Dios en el Salterio salta a la vista al descubrir las repetidas veces que se utiliza57 . ¡En ningún otro libro de la Biblia el nombre divino es utilizado con tanta frecuencia! En 691 ocasiones se usa la grafía hebrea larga de Yahvé –o Jehová, en Reina-Valera–; en 40 instancias se emplea la manera abreviada de Yah; y en otras 437 veces se alude a las diversas formas de El, Elohim o Eloah. A esas importantes referencias debemos añadir los numerosos epítetos divinos, que destacan algún componente fundamental de su extraordinaria naturaleza: p.ej., Señor, Padre, Madre, Roca, Refugio, Pastor, Omnipotente, Altísimo, Justo y Rey.
Las diversas metáforas que utilizan los poetas bíblicos para referirse a Dios se relacionan íntimamente con el desarrollo social, religioso, político, espiritual y económico del pueblo a través de los años58 . De acuerdo con los estudiosos y eruditos de la simbología religiosa, las percepciones de las divinidades antiguas se asocian directamente con las transformaciones comunitarias; es decir, que los autores antiguos imaginaban sus dioses de acuerdo con sus experiencias de vida. La cotidianidad jugaba un papel protagónico en el desarrollo de la imaginación y la creatividad literaria.
En primer lugar, hay imágenes que se relacionan con la vida agraria y nómada del pueblo, y asocian a las divinidades con los aspectos físicos e incontrolables de la naturaleza –p.ej., rocas, astros, agua, tormentas, fuego– y los describen como fuertes e impredecibles. Posteriormente, cuando los grupos nómadas se hacen sedentarios y desarrollan ciudades-estados, las ideas en torno a las divinidades se relacionan con las imágenes de reyes, guerreros, soberanos, o con los conceptos de poder, autoridad, firmeza, violencia. Finalmente, las sociedades, cuando se desarrollan aun más, con el paso del tiempo, enfatizan los algunos componentes fundamentales relacionados con la vida familiar e íntima, y representan sus divinidades de formas más cercanas, personales y familiares –p.ej., como padre, madre, hermano, amigo, vecino, ayuda–.
De particular importancia en torno a las imágenes de Dios en el Salterio es su afirmación continua y relación insistente con las ideas de poder, autoridad, señorío y realeza. Para los salmistas, en efecto, Dios es rey. Y aunque con el tiempo, particularmente luego de la crisis del destierro y el exilio en Babilonia, la institución de la monarquía en Israel perdió su eficacia y poder real en el pueblo, las imágenes de Dios como rey supremo, soberano absoluto y Señor poderoso no decayeron; al contrario, esas imágenes tomaron dimensión nueva en las teologías mesiánicas, escatológicas y apocalípticas.
Las afirmaciones de Dios como rey tienen en el libro de los Salmos gran importancia literaria y teológica. La metáfora del reinado del Señor está ubicada en el centro mismo de la teología del Salterio, pues revela las percepciones que el pueblo y los salmistas tenían de Dios, a la luz de las comprensiones y realidades políticas, sociales y religiosas de esa época monárquica. Esa metáfora se amplía aún más con el uso de verbos y adjetivos que revelan una red extraordinaria de relaciones sociales, formulaciones filosóficas y afirmaciones teológicas. Y la base de esa teología real se manifiesta claramente en el importante clamor litúrgico: «¡El Señor reina!».
Uno de los vectores que le brinda sentido de dirección literaria, cohesión teológica y profundidad espiritual al Salterio es ese fundamental tema del reinado universal de Dios. Los Salmos, en torno a ese particular y destacado asunto, desarrollan una serie de enseñanzas que constituyen su contexto teológico básico y su fundamento religioso principal. Junto al nombre del Dios que reina sobre el universo y sobre las naciones, se congregan sus súbitos para orar, clamar, interceder y adorar, y también para reconocer su autoridad, misericordia, virtud, amor y poder (véase Sal 24; 29; 47; 93; 96; 97; 98; 99). Los Salmos son las alabanzas y las proclamaciones de la gente que celebra y afirma que el Dios bíblico es rey y soberano. Sus plegarias están llenas de referencias directas e indirectas de esa indispensable y fundamental comprensión teológica. En efecto, el Dios de los Salmos es rey59, y la manifestación extraordinaria de su soberanía es una característica fundamental de su esencia.
El Dios que es rey tiene sus escuadrones y milicias, imágenes que se ponen claramente de manifiesto en la construcción lingüística «Yahvé Tsebaot», que ha sido tradicionalmente entendida y traducida como «Señor –o Jehová– de los ejércitos». Esta construcción del nombre divino puede ser una referencia a las legiones celestiales y terrenales (Sal 103.21; 148.2) o a los ejércitos de los astros (Is 34.4; 40.26; 45.12; Jer 33.22), y también puede ser una alusión a la totalidad de la creación, tanto en los cielos como en la tierra, que responden a las directrices divinas con obediencia y respeto militar (Gn 2.1; Sal 33.6). La expresión también puede ser un adjetivo que describe el poder divino de forma superlativa; es decir, que nombrar al «Señor de los ejércitos» equivale a aludir a su poder extraordinario y a su virtud sin igual60 .
La enseñanza que afirma que Dios es rey también pone en evidencia dos valores de gran importancia bíblica y teológica: El rey divino es creador y salvador. Ese concepto de Dios como rey incluye la idea del triunfo contra las fuerzas del mal, que se manifiestan en la creación del universo (Sal 29; 93; 104). El rey divino estableció el orden y superó las dinámicas del caos que tratan de destruir la creación de Dios. Las fuerzas hostiles que se organizan contra el orden y la paz son únicamente superadas por la intervención maravillosa del rey creador, que tiene la capacidad y la voluntad de superar esas dinámicas de desorden y desintegración (Gn 1.1-3).
En el fragor de esa gran batalla cósmica se manifiestan la santidad, la justicia y el poder de Dios, y el reinado divino se reconoce, celebra y aprecia. Dios salva a la humanidad y la creación del caos, y propicia un ambiente adecuado de justicia y paz. Los cielos y la tierra existen por la voluntad divina, y por su amor y misericordia se mantienen. El Dios que es rey en medio de su pueblo es también quien mantiene el orden que estableció desde el principio. Su soberanía y extraordinario poder no solo se manifiestan en los relatos de creación (Gn 1–3) sino que su voluntad de justicia y paz se revela en sus continuas intervenciones históricas para mantener el orden y superar el caos en medio de su pueblo y de la humanidad.
El pueblo de Dios está inmerso en los procesos históricos en los cuales se manifiesta la injusticia y el dolor. Los Salmos son plegarias y clamores que sirven para responder a esos grandes conflictos de la vida. El Dios que es rey está al lado de su pueblo para ayudarle en el momento oportuno, y las oraciones del Salterio son demostraciones claras de esa relación íntima entre el rey y su pueblo. Las voces de los salmistas se levantan para presentar la teología del reinado de Dios en medio de sociedades injustas y hostiles. La declaración «Dios reina» es una certera afirmación teológica de fe y esperanza, que revela claramente la confianza que los adoradores tienen en su creador. La afirmación revela el poder divino al establecer la tierra y su capacidad de gobernar con justicia y equidad.
Junto a la teología del reinado divino se incluyen otros conceptos de gran importancia: p.ej., el Señor es guerrero y poderoso en la batalla (Sal 24.7-10); y, además, es juez (Sal 9.7), pues su intervención militar le prepara para establecer su trono con justicia (Sal 105.7). La manifestación de la justicia –que es a la vez punitiva y salvadora– es una forma de intervención divina que mantiene el poderío y la autoridad del Señor sobre la tierra. Y en la afirmación y administración de su reino, el Señor es juez de las naciones (Sal 9–10; 96), de los dioses paganos (Sal 82), del pueblo de Dios (Sal 50) y de los individuos (Sal 94).
La afirmación «el Señor reina» incluye también una serie importante de atributos que contribuyen significativamente al desarrollo de la teología del Salterio. Como Dios es el gran rey sobre toda la tierra (Sal 145), su señorío se manifiesta en todas las generaciones, se grandeza es extraordinaria, su majestad es maravillosa, y su santidad y poder son irresistibles.
En ese contexto de los atributos divinos relacionados con el reinado de Dios, se destacan dos temas de importancia capital: su justicia y su amor61. El significado pleno de ambos conceptos hebreos sobrepasan los límites de la comprensión, interpretación y traducción castellana. La justicia divina se relaciona con su rectitud y su capacidad de implantar el orden, para superar las dificultades que traen desesperanza y desorientación a la humanidad. El concepto revela la preocupación divina por lo recto, y guía sus acciones para vindicar y restituir a la gente agraviada y necesitada, y para perdonar a las personas que imploran