Alejandra Delgado

Conversaciones con la naturaleza. Ensayos Cognitivos desde los Andes


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      Esta transformación, en el marco de la lógica de acumulación de capital, provoca la acelerada apropiación privada del conocimiento social, más aún cuando la dinámica de esta tecnología tiende a democratizar las invenciones científico-tecnológicas. Lo expuesto encuentra su explicación en razón de que los usuarios de esta tecnología pueden transformarse en creadores y tomar el control, lo que produce una alteración en el circuito producción-consumo. Dicho de otra manera, la oferta de muchos de los servicios que se consumen pueden ser asumidos directamente por el consumidor, el consumidor puede convertirse en el propio productor de sus productos e incluso empezar a venderlos.

      La privatización del conocimiento social permite que éste se coinvierta de manera directa en la mercancía privilegiada para la ganancia y acumulación de capital, en el marco del surgimiento de las multinacionales del conocimiento y el dominio del capital financiero. En rigor, no es que el conocimiento se acumule, sino que al ser atrapado por el capital financiero, que a través de los procesos de calificación de calidad produce su valorización, lo convierte en valor de cambio. En este proceso el conocimiento no solo que se privatiza, sino que abre paso a la privatización de todos los espacios donde éste se produce: Sistema Universitario, Centros de investigación, Culturas diversas, Centros de innovación y creación científica, artística y cultural. De esta manera la economía y la cultura quedan articuladas por efecto de la nueva tecnología de la información digital, más aún, la cultura queda subsumida al capital.

      Con el signifícate propiedad intelectual y todo el campo simbólico-jurídico que él articula, los capitalistas cognitivos acaban con la escisión entre la industria y la tecnología, de un lado, y las obras artísticas y espirituales, de otro. La información digital mezcla la economía y la cultura. “En Internet se ensamblan partes de un programa de software (similar como generador de ganancias de productividad a los bienes de capital fordistas) y se descargan libros, en ambos casos intercambiando bits” (Zukerfeld, 2008, p.7).

      Es común en los tiempos de la propiedad intelectual hablar de Economía del Conocimiento e Industrias Culturales, concepto último que ya se trabajó en los textos de la primera Escuela de Frankfurt, y que muestra la colonización de la cultura por la economía, así como el paso del capitalismo industrial al cognitivo. Esta transformación indica que el régimen de propiedad privada se extiende a todo el ámbito de la vida social, todo, incluidas las creaciones culturales (artísticas, espirituales, religiosas) se vuelven mercancías. “Sin dudas, la cantidad de bienes sujetos a las distintas formas de Propiedad Intelectual se ha incrementado drásticamente con el advenimiento del capitalismo cognitivo” (Zukerfeld, 2008, p.12).

      Cada civilización de masas en un sistema de economía concentrada es idéntica a su esqueleto –la armadura conceptual fabricada por el sistema- comienza a delinearse. Film y radio no tienen más necesidad de hacerse pasar por arte. La verdad de que no son más que negocios les sirve de ideología, que debería legitimar los rechazos que practican deliberadamente. Se autodefinen como industrias y las cifras publicadas de las rentas de sus directores generales quitan toda duda respecto a la necesidad social de sus productos. (Horkheimer y Adorno, 1969, p.147)

      La idea expuesta en la cita aplica también para el conocimiento y la investigación académica. Con la última reforma universitaria de Bolonia, la Universidad no tienen más que hacerse pasar por centro de pensamiento autónomo, cada vez más se muestra en su verdad de empresa movida por la tecnología. Como toda industria, la Industria Cultural y la Industria del Conocimiento suponen un método de reproducción que conduce a que en innumerables lugares necesidades iguales sean satisfechas por productos standard (Horkheimer y Adorno, 1969). Esta técnica de reproducción opera con un círculo de manipulación y necesidad (la producción produce el consumo) que afianza el sistema.

      Al final, se trata del poder de la técnica y de sus dueños sobre la sociedad misma, el poder de los económicamente más fuertes. “La racionalidad técnica es hoy la racionalidad del dominio mismo. Es el carácter forzado de la sociedad alienada de sí misma” (Horkheimer y Adorno, 1969, p.147).

      La lógica “democrática” de la Industria Cultural y del Conocimiento, forma una masa de receptores de los mensajes del poder, sin ninguna capacidad de interactuar y menos de discrepar. El espacio del diálogo (intercambio racional de opiniones argumentadas) es invadido por una epidemia de ideas empobrecidas como datos (productos informativos, productos culturales, productos académicos, etc.) que son lanzadas al mercado cultural, en busca de un consumidor que realice su valor como ganancia mercantil. Por su parte, las redes sociales están saturadas de opiniones tiradas al espacio virtual, que son recibidas epidérmicamente por destinatarios eventuales y transitorios que no logran establecer espacios de comunicación real. Las pocas conversaciones quedan en la oscuridad, ante la ausencia de entendimiento racional.

      La Industria cultural clasifica y organiza a los consumidores en la perspectiva de adueñarse de ellos sin desperdicio “Para todos hay algo previsto a fin de que nadie pueda escapar; las diferencias son acuñadas y difundidas artificialmente”. El hecho de ofrecer al público una jerarquía de cualidades en serie sirve solo para la cuantificación más completa” (Horkheimer y Adorno, 1969, p.149). En este sentido, el comportamiento de los consumidores es determinado previamente a partir de estudios estadísticos que aseguran la venta de productos y la realización de su valor. Así, las personas son reducidas a una masa de consumidores distribuidos en grupos según su volumen de capital al interior del mapa del mercado cultural.

      La lógica de las industrias culturales, hoy radicalizadas gracias a la tecnología de la informatización, produce industrialmente masa de consumidores automatizados, que son la evidencia de una sociedad irracional tomada por la racionalidad técnica.

      Decadencia Ambiental

      Se comprende por lo dicho hasta aquí, que la incorporación permanente de nueva tecnología en los procesos productivos conlleva: por un lado, la expulsión ampliada de mano de obra no calificada para la última tecnología y, por otro lado, el incremento en la demanda de materia prima, es decir de recursos naturales. Este segundo aspecto explica el inmenso deterioro ambiental que se vive en este punto de la curva civilizatoria, que ha llevado a algunos autores a definir a las fuerzas productivas capitalistas como fuerzas destructivas de la naturaleza.

      Las fuerzas productivas escasas, y particularmente las capitalistas, son enajenadas y su desarrollo descompuesto, pero con fases, así que, además de enajenado y descompuesto, puede llegar a ser también decadente como forma redoblada de enajenación cuyos efectos nocivos predominan sobre los benéficos. Así recién ha concluido de modo preliminar la subsunción real del trabajo bajo el capital en los principales países europeos comienza ahí la decadencia de las fuerzas productivas capitalistas. (Veraza, 2012, p.170)

      Cuando se habla de decadencia de las fuerzas productivas se hace referencia a que dejaron de ser emancipadoras y devinieron en alienantes y destructoras, tanto del ser humano como de la naturaleza. Se estaría viviendo la fase declinante de las fuerzas productivas que coincide con la fase de integración y diferenciación decreciente de la curva civilizatoria. Marx en muchas de sus obras trata la destrucción del medio natural por efecto de la estructura capitalista de explotación excesiva. Desde aproximadamente los años 50 del siglo pasado, se puso en marcha la profundización del modelo extractivo –ampliación y profundización de la extracción de recursos naturales para alimentar la aceleración del proceso productivo- gracias a la informatización de la producción. Este modelo productivo se encuentra atado a las exigencias del capital corporativo transnacional que demanda cada vez mayor volumen de recursos naturales no renovables (petróleo, minerales, productos agrícolas) para lo cual busca el control de los territorios, la biodiversidad, las fuentes de agua y energía. Los efectos del extractivismo son extremadamente negativos para la calidad de vida de las poblaciones sobre todo campesinas y ancestrales, así como para los ecosistemas que las soportan.

      El daño en el medio ambiente que provocan las fuerzas productivas capitalistas en su época de declinación es innegable.

      Los cambios más notorios y preocupantes son los asociados con el cambio del clima, el aumento de los fenómenos climáticos extremos, el aumento de la temperatura, la disminución de la precipitación media y las consecuentes sequías,