupan y preocupan a la humanidad: p.ej., la guerra y la paz; la vida desorientada y la existencia con propósitos; la adoración verdadera y el culto superficial; la religión justa y las prácticas litúrgicas vacías; la esperanza en Dios y la desesperanza de la gente; la grandeza divina y la fragilidad humana; la importancia de la educación y las expresiones de la gente necia; y la gloria del Señor y la miseria de las personas.
Los salmos presentan al Dios que se dirige a la humanidad para revelar su naturaleza justa y santa, y describen al pueblo que intenta, con sus oraciones y plegarias, llegar ante la presencia divina para implorar sus misericordias o para manifestar sus frustraciones. El Dios de los salmos es misericordioso y redentor, salvador y sanador, liberador y perdonador, y justo y santo. La gente de los salmos, por su parte, es pecadora y santa, hostil y grata, frágil y fuerte, pobre y rica, injusta y recta, perversa y buena, e impía y piadosa.
El encuentro de lo eterno y divino con lo temporal y humano genera la fuerza vital que es capaz de transformar a hombres y mujeres, y movilizar el cosmos. El descubrimiento de la voluntad de Dios –cuyo propósito principal es redimir al ser humano para propiciar el ambiente adecuado para la implantación de la justicia y el disfrute de la paz–es capaz de hacer gente nueva. La cercanía de lo divino en las esferas humanas, según se pone de manifiesto en los Salmos, propicia en la gente santidad, solidaridad, misericordia, bienestar, salvación, salud, dignidad, respeto y esperanza.
En torno al libro de los Salmos, muchos escritores cristianos han enfatizado sus virtudes literarias, poéticas, religiosas y teológicas. San Jerónimo, p.ej., destacaba que ¡en la iglesia había mujeres que aprendían el idioma hebreo para entender mejor el Salterio! San Atanasio de Alejandría afirmaba que los salmos eran la Biblia en miniatura, idea que influenció la teología de Martín Lutero, pues el famoso reformador alemán se hace eco de esas ideas en su traducción de los Salmos, y Juan Calvino relacionaba con regularidad las experiencias de David con las vivencias humanas de su generación.
Respecto al Salterio, específicamente sobre el Salmo 1, San Ambrosio (+397), obispo de Milán, indicó:
«El salmo es un himno de alabanza entonado por el pueblo de Dios, es glorificación del Señor, cántico de alabanza cantado por la comunidad, exclamación de toda la humanidad, aclamación del universo, voz de la Iglesia, confesión armónica de la fe, entrega total al poder (divino), libertad feliz, clamor de felicidad, eco de alegría. El salmo mitiga la ira, elimina las tristezas y alivia las amarguras. Es arma durante la noche, enseñanza durante el día. Escudo en medio del temor, celebración festiva con aire de santidad. Fiel imagen del recogimiento, prenda de paz y armonía»9 .
Las virtudes de los salmos también se han puesto de relieve en la música y la literatura occidental. Esa influencia del Salterio se manifiesta claramente tanto en los cantos gregorianos como en las obras clásicas de Mozart, Schubert, Mendelsson y Brahms; y, además, se muestra en composiciones más modernas y recientes, como la Sinfonía de los salmos de Stravinski y los Chichester Psalms de Berstein10 . Inclusive, esa importancia del Salterio se revela no solo en la literatura clásica sino en obras latinoamericanas recientes, como es el buen caso de los poemarios de Ernesto Cardenal11.
En el Antiguo Testamento, los cánticos y las oraciones poéticas sobrepasan los límites del libro de los Salmos. Mucho antes de que el Salterio se editara, ya el pueblo de Israel articulaba poesías que llevaban ante la presencia divina sus sentimientos más intensos. Esas expresiones literarias se incluyen en diversas secciones de la Biblia hebrea y revelan las preocupaciones más hondas de la comunidad israelita de antaño.
Entre los poemas bíblicos más antiguos se pueden identificar los siguientes12 :
• El cántico del Mar (Éx 15.1-18)
• El cántico del Arca (Nm 10.35-36)
• Los oráculos de Balaam (Nm 23–24)
• El cántico de Moisés (Dt 32)
• La bendición de Moisés (Dt 33)
• El cántico de Débora (Jue 5)
• El cántico de Ana (1 S 2.1-10)
En la literatura deuterocanónica o apócrifa13 también se incluyen algunos salmos que revelan la popularidad antigua de este tipo de literatura poética (p.ej., Tob 3.2-6; 3.11b-15; 13.1-17; Jdt 16.1-17; Sir 39.16-31; 51.1-11; Sab Sal 16.24–19.22). De particular importancia en torno a este tema, son los llamados «otros salmos de David» (Sal 151–155), que han sobrevivido a través de la historia de forma fragmentaria, y que se inspiran en varios episodios de la vida del famoso monarca de Israel14 .
Los descubrimientos del Mar Muerto también son testigos de una serie importante de salmos no canónicos, conocidos como Hoyadot, que es el sustantivo de un verbo que significa «agradecer»15 . Y el Nuevo Testamento continúa esa magnífica tradición teológica y literaria al incorporar varios salmos e himnos antiguos a sus mensajes de renovación, esperanza, liberación y confianza (Lc 1.46b-55; Fil 2.6-11; Col 1.15-20; Jn 1.1-3).
LOS TÍTULOS HEBREOS O EPÍGRAFES, Y LOS TÉRMINOS TÉCNICOS
La comprensión adecuada de los salmos requiere que miremos a sus características literarias, teológicas y estructurales fundamentales, para descubrir pistas que nos ayuden en la compleja pero necesaria tarea de interpretación16 . Esas peculiaridades temáticas, estilísticas y canónicas de los salmos contribuyen considerablemente a su belleza literaria y espiritual, además de ser medios para transmitir el sentido religioso de su mensaje y para afirmar los valores de sus enseñanzas. En efecto, nuestras interpretaciones del Salterio se relacionan con la comprensión del carácter particular y distintivo de la poética hebrea, según se pone de manifiesto en la Biblia17 .
En primer lugar, los salmos tienen una serie de títulos en el idioma hebreo que desean orientar al lector o lectora sobre los temas a estudiar, y los ubican en algún entorno histórico, litúrgico o cultural de importancia para su lectura y comprensión. Respecto a estos títulos, epígrafes o suscripciones es importante indicar rápidamente que no forman parte de la composición original del salmo: ¡Fueron añadidos a través de los años, para ayudar en las dinámicas cúlticas y contribuir a la formación educativa de las comunidades de fe! Tienen títulos hebreos ciento un salmos (101), mientras que el resto (49), se conocen como «salmos huérfanos», por carecer de esa peculiaridad literaria.
Un buen ejemplo de la importancia de los títulos es la distribución de los llamados salmos de David, que se disponen con criterios externos que ciertamente pueden verificarse. Revelan, en efecto, criterios teológicos, manifiestan peculiaridades literarias, e indican prioridades temáticas. En la sección que incluye los Salmos 42–89, p.ej., se manifiesta una estructura casi simétrica, que pone de manifiesto las preocupaciones religiosas y los intereses teológicos de los redactores y editores finales del Salterio18 : ¡Enfatizan los salmos dedicados a David!:
• Salmos 42–49: Salmos de los hijos de Coré
• Salmo 50: Salmo de Asaf
• Salmos 51–65, 68–70, 86: Salmos de David
• Salmos 73–83: Salmos de Asaf
• Salmos 84–85,