Hans-Jörg Rheinberger

Iteraciones


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sus manifestaciones solo pueden aprehenderse históricamente. Un segundo punto de orientación, de especial importancia para mí, concierne al estatuto epistémico y a la materialidad de las cosas, que juegan un rol decisivo en las diversas funciones de los procesos científicos de investigación.

      En los márgenes de estas líneas se asientan los seis ensayos de este libro, que prestan especial atención a las cosas del conocimiento desde sus perspectivas específicas. Los textos se ponen aquí por primera vez al alcance de los lectores hispanohablantes. La iniciativa para esto la tomó Juan Manuel Garrido Wainer, de la Universidad Alberto Hurtado, en Santiago de Chile, a quien le debo un gran agradecimiento. De igual manera, por su meticuloso trabajo agradezco a los dos traductores, Nicolás Alejandro Trujillo Osorio y Nicolás A. Silva Sepúlveda y a la editorial Pólvora en Santiago por el cuidadoso apoyo editorial.

      Berlín, octubre 2020

      Hans-Jörg Rheinberger

       Introducción

      Los cinco trabajos aquí reunidos se remontan a unas conferencias que dicté cada dos o tres años, entre 1992 y 2002, en las jornadas de los Excursos de Liechtenstein. Ellos abordan algunos aspectos de los temas de las jornadas —en el curso del escrito, ¿Qué sería la naturaleza?, Atención, Contaminación, El pensamiento salvaje— y por tanto pueden leerse como una contestación a cada tema. “Todo lo que puede conducir a una inscripción en general” pregunta acerca de la posibilidad de un escrito generalizado en la naturaleza, en la historia y en la ciencia. Naturaleza, NATURALEZA investiga la relación entre naturaleza y cultura bajo las condiciones actuales de la globalización. Fijar la mirada se dedica al tema de la atención en la actividad de investigación. Hibridaciones del saber investiga los géneros textuales y el problema de la autorización en las ciencias. La ciencia de lo concreto, finalmente, es un intento de leer la epistemología histórica de Bachelard a la luz del Pensamiento salvaje de Claude Lévi-Strauss.

      En su secuencia, empero, los textos también documentan un movimiento que quizá solo en esta composición y en el período de tiempo de una década se vuelve visible. Se constatará que este movimiento siempre gira en torno a temas determinados y que los aborda en diferentes contextos. Estos incluyen, por ejemplo, las figuras complementarias de lo ineludible y lo imprevisible. Y, sin embargo, hay un camino al final. Este camino muestra que no se trata de cerrar un círculo. Lo obstinadamente recurrente y lo irreversiblemente diferenciador se vinculan en una huella histórica que quisiera llamar, con Jacques Derrida, iteración. Esta huella ha dado título a este pequeño volumen, que está dedicado a la memoria de Jacques Derrida.

      Los textos se han revisado ligeramente para esta edición, aunque en ningún lugar he intervenido en el curso de los argumentos. Agradezco a Leona Geisler por la preparación del manuscrito final.

      berlín, enero de 2005

       “Todo lo que puede conducir a una inscripción en general”

      Hace ya casi cuatro décadas apareció el libro quizás más influyente de Jacques Derrida, como pudo constatarse después: De la gramatología (Derrida, 1970). Este libro está al comienzo de mi camino en la filosofía y me ha acompañado en mis exploraciones a través de la ciencia y la historia de la ciencia. Comienzo estas intervenciones con un largo fragmento del primer capítulo de la Gramatología, titulado “El fin del libro y comienzo de la escritura”:

      Desde hace un tiempo, aquí y allá, por un gesto y según motivos profundamente necesarios, cuya degradación sería más fácil denunciar que descubrir su origen, se decía “lenguaje” en lugar de acción, movimiento, pensamiento, reflexión, conciencia, inconsciente, experiencia, afectividad, etcétera. Se tiende ahora a decir “escritura” en lugar de todo esto y de otra cosa: se designa así no solo los gestos físicos de la inscripción literal, pictográfica o ideográfica, sino también la totalidad de lo que la hace posible; además, y más allá de la faz significante, también la faz significada como tal; y a partir de esto, todo lo que puede conducir a una inscripción en general, sea o no literal e inclusive si lo que ella distribuye en el espacio es extraño al orden de la voz: cinematografía, coreografía, por cierto, pero también “escritura” pictórica, musical, escultórica, etc. Se podría hablar también de una escritura atlética y con mayor razón, si se piensa en las técnicas que rigen hoy esos dominios, de una escritura militar o política. Todo esto para describir no solo el sistema de notación que se aplica secundariamente a esas actividades sino la esencia y el contenido de las propias actividades. También es en este sentido que el biólogo habla hoy de escritura y de programa a propósito de los procesos más elementales de la información en la célula viva. En fin, haya o no límites esenciales, todo el campo cubierto por el programa cibernético será un campo de escritura. Aun suponiendo que la teoría de la cibernética pueda desprenderse de todos los conceptos metafísicos —hasta del concepto de alma, de vida, valor, elección, memoria— que anteriormente han servido para oponer la máquina al hombre, tendrá que conservar, hasta que sea denunciada su pertenencia histórico-metafísi-ca, la noción de escritura, de huella, de grama o de grafema. Incluso antes de ser determinado como humano (con todos los caracteres distintivos que siempre se han atribuido al hombre, y todo el sistema de significación que ellos implican) o como a-humano, el grama —o el grafema— dará así el nombre al elemento. Elemento sin simplicidad. Elemento, ya sea que se lo entienda como medio ambiente o como átomo irreductible, de la archi-síntesis en general, de aquello que tendríamos que prohibirnos definir en el interior del sistema de oposiciones de la metafísica, de aquello que, en consecuencia, incluso no tendríamos que llamar la experiencia en general, ni siquiera el origen del sentido en general. Esta situación se anunció ya desde siempre (Derrida, 1970, pp. 14-15. Traducción levemente modificada).

      Hoy se podría agregar a esta lista las gigantescas máquinas de escribir, que cual computadoras conectan laboratorios de investigación, coordinan grandes proyectos, gestionan datos científicos y administrativos, y controlan el flujo de producción, de bienes y de dinero, los ejércitos y, finalmente, los cuartos de trabajo electrónicamente equipados de todos los que reflexionan sobre un fenómeno llamado la revolución informática. Y también se ve a Jacques Derrida sentado frente al PC, en un libro que lleva su nombre (Bennington & Derrida, 1991, p. 15).

      Y, sin embargo, esta situación no es nueva. “Se anunció ya desde siempre”, como dice el sorpresivo giro al final del pasaje citado. André Leroi-Gourhan en El gesto y la palabra (1971), así como Roy Harris en The Origin of Writing (1986), argumentaron de forma convincente que los sistemas de escritura no tienen su origen histórico ni en una originaria duplicación fi-gurativo-referencial de estados de cosas, ni en una duplicación inicialmente notativo-lineal de los pronunciamientos de un sujeto hablante, sino que surgieron de las modalidades de una actividad gráfico-háptica de carácter propio, que no depende de ninguna impresión o expresión, de ninguna mirada o habla. Leroi-Gourhan dice que “el simbolismo gráfico se aprovecha, en relación al lenguaje fonético, de una cierta independencia” (1971, p. 193). La coordinación históricamente reciente entre escritura y lengua, y ––como lo quiere la tradición filosófica––, la subordinación final de la escritura bajo la lengua fue una consecuencia de la polivalencia funcional de la escritura, de su excedente, pero no la causa de su origen. La forma del grafismo es anterior, no derivada. Lo que hoy ocupa el espacio de lo pictórico se debe al desarrollo de convenciones gráficas dirigidas a lo figurativo. Lo que nos es familiar como escritura se ha movido hacia lo lineal. Se trata del resultado de una diferenciación histórica entre sistemas de símbolos “densos” y “articulados”, sobre la base de una “gramática de la diferencia” (Goodman, 2010). El surgimiento de las notaciones escritas se basó en prácticas de numeración, hasta donde llegan las conjeturas arqueológicas.

      Con cierta probabilidad, el homo sapiens dominó el uso de los números antes de dominar el uso de las letras […]. La humanidad tuvo que ser numerada antes de volverse literaria. […] Algo sobre la cultura occidental indica que la pregunta por el origen de la escritura […] no pudo plantearse correctamente, mientras la escritura