Carmelina Paba Barbosa

Emociones, inteligencias múltiples y rendimiento académico en universitarios


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académico (Machado-Duque et al., 2015; Niño, Barragán, Ortiz y González, 2018; Prichard y Hartmann, 2019).

      Por otra parte, Velásquez, Puentes y Castro (2014), en un estudio realizado con estudiantes de ingeniería de sistemas, manifiestan que el RA está asociado con las puntuaciones obtenidas en la medición de las inteligencias múltiples. En esta misma línea, Salcedo (2016), en el estudio titulado Inteligencias múltiples y rendimiento académico de estudiantes universitarios en Huancayo, 2015, encontró que, de acuerdo con las carreras, es probable que haya mayor significancia entre un tipo de inteligencia múltiple y el RA. Así, la inteligencia interpersonal y el RA se correlacionan significativamente en los estudiantes de ingeniería ambiental, minas e industrial. También, entre la inteligencia verbal y el RA de los estudiantes de civil, hay una correlación significativa, mientras que en los ingenieros electrónicos existe relación entre el RA y la inteligencia kinestésica.

      Además, se ha revelado un nivel de significancia alto entre la inteligencia matemática y el RA (Prada et al., 2018). Lo anterior evidencia que, de acuerdo con la naturaleza de la carrera profesional que se esté estudiando, puede reconocerse una significancia entre el RA y algún tipo de inteligencia múltiple, hecho que es representativo si se analiza desde una perspectiva de orientación vocacional e inclusión laboral según los perfiles y competencias requeridas en cada campo.

      Pese a los resultados de las investigaciones anteriores, autores como Martínez, Salguero y Fernández (2016) afirman, en su artículo sobre la creatividad, las inteligencias múltiples y el RA con uso de TIC, que el RA, ya sea en el promedio general o por asignaturas, y las inteligencias múltiples no se correlacionan de manera significativa.

      En virtud de lo señalado, es necesario analizar la incidencia que hay entre el RA y las inteligencias múltiples, para reconocer si hay o no significancia positiva o negativa entre ambas variables, e inclusive en cómo ellas pueden contribuir en la mejora del proceso de orientación vocacional e inserción laboral. De esta forma, si se reconoce que la inteligencia y sus múltiples dimensiones tienen un papel importante, producto de las implicaciones en el RA, se hará imprescindible aumentar las investigaciones para generar mayor conocimiento (Closas et al., 2017) y determinar, entre otros aspectos, la influencia o grado de asociación con el RA.

      También las emociones positivas y el apoyo de la autonomía han demostrado un resultado representativo sobre el RA (Oriol, Mendoza, Covarrubias y Molina, 2017). De este modo, se han encontrado correlaciones entre la inteligencia emocional y el RA, en las cuales dimensiones como las destrezas intrapersonales, la adaptabilidad y el control de las situaciones que provocan estrés han tenido mayor puntuación, llegando a considerarse como predictores del logro académico (Newsome, Day y Catano, 2000; Páez y Castaño, 2015).

      Garello y Rinaudo (2013) revelan la importancia que constituye la emoción y la reflexión sobre el quehacer académico, de manera que afectan el RA de los estudiantes. También, otras investigaciones (Cleary, Dembitzer y Kettler, 2015) afirman que las estrategias afectivas hacen referencia a cómo el estudiante reconoce sus emociones y sentimientos frente a una tarea en el contexto académico. Reconocer las emociones y los sentimientos y realizar autoevaluación de los resultados de aprendizaje permiten al individuo generar mayor interés o establecer mayor esfuerzo para alcanzar mejores resultados en su desempeño o rendimiento académico.

      Mega, Ronconi y De Beni (2014) modelaron una ecuación estructural con los resultados académicos de 5.805 estudiantes de diferentes programas de pregrado en metodología presencial de la Universidad de Padua (Italia), e identificaron que las emociones negativas y la baja motivación no presentan valor predictivo para un alto rendimiento académico en la carrera. Por su lado, Paoloni y Vaja-Arabela (2013) en su estudio hallaron que, cuando un alumno confía en su potencialidad para lograr el éxito en el RA, esta se asocia con emociones positivas (esperanza y orgullo).

      En un estudio más reciente, Leung y Tan (2016) estructuraron un modelo explicativo en el que incluyeron emociones positivas y aprendizaje autorregulado con estudiantes de pregrado de Hong Kong. El análisis permitió evidenciar que el RA alto de los estudiantes puede verse influenciado por las relaciones consistentes que se establecen con la madre, lo que redunda en emociones positivas y, por ende, se presenta un despliegue de habilidades de aprendizaje que impacta en el RA.

      De acuerdo con lo anterior, la inteligencia emocional se establece como un constructo que facilita que los estudiantes posean un repertorio de habilidades que favorecen y potencializan los procesos de aprendizaje. El despliegue de destrezas sociales y el manejo de emociones dotan al estudiante de motivación hacia los objetivos correctos, generando un mayor esfuerzo en el desarrollo de las actividades escolares que influyen positivamente sobre el RA.

      Desarrollar en el estudiantado reconocimiento en sus emociones y sentimientos constituye en sí una herramienta necesaria e indispensable para mejorar el aprendizaje y el RA en los centros de educación. La inteligencia emocional debe ser entonces comprendida dentro del sistema educativo como ese factor que confiere al estudiante un conjunto de habilidades y confianza en sus capacidades, lo que le permite enfrentar los retos académicos, convirtiéndose en un factor que puede predecir un buen RA. En este sentido, Extremera y Fernández-Berrocal (2003) manifiestan que una buena salud mental actúa como un efecto mediador en el RA.

      La correlación existente entre RA, estrés y trastornos afectivos, para González, Delgado, Escobar y Cárdenas (2014) es bidireccional, o sea, un bajo RA puede generar la aparición de síntomas depresivos; a su vez, los trastornos afectivos posiblemente provoquen bajo RA, debido a la afectación en áreas tales como atención, memoria y toma de decisiones. Esto confirma el carácter multimodal de la variable, así como la necesidad de hacer intervenciones multidisciplinares en las que se reconozcan factores académicos y psicológicos de los estudiantes, ya que todo ello redunda sobre los procesos de enseñanza y aprendizaje.

      Otros autores han encontrado asociaciones significativas entre el RA y la depresión moderada, y resaltan que esta relación no solo afecta el aprendizaje, sino también la salud mental y el bienestar psicológico de los alumnos (Ferrel Ortega, Vélez y Ferrel Ballestas, 2014). Al respecto, Franco et al. (2017) refieren que la adaptación a la vida universitaria requiere de un repertorio emocional o del manejo de las alteraciones mentales o afectivas preexistentes, para evitar que sean precipitantes de situaciones de crisis o factores de riesgo relacionados con la ideación suicida.

      Owens, Stevenson, Hadwin y Norgate (2012) afirman que la depresión se encuentra asociada con un bajo rendimiento académico y, a su vez, apoyan la hipótesis de que la preocupación y las funciones ejecutivas influyen sobre la relación entre afecto negativo y RA. Asimismo, en una investigación realizada en estudiantes de medicina, se halló que la ansiedad y la depresión están relacionadas con problemas del RA, y que esta asociación inversamente proporcional aumentaba en los periodos de exámenes (Mihăilescu, Diaconescu, Ciobanu, Donisan y Mihailescu, 2016)

      Los estudios en mención evidencian la relación significativa entre la depresión y el RA. Se destaca entonces que los estados depresivos pueden afectar de manera negativa el RA y, por supuesto, la salud mental, desencadenando situaciones críticas y de riesgo que también se encuentran ligadas al estrés y a los trastornos afectivos preexistentes, que aparecen generalmente cuando los estudiantes se enfrentan a retos en temporada de evaluaciones. Es importante destacar que se encuentra una relación en doble vía, pues el deficiente resultado en el RA puede traer estados o síntomas depresivos, y cuando aparece la depresión, esta puede afectar el RA.

      La asociación entre el RA y las diferentes variables denota la importancia de ser estudiado desde una perspectiva que permita un abordaje integral de la variable, que propicie, a su vez, un enfoque que coadyuve en la toma de decisiones y en mejorar los niveles de pertinencia, equidad y calidad educativa dentro de un contexto en donde la cualificación del capital humano se hace cada vez más exigente (Garbanzo, 2007). Lamas (2015) refiere que el estudio de los diversos factores que tienen incidencia