mientras el hierro se reservó para las armas y las herramientas. En los primeros momentos los objetos de bronces se importaron de China y Corea, pero pronto se empezaron a fundir en Japón, apartándose progresivamente de los modelos del continente hasta llegar a alcanzar un estilo completamente original.
Por otra parte, estas primeras piezas importadas de bronce resultan extremadamente útiles, porque muchas de ellas pueden datarse de forma precisa en sus contextos de origen, lo que nos aporta fechas de referencia para el periodo Yayoi. Naturalmente las fechas que se pueden extraer de estos objetos no son concretas, ya que no sabemos cuánto tiempo había pasado entre su fabricación en el continente, su llegada a Japón y su deposición en la tumba. Se trata de lo que en arqueología suele denominarse fechas post quem, es decir, del momento ‘a partir del que’ algo puede fecharse. Aún así, teniendo en cuenta la ausencia de escritura en Japón de esta época y la poca exactitud de la mayoría de los métodos de datación absoluta para momentos tan recientes, la información es preciosa.
El primer yacimiento donde se han hallado elementos Yayoi es el de Itatsuke, en la zona norte de Kyushu, del que hablaremos más adelante; cronológicamente se trata de etapas Yayoi muy tempranas, que pueden también enmarcarse en el periodo Jomon Final. El registro material que permite identificar la época Yayoi incluye molinos de piedra, una cerámica característica, evidencia de canales para el riego de campos de arroz, los útiles de metal a los que acabamos de aludir, y a menudo los propios granos de arroz, en su variante ‘japonesa’, de grano redondo, conocida con el nombre científico de oryza japonica. Todos estos elementos estaban íntimamente relacionados dentro del nuevo marco social Yayoi. Las nuevas técnicas de trabajo del metal y de la cerámica permitieron la creación de herramientas más eficaces y de contenedores más adecuados, que a su vez posibilitaron el desarrollo de la agricultura.
Este desarrollo permitió el crecimiento de la complejidad social, formándose grupos que demandaban cada vez más elementos metálicos de prestigio, retroalimentándose de esta manera la elaboración de objetos de bronce y hierro. Este círculo económico y social produjo una transformación sin precedentes en el paisaje natural y humano de Japón, y muchos especialistas consideran que en estos momentos se sentaron las verdaderas bases de la cultura japonesa que hoy conocemos.
Ya se dijo más arriba que hay investigadores que piensan que en época Yayoi llegaron a Japón gentes del continente, que habrían traído consigo las innovaciones agrícolas que marcaron la nueva etapa. Dicha oleada migratoria no está clara, y otros estudiosos defienden la expansión de los nuevos materiales y técnicas entre la propia población local Jomon. Sea como fuere, tanto el desarrollo de la agricultura como el trabajo de los metales parecen haber saltado a las islas desde el continente y haberse extendido desde el sur hacia el Norte. El sudoeste del país fue especialmente proclive al desarrollo de los asentamientos Yayoi, mientras el área nordeste, donde abundaron en su momento los yacimientos Jomon, no es tan rica en este sentido, probablemente debido a factores geográficos y climáticos.
Así pues, parece que en estos momentos se creó una suerte de ‘frontera cultural’ en la llanura de Kanto, con dos zonas diferenciadas, una al sur y otra al norte y este. Las fuentes escritas posteriores hablan, a principios del siglo VIII, de la presencia en estas áreas de Honshu del pueblo Emishi o Ezo, que no se homogeneizaría con el resto de la isla hasta el siglo siguiente. Estos Emishi son a menudo calificados de ‘peludos’, lo que hizo suponer durante mucho tiempo que la población de estas zonas habría tenido un fuerte componente Ainu. Por otra parte, el adjetivo ‘peludo’ se empleaba tanto en China como en Japón como sinónimo de ‘bárbaro’, por lo que no es tampoco improbable que estas tribus de ‘más allá de Kanto’ fueran, simplemente, ajenas al control político de la corte del siglo VIII y por lo tanto ‘bárbaras’, sin civilizar.
La transición entre tipos cerámicos fue probablemente el proceso más gradual de todos, y durante mucho tiempo, sobre todo en ciertas zonas, las nuevas y simples formas Yayoi convivieron con los antiguos modos decorativos cordados. Y, sin embargo, ambas clases de cerámica no pueden ser más distintas. Los vasos Jomon eran técnicamente muy toscos, pero con el tiempo su decoración se volvió extraordinaria; los cuerpos de las piezas se cubrían de motivos, mientras los bordes se ondulaban, se alargaban y se perforaban de manera fantástica. Las cerámicas Yayoi, por el contrario, apenas tienen decoración. Muchas piezas, sobre todo en los momentos más recientes, carecen por completo de ella, y los bordes de los vasos son rectos y lisos. El refinamiento de la arcilla de tonos claros y la sobriedad ornamental hacen que las cerámicas Yayoi resulten enormemente elegantes a los ojos contemporáneos. Aunque parezca increíble a la vista de las piezas, la cerámica Yayoi no está fabricada a torno. Al igual que ocurría durante el periodo Jomon, los artesanos de época Yayoi elaboraron sus vasos con la técnica conocida como pastillaje; se iban colocando rollos de arcilla de abajo a arriba hasta terminar la forma deseada, y después se unían y borraban las junturas y se pulía toda la superficie. A continuación, las piezas se cocían en hogueras al aire libre.
La manera de construir las casas no varió de forma significativa en época Yayoi, ya que siguieron edificándose pequeñas viviendas semisubterráneas de planta oval, como las del famoso yacimiento de Toro, en la actual prefectura de Shizuoka. Lo que sí cambió, de manera cada vez más más clara a medida que avanzaba el periodo Yayoi, fue el tipo de utensilios. Aunque los anzuelos, proyectiles y puntas de jabalina característicos de la etapa Jomon, adecuados para actividades de caza y recolección, no desaparecieron, se vieron enormemente reducidos, mientras aumentaban de forma exponencial los molinos, morteros, azadas y otros aperos agrícolas. Los modelos de los utensilios también crecieron en número con el correr de los años: por poner un ejemplo, en el Yayoi Inicial se empleaban solamente cuatro tipos básicos de azada, mientras en el Yayoi Medio la cifra se multiplica por dos.
Algunos yacimientos Yayoi, como el ya mencionado de Toro, han proporcionado numerosos e interesantes útiles de madera, conservados gracias a las condiciones de humedad ininterrumpida. De hecho, la mayoría de los aperos Yayoi para el arroz se elaboraban con madera, normalmente de roble, con la que se consiguen filos muy duros y resistentes. Resulta curioso que para confeccionar estos aperos de madera se usaran instrumentos de hierro, pero que el metal no se aplicase a los propios instrumentos. Solo mucho más tarde, en época Kofun, comenzarían a hacerse palas y azadas con filos de hierro. De Toro vienen, por ejemplo, cuencos, azadas, rastrillos, sandalias para caminar por los arrozales, taburetes, curiosos instrumentos para hacer fuego, e incluso restos de barcas de albufera. Está claro que las actividades de la sociedad Yayoi eran radicalmente distintas a las de la sociedad Jomon.
En época Yayoi se documentan además por primera vez animales como la vaca y el caballo. El jabalí, que se consumía desde el periodo Jomon, siguió cazándose, y tal vez llegó a criarse o, al menos, a estabularse, aunque pronto sería sustituido por el cerdo doméstico, importado de China.
Como ya vimos, las excavaciones arqueológicas en las necrópolis indican que en época Jomon existía una cierta diferenciación social. Esta diferenciación se hizo aún más evidente a lo largo del periodo Yayoi. Los ajuares de las tumbas más ricas incluían espejos de bronce, cuentas de vidrio y monedas chinas importadas, y a partir del Yayoi Medio se construyeron auténticos túmulos funerarios, como el de Uriyudo, precursores, a menor escala, de los grandes monumentos que se levantarían en el periodo siguiente, conocido como periodo Kofun. Al igual que ocurrió en otras zonas del planeta, el desarrollo de la nueva sociedad agrícola fue paralelo al nacimiento de las estructuras económicas y sociales que derivarían con el correr de los siglos en una organización estatal. Muy significativo en este sentido es el hecho de que en el periodo Yayoi aparezcan también los primeros yacimientos fortificados, como el de Otsuka.
Al igual que ocurría en el periodo Jomon, la ausencia de fuentes escritas hace que todo lo que podemos decir sobre el mundo de las creencias Yayoi sea meramente especulativo. La presencia de objetos de claro carácter ritual y/o ceremonial es, sin embargo, evidente. Son célebres en este sentido las grandes piezas de bronce en forma de campana y los conjuntos de armas. Las armas incluyen espadas, lanzas y alabardas, y están fabricadas con hojas muy finas de metal, que hacen imposible su uso en combate. Las campanas, por su parte, son enormes y presentan una cuidada decoración, pero no están pensadas para sonar. Los hallazgos podrían indicar