la vez llorar como hombre? ¿Cómo podía ser omnisciente y a la vez no saber? Así pues quien debe revelarnos el misterio del Padre, está ante nosotros cubierto por el velo del misterio. (…) Por ende nunca salimos del mundo de lo incomprensible, en el que sólo la fe viva puede guiarnos. No debe asombrarnos que también el acontecer mundial y nuestra vida estén llenos de cosas incomprensibles.
El Señor llora, llora realmente con gran compromiso interior y no en apariencia. ¿Qué es lo que lo hace prorrumpir en llanto? Ante todo una razón auténticamente humana: Compasión y empatía con el dolor de los deudos que están allí llorando. Vale decir que Jesús se deja contagiar por sus llantos y lamentos, tal como nosotros mismos solemos hacer. Así dice la Sagrada Escritura: “Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, se conmovió y turbó” (cf. Jn 11, 33). En una homilía de un cuarto domingo de Cuaresma, Newman hace referencia a esa escena, trata de explicarla e integrarla al contexto que aquí nos interesa especialmente. Dice así:
“Esencia profunda de la compasión y empatía es el alegrarse con quienes están alegres y llorar con quienes lloran. Sabemos que así ocurre entre los hombres, y Dios nos dice que también Él sabe de compasión y tierna misericordia. Pero no entendemos con facilidad lo que eso significa: ¿cómo puede alegrarse o enojarse Dios? Porque precisamente en razón de la infinita perfección de su ser, el Omnipotente no puede manifestar empatía alguna, al menos no según la conciben seres tan limitados como nosotros. Él está oculto a nuestros ojos. Si se nos concediese verlo, ¿cómo percibiríamos signos de empatía en quien es eterno e inmutable? Él derrocha palabras y obras de empatía en nosotros. No obstante es justamente la visión de la empatía en los otros lo que nos conmueve y consuela más que los efectos de esa compasión. Si bien el Hijo de Dios tuvo para con nosotros una cuota de empatía tan grande como la de su Padre, no nos la manifestó mientras permaneció en el seno del Padre. Pero cuando se encarnó y apareció en la tierra, nos mostró la divinidad en una nueva revelación. Se revistió de cualidades propias de nuestra carne, asumiendo un alma humana y un cuerpo carnal, para hacer suyos pensamientos, sentimientos y mociones de la afectividad que se correspondiesen con los nuestros y fueran capaces de manifestarnos su tierna misericordia. El amor de Dios, el corazón compasivo del Eterno y Omnipotente, se digna a revelarse a nosotros de un modo comprensible para nosotros, vale decir, en el modo de la naturaleza humana.
Jesús lloró por lo tanto no sólo en razón de profundos pensamientos, de su comprensión en aquella hora, sino por ternura espontánea, por amistad y misericordia, por dulzura empática y amorosa, por el cariño, pródigo en cuidados, del Hijo de Dios para con la obra de sus manos, para con el género humano. En ese momento las lágrimas de los hombres lo conmovieron porque fue precisamente la miseria de los hombres lo que lo hizo descender del cielo. Su oído estaba abierto para ellos, y la voz de sus lágrimas halló enseguida el camino hacia su corazón.”
(…) En el trato con sus enemigos el Señor mantiene la misma actitud que observa para con sus amigos. Ejemplo clásico de esto es su conducta para con Judas, el traidor.
(c. Plan divino de amor, sabiduría y omnipotencia)
1.18 PERCIBIR Y RESPONDER LAS PEQUEÑAS SEÑALES DE DIOS
De: Ejercicios espirituales para PP. de Schoenstatt 1967
En: An seine Pars motrix, 8 (1967), 259-262
Sería un error, sería una especie de superficialidad, no reflexionar en estos días detenidamente sobre si nuestra vida personal no ha estado bajo una guía especial, una guía divina. Dicho en un estilo coloquial: Si no hemos sido por antonomasia hijos de la Divina Providencia, vale decir, hombres que de manera muy particular y original han sido guiados por Dios, y ciertamente - permítanme reiterar la frase -, si no hemos “estado bajo una guía divina”. Vale decir que el timonel ha tenido siempre en sus manos el timón. Nada es casual, no, no. Percibo palpablemente cómo Dios ha empuñado el timón; y naturalmente cómo también nosotros nos hemos esforzado, a cada paso, por asumir cada intención y acción del timonel.
Al menos para mí, una reflexión predilecta que yo me hacía incluso en el calabozo53 es la siguiente: Si lográsemos discernir los mínimos deseos y señales del timonel, y responderlas, ¡qué línea recta quedaría trazada a lo largo de nuestra vida!
Dicho con otras palabras, y considerado desde un punto de vista humano, muy humano: puede ocurrir que al recorrer nuestro camino seamos a veces muy negligentes en lo que se refiere a captar y responder a las señales de Dios. Por ejemplo, Dios, el timonel, da señal tras señal para que la barca de la Familia navegue siguiendo tal y cual dirección. Y nosotros no reaccionemos. Finalmente comenzamos a reaccionar, pero hasta ese momento habremos dejado muchas pequeñas señales sin observar. ¿Tendremos la fuerza necesaria para acatar la nueva señal? Desde el punto de vista teológico, podría dar diferentes explicaciones, por ejemplo, que Dios desde toda la eternidad lo ha planeado así. Pero piensen las cosas desde otro punto de vista: Si nos hemos educado para que en todas las situaciones que vivamos demos un “sí” a la mínima señal de Dios: ¡Qué fácil tendría que resultarnos entonces mantener la serenidad en todas las situaciones de nuestra vida, también en las más graves! Porque entonces estaríamos siempre preparados, sabiendo que Dios, como timonel de nuestra vida, es un Dios de amor, sabiduría y omnipotencia; que Dios no quiere jugar con nosotros; que Dios no sólo me quiere demostrar que puede hacer lo que quiera, sino que es el amor, el amor en persona. Por eso todo lo que acontezca en mi vida es expresión del amor paternal del Dios infinito. (…)
San Gregorio nos deja una hermosa reflexión que nosotros mismos pudimos habernos hecho; no obstante es un pensamiento misterioso: “Dios empuña las riendas del acontecer mundial como si no existiese el individuo, y cuida de las necesidades del individuo, incluso las mínimas, como si no hubiese comunidad”. Ciertamente la analogia entis es muy limitada. Aquí se nos aparece nuevamente el Dios vivo que está muy por encima de todo, todo lo puramente humano. Nos enfrentamos nuevamente al misterio.
(Sacramentalidad del momento)
Se habla de “la sacramentalidad del momento”. Visto con los ojos de la fe, ¿qué significa “la sacramentalidad del momento?”. ¿Qué entendemos por sacramento, por carácter sacramental? Un acontecimiento exterior como símbolo de una gracia interior. La sacramentalidad del momento, de cada momento, me señala el deseo de Dios Padre, y a la vez me ofrece la gracia que necesito para reconocer y cumplir la voluntad de Dios en cada momento.
(La fe en la Divina Providencia como una manera de entender el mundo)
Al escuchar ahora estas cosas integradas a un contexto armónico, tenemos que decir entonces lo siguiente: Para nosotros la fe en la Divina Providencia se ha convertido en una manera de entender el mundo. Así se lo solía escuchar antaño con frecuencia. No como si nosotros fuésemos también providencialistas, como si la fe en la Divina Providencia tuviera también un lugar en nuestro pensar y querer, no, no es eso. La fe en la Divina Providencia es la idea central, centralísima, de nuestro pensar y amar.
(Fe en la Divina Providencia y Alianza de Amor)
Sea como fuere, no pasen por alto que estamos hablando de la fe en cuanto fides caritate formata [fe informada por la caridad]. Aplicado a nuestra vida cotidiana: Fe en la Divina Providencia como fuente para el reconocimiento y realización de nuestra Alianza de Amor, como fuente y efecto, todo a la vez.
Más allá de todas las originalidades que podamos tener, todas pueden escribirse sobre la uña del pulgar.54 Por eso, si queremos ser y continuar siendo schoenstattianos auténticos, no resta otra cosa que poner siempre en primer plano ambas realidades: Fe en la Divina Providencia y Alianza de Amor. Fe en la Divina Providencia - fides caritate formata -. Alianza de Amor fundada en la fe en la Divina Providencia. La fe en la Divina Providencia nos señala entonces qué características asume en cada ocasión la Alianza de Amor. Y la Alianza de Amor nos invita a beber una y otra vez de la fuente de la fe en la Divina Providencia.
1.19 PLAN INFINITO DE AMOR Y SABIDURÍA55
De: Homilía del 18 de noviembre de 1962
En: Aus dem Glauben leben (Vivir de la fe), 4, 90-96
Strauss56