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Capítulo 2
Movimiento corporal y función cognitiva en escolares
La experiencia de la práctica de fisioterapia en el sector educativo, del programa de fisioterapia de la Universidad Nacional de Colombia
Mary Luz Ocampo Plazas
Introducción
Desde el 2004 se explicita en el primer documento Marco de Fundamentación Conceptual del Examen de Estado de Calidad de la Educación Superior (Ecaes) que en el contexto escolar es un escenario de ejercicio profesional para la fisioterapia (Ocampo, 2013). La Universidad Nacional de Colombia es la que se encarga de elaborar este documento y estuvo al frente de los primeros exámenes Ecaes para fisioterapia en el país. En él se explicitan las acciones profesionales que el fisioterapeuta realiza en el escenario escolar, lo que genera con el paso del tiempo, que en las mismas construcciones curriculares de los diferentes programas de fisioterapia en el país aparezca enunciado el escenario educativo como uno apropiado para el ejercicio profesional en sí mismo y ya no subsumido en otras categorías.
En este contexto, se abrió en el 2010 un concurso docente cuyo objetivo fue el diseño e implementación de la práctica académica de campo (PAC) de fisioterapia en el sector educativo, del programa de fisioterapia de la Universidad Nacional de Colombia. El proceso se surtió y en el segundo semestre de 2011 se dio la implementación de dicha práctica, cuyo objetivo ha sido brindar al fisioterapeuta en formación el espacio y apoyo necesarios para consolidar estrategias de interacción fisioterapéutica fundamentadas en el objeto de estudio y articuladas con las necesidades y características propias de la comunidad donde se desarrolla el programa.
Con esta apuesta, se plantea la potencia que el movimiento corporal —como objeto de estudio del fisioterapeuta— tiene para favorecer los procesos de aprendizaje de los escolares, considerando que dicho aprendizaje aparece como categoría central y meta primordial que justifica la presencia de ellos en las instituciones educativas.
Las organizaciones gremiales de fisioterapia en el país (el Colegio Colombiano de Fisioterapeutas [Colfi], la Asociación Colombiana de Fisioterapia [Ascofi], la Asociación Colombiana de Facultades de Fisioterapia [Ascofafi] y la Asociación Colombiana de Estudiantes de Fisioterapia [Acefit]), en el 2015 publicaron el documento de perfil profesional y de competencias, en el que se plantea que el acto profesional del fisioterapeuta en el escenario escolar, propende por favorecer la experiencia educativa y el conocimiento del cuerpo desde el movimiento corporal (Molina et al., 2015). Lo anterior supone un ejercicio profesional ligado a la experiencia educativa y lo que esta conlleva en el escenario escolar, en donde el movimiento corporal, como se mencionó, adquiere una relevancia como facilitador de procesos de aprendizaje, a partir de la experiencia que él mismo brinda.
Por lo anterior, el siguiente capítulo abordará las concepciones sobre movimiento corporal, percepción y esquema corporal, como elementos centrales para favorecer la experiencia y la percepción del escolar en el escenario educativo. Cabe anotar que si bien existen otros actores que forman parte de la comunidad educativa (docentes, directivas, padres y madres de familia), el presente documento se centrará en los escolares como los actores principales, alrededor de quienes los demás se organizan para propiciar ese proceso de aprendizaje en la institución educativa.
Movimiento corporal, esquema corporal, percepción y cinestesia
Si se reconoce al cuerpo, no como algo ya dado, o solo lo físico que nos permite “estar” en el espacio, sino como un constructo social en el que la experiencia vivida cobra el protagonismo y en donde las huellas de lo vivido se manifiestan en él a través del movimiento corporal, dicho movimiento adquiere una significación que no está trazada netamente por la integración de aspectos biológicos, sino por las mismas experiencias que el entorno brinda y que influyen en la expresividad que es resultado de la experiencia del sujeto. Esto le imprime una significación al movimiento corporal que resulta de esa construcción y de dicha experiencia.
En este sentido, el movimiento corporal se convierte en un vehículo mediante el cual el sujeto, desde sus primeras experiencias motoras, genera una interacción dialógica con sí mismo y con su entorno, pues es el vehículo facilitador de este proceso, en el cual el cuerpo, en términos de Rodríguez (2010), se sintoniza con su entorno, por lo que el sentido del movimiento corporal es dado por el actuar del sujeto en un entorno que le es cotidiano o al cual se adapta a partir de la reflexión que genera frente a las experiencias que va teniendo.
Desde los primeros años de vida, el movimiento corporal, si bien no es la única fuente, se convierte en una de las principales para el reconocimiento propio y del entorno. Desde nuestro nacimiento, incluso desde la gestación, somos receptores de una serie de sensaciones que van acompañando esa construcción, las cuales al momento del nacimiento dan apertura a la experiencia que nos brindan “esos otros” a nuestro alrededor, de quienes percibimos experiencias placenteras y desagradables, y el entorno se convierte en la principal fuente de la construcción que el sujeto hace de sí mismo.
Eso, desde las pautas de crianza, por ejemplo, se traduce en lo que los encargados de ella impregnan corporalmente, lo que le da el potencial al cuerpo y al movimiento para construirse social y colectivamente (Buffone, 2019).
A este respecto, el filósofo francés Merleau Ponty acuña el término de esquema corporal para referirse a las experiencias que se van construyendo y que tienen lugar en el cuerpo como resultado de una construcción colectiva en la que “el cuerpo se asume como un sitio traspasado por los cuerpos que le rodean y con la potencia de ir hacia su entorno para establecer un nexo de mutua correspondencia y cambio” (citado por Buffone, 2019, p. 301). El esquema corporal hace posible el acceso a las subjetividades que a partir de la interacción permean la subjetividad propia, haciendo posible el proceso de construcción.
En el trabajo realizado por Bernard (citado por Buffone, 2019), el esquema corporal se plantea no solo como un tránsito que el individuo hace entre conocer los límites de su propio cuerpo, sino también hacerse consciente de las sensaciones o efectos que provocan otros estímulos externos a los que el cuerpo responde, lo que tiene una participación no solo de la conciencia que el sujeto hace de sí mismo, sino también del entorno que le rodea.
Frente a los estímulos recibidos y a la percepción en sí mismo de ellos, el sujeto va desarrollando una serie de respuestas que provocan reacciones posturales, las cuáles, a medida que se va profundizando en la experiencia, van generando de manera progresiva esquemas que alimentan la percepción y, así mismo, modifican las respuestas que se van dando frente a los diferentes estímulos. Es así como a medida que se genera la experiencia de movimiento, se produce una serie de reacciones posturales y la adquisición de esquemas que se van modificando, construyendo o transformando a partir de dicha experiencia, lo que amplía la percepción corporal sobre los propios límites y frente a las posibilidades que el movimiento da para la interacción. De esta manera, las actividades que cotidianamente realizamos dependen de la asociación y del cambio de los diferentes esquemas corporales (Buffone, 2019). Adicionalmente, la información aportada a nivel somatosensorial visual y vestibular es usada para obtener una buena calidad en el control postural, donde el cerebelo contribuye para lograr la estabilidad postural.
Desde lo enunciado, el esquema corporal se traduce en la forma en que el niño/niña se apropia del mundo a partir del uso de los objetos culturales. Es la apropiación que hace de dichos objetos y su incorporación en su propia conducta lo que le dará la posibilidad de utilizarlos como lo hacen todos a su alrededor. La percepción de los gestos, las formas, los movimientos, las posturas que el niño/niña va observando