Andreína Gamboa

Regresa a mí


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y legalmente nuestra familia llegó a formar lo que se conoce como una “familia disfuncional”, en vez de hacerse responsable de nosotros mi papá se dejó llevar una vez más por las vocecitas que le decían mentiras al corazón e hicieron que buscara una tercera mujer con la que formó una tercera familia y se ganó el odio y el rencor de varios de los hijos que ya tenía, y que había abandonado, incluyéndome a mí. Mi papá cayó en la tentación una vez más, pero era de esperarse ¿No? A pesar de ser un adulto, él tampoco sabía distinguir entre lo bueno y lo malo, así que sólo era cuestión de tiempo; ya había un público reunido gritando a coro como lo hacían con aquel muchacho del principio. La diferencia estaba en que en esta ocasión, él no podía ver a la multitud que lo incitaba a aventarse al vacío con palabras como: “Nadie te quiere”, “Estas solo”, “Los niños crecerán y tú morirás sólo”, “No puedes pensar en ellos, tienes que pensar en ti primero”. Se cerró el telón: mi papá se fue de casa.

      Muchos ignoramos que los niños (aun cuando están en el vientre de la madre) son muy sensibles al mundo espiritual; ellos perciben cosas que nosotros a simple vista no podemos. Sea por su credulidad, su inocencia o su gracia; tienen una sensibilidad que no todos logramos tener. Recuerdo una ocasión en particular donde supe de un niño que mientras veía la nueva versión de una película de niños muy conocida que no puedo mencionar empezó a desnudarse frente al televisor y cuando sus padres le preguntaron el por qué lo hacía, él apuntó hacia la pantalla y dijo: “es que él me dice que lo haga”, tiempo después se dijo que la tal película tenía mensajes subliminales donde se podía leer la palabra “sexo” dibujada con estrellas en una de las escenas. El niño no estaba consciente de lo que hacía, él simplemente escuchaba la voz equivocada. Es curioso que si les dices eso a padres cuyos hijos empiezan a experimentar su sexualidad a una edad muy temprana, ellos probablemente te dirán que no tiene nada que ver, aun cuando ellos mismos no sepan el por qué su hijo hace lo que hace y lo ignoren por completo; “es normal” te dirán.

      Supongo que sinceramente ellos tampoco querrían creerlo, porque la magnitud de esta aclaración supone un cuidado muy extremo de los niños, y eso, para los padres parece una pesada carga mucho más grande de la que ellos están dispuestos a llevar ¿Cómo controlarían lo que sus hijos ven en la tele? ¿Cómo controlarían lo que ellos ven en internet? ¿Cómo harían para trabajar y cuidar a los niños al mismo tiempo? Todos trabajan demasiado y no tienen tiempo para sus hijos así que dejan que la televisión sea la niñera de ellos e ignoran cuánta basura se transmite por ese medio.

      Desde la emancipación de la mujer, el feminismo, el machismo, la tasa alta de divorcios, las familias disfuncionales, las relaciones contra natura… todo aporta para que cada vez más y más gente abra más puertas, más gente escucha la voces equivocadas, se equivocan, más gente muere; menos amor, más egoísmo y lentamente nuestra sociedad se va acercando al vacío…. No digo en ninguna manera que el que la mujer trabaje sea algo malo, sólo digo que de ser las guardianas de los hijos ahora el trabajo nos consume. Cuando nos cansamos, bajamos la guardia y los niños reciben el daño.

      Cuando leí en la Palabra acerca del orden de Dios donde dice que “el hombre es cabeza de la mujer” (1 Corintios 11:3) como muchos alegué que la mujer y el varón son iguales y no entendía el porqué decía eso, luego el Señor me enseñó que aunque sí somos iguales, en lo que respecta a las funciones que cumple cada uno, somos distintos. Cuando la mujer le falta al respeto a su marido frente a sus hijos, estos aprenden a faltarle al respeto a ella también y cuando ella respeta la autoridad del marido, le enseña a ellos a respetar la suya; todo se predica con el ejemplo. Si ella es firme, ellos serán firmes, pero si la televisión es la que les enseña a cómo vivir su vida, entonces ¿De quién aprenden sus valores?

      Entendí que todo esto es parte del porqué que yo estaba buscando. El “¿Por qué empecé la vida con el pie izquierdo?”, aunque en un principio nada tenía sentido para mí. Mi mamá trabajaba tanto, que la veíamos más que nada por las noches. Tuvimos varias niñeras mientras crecimos, nuestros padres nos llevaron a lugares a los que no debíamos de haber ido, etc. Curiosamente, Papá Dios me hizo ver que yo también abrí puertas sin saberlo, a pesar de ser sólo una niña. Quizás cuando me llevaban a los lugares donde mi papá hacía brujería, quizás cuando veía a mis padres discutir diciéndose las groserías que luego imité o quizás cuando un amigo de mi mamá (brujo) me bañaba estando solos él y yo (bebé) ¿Quién sabe si mientras él me bañaba también me entregaba a los invisibles? Yo no estaba consciente, pero eso ciertamente no habría sido un impedimento para ellos. Los ingenuos somos nosotros: los adultos, los que se supone que debíamos de cuidar de los más pequeños.

      Lo cierto es que por lo que sea que haya sucedido, reflejé muchas de mis propias imperfecciones y las de mis padres. Cabe destacar que en su momento mi papá no lo veía de esta forma, él veía “algo” en mí. Yo no sé qué era: si era la rebeldía que crecía como monstruo dentro de mí, lo curiosa que era, no lo sé, sólo sé que él me decía que yo “podía ser de las grandes” en cuanto a la brujería y que para mí todo eso era extraño ¿Sabes? No era algo que yo entendiera y ciertamente la mentalidad de los niños es tan moldeable que si les inculcas el odio desde pequeños (sea con tus palabras o tus hechos), ellos te imitarán y muchas veces puede que ni sepan por qué sienten ese odio. Por mi parte, si mi ejemplo a seguir me aplaudía por lo malo ¿Qué de bueno podía surgir de algo así?

      No era clara la distinción entre lo bueno y lo malo en mi hogar, eran más bien tonos grises. De manera que entre pisar firme y pisar en falso (al menos desde mi punto de vista) sólo era cuestión de tiempo.

      I.III. Mi antigua religión

      No recuerdo cuándo fue la primera vez que me hablaron de Jesús; mi familia se hacía llamar católica pero éramos del tipo de católicos que dice que lo son sólo por decir que pertenecíamos a alguna religión; puesto que éramos de los que nunca iban a misas, nunca leían la Biblia, no iban a encuentros para aprender de Dios, es decir, no hacían algo necesariamente “cristiano” o “religioso” en sus vidas, más que saber que Dios existía y hablar con Él esporádicamente por las noches.

      Por experiencia sé que muchos podemos escatimar la oración de una niña de siete años bajo la excusa de “¿Qué pecado podría tener un niño de esa edad?” e ignoramos que nacemos con actitudes pecaminosas y egoístas que deben de ser corregidas por nuestros padres, pero Él no escatimó mis oraciones, Él sabía mis porqués desde antes de que yo dijera palabra alguna (Salmos 139:4)

      Parte de la enseñanza que me dio mi madre con respecto de Dios, era que debíamos de hablar con Él como si fuera un amigo (orar) y eso normalmente lo hacíamos por las noches. Yo obedecí en cuanto a hablar con Él, aunque no procuré saber qué estaba escrito en la Biblia, ni sabía que esta había sido inspirada por Él; yo simplemente hablaba con Papá Dios.

      No pensaba que Él me fuera a responder, siempre pensé que era más bien como un buen oidor o un ser lleno de amor que escuchaba cuando le decías “gracias” por las noches o le hablabas acerca de algo de tus amigos, y sabía que me escuchaba, por alguna razón lo sabía, pero no estaba consciente de su respuesta.

      En algunas ocasiones, por causa de mi maldad, supongo que el creer que Él no me respondería me facilitó el haberme masturbado por las noches. Era extraño porque si lo hacía, esa noche no hablaba con Él. Era como si me sentía lo suficientemente sucia como para no dirigirle la palabra porque creía (sin haber leído la Biblia) que a Él no le gustaba. De alguna forma lo sentía, así que me ocultaba tras una sábana y hacía aquello. No recuerdo si le pedía perdón por hacerlo, en verdad no lo recuerdo, sólo sé que ciertamente no le pedí ayuda para salir de ahí; me enfocaba en lo placentero y no pensaba en las consecuencias, aunque sentía que estaba mal nunca pensé en qué esperaba Él de mí. No supe tener una verdadera relación con Él y creo que eso nos pasa muy a menudo.

      ¿Te ha pasado a ti? ¿Que no sabes para qué estás en esta tierra y a decir verdad tampoco te preocupas por saber para qué estás aquí? Que sólo “existes” o pasas el día a día sin aspirar a cosas mayores. Al ser de esa forma, todo el potencial que tienes de cambiar el mundo para bien