se emprendió la reconstrucción que culminó con su unificación, proceso del que estuvo excluida España, pero que no evitó que se viese favorecida por el fuerte y sostenido crecimiento económico que generó. “El contexto económico internacional fue, en este sentido, decisivo”.
España, en los años cincuenta, no se sumó plenamente al avance económico que experimentaron los países de su entorno hasta que con el progresivo desplazamiento de los falangistas del gobierno y el acceso de los llamados "tecnócratas" (su núcleo principal, miembros del Opus Dei), con una mejor formación técnica en economía, se materializara el alejamiento del modelo autárquico. En 1959, el Plan de Estabilización, con la supervisión del FMI y la OCDE, significó el definitivo lanzamiento de la economía española. España, a cambio de recibir ayudas financieras, envió un memorando al FMI en el que se comprometía a “adoptar las medidas necesarias para situar a la economía española en condiciones de solvencia y estabilidad económica”. La reacción fue inmediata y durante toda la década de los sesenta se creció a un rimo medio del 7%, solamente superado por Japón. España partía de un suelo muy bajo, era uno de los países más pobres de Europa, junto a Grecia y Portugal, con una renta per cápita inferior a la de algunos países latinoamericanos, y las claves de su crecimiento estuvieron relacionadas con la expansión económica de los países de su entorno: la entrada de capital extranjero, la afluencia del turismo y las remesas procedentes de la emigración (la emigración permanente superó los 800.000 españoles, a los que deben sumarse otros tantos emigrantes temporales). Este desarrollo, en cierto modo desordenado, y la afluencia de gente del campo a la ciudad, propició la gran expansión del chabolismo que rodeó a las grandes ciudades. También, las altas tasas de crecimiento económico, no vinieron acompañadas de la consecuente creación empleo (la necesidad de industrialización del país, primó el aumento del factor capital frente al factor trabajo), fue la emigración a Europa lo que evitó que la escasa capacidad de crear empleo no se tradujese en un aumento de las tasas de paro.
Aunque parte de los recursos generados para modernizar la economía fueron a parar a manos de personas cercanas al poder, lo que generó un desequilibrio en la distribución de la riqueza, esto no logró evitar que gran parte de la población experimentase una mejora en su calidad de vida. Paralelo al desarrollo económico vino la modernización de la sociedad, se pasó de una sociedad agraria a una industrial, con avances en la educación, alcanzándose una tasa de escolarización del 90% y reduciéndose el nivel de analfabetismo. Otro avance fue la tímida incorporación de la mujer al trabajo y a los estudios. Se produjo un aumento del bienestar, una mejora en las infraestructuras del país y, también, el contacto con el exterior propició la extensión de hábitos y costumbres más liberales: la minifalda, el pelo largo masculino, la ropa desenfada, el biquini, la música pop y rock. También se experimentó un cambio en la sexualidad (la venta de píldoras anticonceptivas superó el millón de unidades en 1967).
En esta década se extendió la movilización social. Crece la militancia obrera agrupada, principalmente, en torno a Comisiones Obreras; que surge, no como un sindicato, sino como una plataforma sindical, impulsada por el Partido Comunista Español, que, con una estructura clandestina, utiliza las estructuras del sindicato vertical para llevar las reivindicaciones a la calle, procurando la movilización de masas (también, otras centrales sindicales comienzan a mostrarse activas: USO y UGT). "La movilización reivindicativa de la clase obrera durante la década de los sesenta fue, sin duda, el mayor desafío que tuvo que afrontar el régimen de Franco. [...] La constitución de las Comisiones Obreras como movimiento de ámbito nacional es indisoluble de esa lenta transformación antifranquista del nuevo movimiento obrero español, gracias a la acción conjunta de militantes comunistas y de católicos progresistas". La universidad dejó de ser un feudo del SEU, el sindicato falangista. En el curso 1955-1956 se crean las agrupaciones de estudiantes Frente de Liberación Popular (el Felipe) de adscripción comunista y la Asociación Socialista Universitaria (ASU) auspiciada por el PSOE. Y Durante los años siguientes las universidades, también, serán escenario del activismo contra el régimen de Franco.
"No cabe duda que la acción reivindicativa de segmentos significativos de la clase obrera española fue una condición necesaria para la consecución de mejoras sustanciales en el nivel de vida y las condiciones laborales". La represión ejercida por Franco tras ganar la guerra hizo innecesarias las mejoras laborales. Si en el resto de Europa, desde 1942, se venía trabajando para conseguir mecanismos e instituciones que universalizaran la protección social, en España no fue hasta 1963, con la promulgación de la Ley de Bases de la Seguridad Social, cuando se comenzara "a forjar una nueva configuración de las prestaciones sociales en España, dentro de un auténtico sistema de seguridad social". Aun con la inexistencia de una reforma fiscal que la dotara de medios y la ineficacia en la gestión de recursos, la puesta en marcha de la Seguridad Social, supuso un importante avance en protección social, permitiendo que, en 1973, cuatro de cada cinco españoles tuvieran cobertura sanitaria.
Franco, durante esta década de logros económicos, resultó "intocable" para las diferentes facciones que formaban el conglomerado franquista. No resultaba así en el exterior, la Comunidad Económica Europea se negó a iniciar conversaciones para la entrada de España en la comunidad, algo que Franco achacó a las fuerzas hostiles contra España. Como también achacó a esas supuestas fuerzas hostiles las movilizaciones obreras y estudiantiles.
En 1966 se presentó en las Cortes la Ley Orgánica del Estado. "Se decidió que no hubiera debate sobre la compleja ley. Sería sometida primero a las Cortes y luego al pueblo español sin examen público de sus ventajas y desventajas ni demasiadas explicaciones". El 14 de diciembre se votó en referéndum con una participación del 88% y tan solo un 1,81% de votos negativos.
Franco, durante la segunda mitad de los sesenta, recibió presiones de su entorno (en forma de reiteradas sugerencias) para que nombrara sucesor. Franco mostraba ya una creciente decrepitud y se temía por la continuidad del Régimen. En ese tiempo surgieron varios candidatos, entre ellos don Juan que intentó, en diversas comunicaciones con Franco, hacer valer su legitimidad. Juan Carlos fue el candidato elegido, se había mostrado "gris" en sus opiniones, "Juan Carlos era dolorosamente consciente desde hacía mucho tiempo de su estrecho margen de maniobra". El entorno de Franco lo consideraba débil de carácter y sin capacidades políticas para tomar decisiones que lo pudieran enfrentar a las instituciones del Régimen. Estimaron que con su elección, al menos durante un tiempo, la continuidad del Régimen estaría asegurada. Cuando en enero de 1969 Franco le comunicó su decisión de nombrarlo sucesor, Juan Carlos se preocupó de consultar con su muy estimado ex tutor y hombre de confianza, Torcuato Fernández Miranda, que "le garantizó que serían perfectamente posibles nuevas reformas una vez hubiese heredado plenamente la estructura legal del Estado franquista" (Fernández Miranda, con Juan Carlos ya jefe de Estado, diseñó la auto defenestración de Régimen, contribuyendo activamente a ella desde su puesto de presidente de las Cortes, al que accedió por designación de Juan Carlos). Franco, por fin, en julio de 1969 presentó al consejo del Reino y a las Cortes a Juan Carlos como sucesor, siendo aprobada la designación por éstas sin apenas oposición (419 votos a favor y 19 en contra).
En 1967, producto de la Ley Orgánica, un tercio de los procuradores de las Cortes fueron elegidos por "cabezas de familia" en votaciones que simulaban un proceso democrático. "No se trataba de una liberalización significativa: todos los procuradores eran miembros del Movimiento y cerca de la mitad eran funcionarios del Estado. En cualquier caso, Franco no dejó de señalar a uno de sus ministros. Las Cortes no eran soberanas. Solo el Caudillo podía sancionar las leyes.
Últimos años. El tardofranquismo
A principio de los años 70 el Régimen se divide en “continuistas”, más moderados, e “inmovilistas”, que intentan parar todo tipo de reformas y a los que se les terminará denominando “el búnker”. Entre las acciones de los inmovilistas estuvo el intento de sustituir en la sucesión a Juan Carlos de Borbón por Alfonso de Borbón, prometido de la nieta de Franco con la que posteriormente se casaría. Desde el movimiento se instó a los gobernadores provinciales a que restaran importancia a las visitas de Juan Carlos y destacaran las de Alfonso de Borbón. En ese tiempo, desde el interior del Régimen ya se toman posiciones para el momento posterior a su muerte.
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