Ian Parker

Psicoanálisis y revolución


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de cada sujeto separado.

       Sujetos

      Aquí, en este manifiesto, nos referimos a los seres humanos como “sujetos” porque el término “individuo”, además de reductor, implica erróneamente que nuestra subjetividad es indivisa, que se opone a la sociedad y que está separada, aislada, encerrada en la individualidad. Un “sujeto” es más que el individuo, incluye a otras personas, está abierto al mundo social, atravesado y dividido por la exterioridad, por un espacio ecológico para ser. Un sujeto está en contradicción consigo mismo y por esto mismo puede ser una fuente de cambio, ya sea en el nivel psicológico de la persona individual o en el nivel político del proceso colectivo.

      El sujeto puede ser un agente histórico, pero también es víctima y producto de la historia. Los acontecimientos nos afectan y nos determinan de maneras diversas que pueden ser abordadas actualmente a través del psicoanálisis. El pensamiento psicoanalítico es uno de los recursos más potentes de los que disponemos para entender y cambiar nuestra experiencia en los tiempos modernos. Lo que nos estaba ocurriendo como sujetos en la modernidad tardía, entre los siglos XIX y XX, cobró de pronto, con la teoría freudiana, un sentido radicalmente nuevo. Se forjaron ciertos nombres médicos para nuestro sufrimiento y al mismo tiempo se inventó el psicoanálisis para lidiar con ellos, para ponerlos a prueba, para sublevarse contra lo que significaban, para transformarlo.

      El psicoanálisis continúa siendo uno de los mejores medios para captar nuestros síntomas de miseria en la vida bajo el capitalismo avanzado, neoliberal, con sus manifestaciones coloniales, racistas y sexistas. Estos síntomas, que operan inconscientemente y que luego encuentran expresiones distorsionadas en los síntomas visibles observados por médicos y psicólogos, tienen una profunda conexión con la trama de nuestras biografías individuales y con las actuales condiciones de vida. Es en este doble sentido que los síntomas son fenómenos históricos: por un lado, se producen en la historia personal de cada individuo; por otro lado, su forma general está estructurada por el tipo histórico de sociedad en la que vivimos.

      Nuestro pasado y nuestro mundo nos acechan, enferman y trastornan. Esto es así ya sea que estemos completamente embrujados por la ideología y creamos que éste es el mejor de los mundos posibles, lo que no es razón para preocuparse, o bien que seamos activistas que saben que las cosas están mal y tienen que cambiar. La contradicción y el conflicto nos atormentan a todos y penetran dentro de nosotros mismos, nos desgarran, se abren paso hacia nosotros y luego toman la forma de síntomas que pueden ser dolorosos y aparentemente inexplicables.

      El tortuoso camino de la historia del enfoque psicoanalítico transcurrió paralelamente al desarrollo de la psicología entendida como especialidad científica o pseudocientífica y como disciplina profesional y académica. Esta psicología no debe confundirse con el psicoanálisis. Aunque frecuentemente haya conseguido absorberlo, discrepa de él en sus premisas, ideas, métodos y objetivos. La psicología, de hecho, está constituida por mucho de lo que intentamos resolver a través del psicoanálisis. Desde el punto de vista psicoanalítico, la esfera psicológica es problemática.

      La psicología toma forma como una experiencia ilusoria, engañosa e incluso delirante, a saber, la experiencia de cada uno como yo, como individuo separado, indiviso y unitario, que puede tomarse a sí mismo como si fuera un objeto, y así conocerse y controlarse. Este modelo psicológico del yo es parte del problema porque hace imaginar a cada persona que es responsable de todo lo que experimenta, incluso lo desagradable y lo no deseado, y puede hacerla sufrir aún más por sentirse “dividida”, por sentir que hay una dimensión inconsciente en su vida. Tal división, que a todos nos afecta, es reconocida por el psicoanálisis y negada por la psicología. Su negación oculta nuestra alienación y nos impide resistir contra lo que nos aliena. Contribuye así a dominarnos “por dentro”, a manipularnos y reprogramarnos ideológicamente.

      Un problema clave que enfrentamos ahora es el de la construcción histórica de una experiencia individual aislada que no corresponde a nuestra existencia, que no se reconoce en ella, que no tiene poder ni sentido por sí misma y que resulta por ello vulnerable a la dominación, la manipulación y la reprogramación ideológica. Es el problema de la psicología separada con respecto a la naturaleza compartida y colectiva de nuestras vidas como seres humanos. Es, en su raíz, el problema del individualismo en la sociedad capitalista y en sus expresiones psicológicas.

       Psicología

      La disciplina profesional académica de la psicología mantiene a cada yo individual como una esfera psicológica separada, como una experiencia de su propia psicología, como la de cada trabajador aislado con respecto a los demás. La psicología y la disciplina dedicada a su mantenimiento se formaron al mismo tiempo que el capitalismo y se han extendido con él por el mundo. La expansión capitalista mundial ha sido también una propagación global de sus dispositivos psicológicos no sólo en instituciones universitarias y de salud, sino en todas las esferas de la vida. Todo tiende a teñirse con un tinte psicológico. Este proceso de psicologización implica mecanismos de atomización, desocialización, despolitización, deshistorización, patologización, incriminación de los individuos y adaptación a la sociedad capitalista.

      Sí, vivimos hoy bajo el capitalismo globalizado, bajo el brutal sistema capitalista neoliberal, pero para entender cómo funciona este sistema necesitamos algo más que un simple nombre para el problema. Como nos lo enseña el psicoanálisis —aunque no sólo el psicoanálisis—, no tiene sentido hablar sobre la vida en el capitalismo, en la sociedad de clases específicamente capitalista, sin referirnos también al sexismo, al racismo y a las múltiples formas de opresión que incapacitan a las personas. El psicoanálisis radical ya es “interseccional”, abordando el profundo vínculo subjetivo entre diferentes formas de opresión combatidas por los diversos movimientos de liberación.

      Liberarnos de las experiencias opresivas de clase, raza y sexo requiere que las combatamos también “dentro” de nosotros mismos. Aquí, en la esfera subjetiva, lo oprimido aparece no sólo como lo afectado, sino como lo resignado o adaptado a la opresión. Esta adaptación, que sostiene y perpetúa lo que nos oprime, es a menudo vista como “salud mental” por los psiquiatras y los psicólogos.

      Estrechamente vinculada con un modelo médico psiquiátrico de enfermedad, la psicología se ha desarrollado en todo el mundo como una herramienta psicoterapéutica útil para adaptar a las personas a la realidad en lugar de permitirles cambiarla. El dispositivo psicológico-psicoterapéutico recoge la mayor parte del bagaje ideológico histórico de la psiquiatría médica y pretende humanizarlo, centrándose en manifestaciones sintomáticas mensurables, observables en la conducta de las personas, en lugar de síntomas de sufrimientos psíquicos invisibles. Este desplazamiento desde la enfermedad hasta la conducta no es un gran paso adelante. La insignificancia del avance puede apreciarse cuando se le juzga desde una perspectiva psicoanalítica en la que no todo se reduce a lo que puede observarse y aliviarse.

      El psicoanálisis ha conseguido romper con la psiquiatría. Pero la herencia médica psiquiátrica aún está presente dentro de la psicología, incluso cuando los psicólogos se presentan como amigables, como progresistas y como “psicoterapeutas”. De cualquier modo, aquí debemos tener claro que existen importantes diferencias teóricas, así como disputas de estatus profesional, entre los psiquiatras con formación médica, los psicólogos que tienen sus propios modelos de comportamiento y pensamiento, y los psicoterapeutas que mezclan y combinan cualesquiera perspectivas que parezcan funcionar para aliviar la angustia y hacer que la gente regrese al mundo.

      Por el momento, son los psicólogos los que están en el centro del escenario con sus afirmaciones de efectividad científica. Se consideran a sí mismos los más eficaces y comparan su eficacia con la que atribuyen a la psiquiatría, la psicoterapia y la práctica psicoanalítica. Sería más fácil para nuestro propósito, el de la defensa del valor del psicoanálisis, si la psicología no funcionara. El problema es precisamente que funciona. La psicología funciona porque encaja muy bien en las relaciones sociales de opresión y explotación.

      Digamos que funciona