Felix Guattari

Las luchas del deseo


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en Ginebra, empieza a buscar quién podría publicar a Guattari en Chile. Ni el mundo académico, ni el político, ni siquiera el psicoanalítico, se mostrarán receptivos. Por medio de la escritora Diamela Eltit, Norambuena tomará contacto con Francisco Zegers, editor, publicista y pintor chileno, quien finalmente llevará a cabo la tarea de edición y publicación.

      El trabajo de Guattari en Chile se inscribiría en paralelo, adyacente al proceso molar de transición democrática. Si la transformación que supone esta última implica captar procesos regulares y trascendentes a los flujos que componen al socius, y que interpretarían, entre otras, la recepción de los llamados movimientos sociales en una institucionalidad en gran medida anquilosada, nunca habría que perder de vista el carácter rizomático de las fuerzas en curso, no formadas ni consumadas. Tal como sucedió en el caso del libro preparado por Suely Rolnik en 1981, lo que estaba en juego era hacer sensible las revoluciones moleculares, de un modo plural y en su compostura singular. Para ello, habría que diluir los “cálculos renales” que, extendiendo la expresión de Zegers, parece que nuestras políticas siguen cargando, hoy, justo en el momento en que preconizamos haberlos abandonado. Ahora mismo, cuando el capitalismo parece saludar su fluidez, y empiezan justamente en Latinoamérica los retornos más o menos interminables de nuevas formas gubernamentales de fascismos (a falta de un término mejor), para mostrar la falibilidad congénita de la transición. A Zegers (y, como veremos, a Guattari) le interesaba la transición a la democracia, pero la necesitaba para entender en ella no un simple banal paso o momento de pasaje, ni mucho menos un cambio de un estado definido a otro.

      Zegers nos decía que los gestos de lectura que Guattari nos proponía ya en esos años nos podrían dar la posibilidad de advertir, entre otras cosas, la naturaleza de los movimientos sociales. Movimientos estos, que ya no deberíamos entender, simplemente, como bloques homogéneos. No sólo rechazar el binarismo que reparte con fijeza entre izquierda y derecha, tan nebuloso para nosotros hoy, habitantes de neoliberalismos descarnados. Guattari nos pide que afinemos el oído, para captar los movimientos que germinan al interior de otros movimientos, y que ya no nos permiten identificar amigos y enemigos y ponernos de inmediato en el lugar que más nos convenga, y que más bien nos exigen estrategias, argumentos y cartografías, antes que herencias moralistas o trampas acomodaticias. Izquierdas y derechas al interior de los partidos, sea de donde sean y se reconozcan en la tradición que sea que lo hagan.

      Si se trataba de pesquisar líneas de fuga, de inestimable valor para descubrir la fuerza de escape que crece en cada movimiento, fuerza que porta altos coeficientes de creatividad, no es de extrañar que el ejercicio mismo de diagramar y cartografiar se haya encontrado con la persistente dificultad de tener que lidiar con núcleos de poder tan cristalizados, que repelían toda diferencia. ¿Pero acaso no correríamos hoy la misma suerte?

       Un lugar casi inexistente

      En la última página de la edición chilena de Cartografías, Justo Pastor Mellado se encargaba de consignar cierto aire de familia para el volumen, aparentemente para facilitar la recepción de Guattari en un escenario tan aislado como autorreferente. Proporcionaba “Una chilena biblio(carto)grafía”, con la cual parecía indicar implícitamente que se leyera a Guattari junto a otros textos determinados, para dar posibilidad a un encuentro. Efectivamente muy pocos de dichos textos acusaban recibo explícito de la existencia de Guattari, y se podría sospechar si compartían algún “aire de familia”. Todavía nos queda evaluar si hubo cita, si acaso algo así se puede especular.