Lawrence M. Friedman

Río torrentoso


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rel="nofollow" href="#ulink_345826ea-df9b-5ea5-b62a-4759b002d7eb">8 Larry Long, Migration and Residential Mobility in the United States (1988), p. 29.

      9 Patricia Kelly Hall y Steven Ruggles, “Restless in the Midst of Their Prosperity: New Evidence on the Internal Migration of Americans, 1850-2000”, J. American History 91:829 (2004).

      10 Lawrence M. Friedman y Paul Davies, “California Death Trip,” Indiana L. Rev. 36:17 (2003).

      11 Andrew Miles, Social Mobility in Nineteenth and Early Twentieth-Century England (1999), pp. 177-178.

      12 Ver en general, Alexander Keyssar, The Right to Vote: The Contested History of Democracy in the United States (2000).

      13 Frances Trollope, en Domestic Manners of the Americans (published originally in 1832), sostuvo que en los Estados Unidos “llamar sirviente a un ciudadano libre implica más que una pequeña traición a la República”. En su opinión, para una mujer joven, incluso la “pobreza abyecta” era “preferible al servicio doméstico”, lo que probablemente era una exageración. Ibid (1949 edition, p. 52).

      14 Ibid., p. 234. Masticar tabaco era “un hábito vil y universal.”

      15 Anthony Trollope, North America (publicado originalmente en 1862); la cita es de una edición de 1951, pp. 266-267.

      16 Ver en general, J. R. Pole, The Pursuit of Equality in American History (2nd ed., 1993).

      17 Frances Trollope, Domestic Manners of the Americans, p. 121.

      Capítulo 2

      Un gemelo malvado

      La famosa novela de Robert Louis Stevenson, El extraño caso del Dr. Jekyll y el Mr. Hyde, se publicó en 1886. El Dr. Henry Jekyll, el personaje principal, es un inglés que vive en Londres; él es un miembro de la clase alta, un hombre con sirvientes, un hombre que viaja entre círculos exclusivos. Desde su nacimiento, el Dr. Jekyll, según cuenta su historia, había sido dotado de “piezas excelentes” y de un suministro importante de dinero, lo que le parecían garantizar “un futuro honorable y distinguido”. Sin embargo, el Dr. Jekyll también era culpable de “irregularidades”; él hablaba de una “profunda duplicidad de la vida”. (Stevenson nunca nos dice en qué consistían estas “irregularidades” o “duplicidades”). El Dr. Jekyll cree que el hombre tiene una especie de “naturaleza dual”; una persona como él tiene un ser externo respetable y un ser interno, más propenso al mal. A través de ciertas drogas, el Dr. Jekyll puede liberar ese ser interior y malvado. Puede convertir al Dr. Jekyll en una criatura enana y siniestra, a quien le da el nombre de Edward Hyde. Hyde es el alma del mal. Para otras personas, que lo ven en las calles, parece feo y deformado, aunque nadie puede identificar ninguna deformidad específica. Las drogas hacen que el Dr. Jekyll sea capaz de “destronar” al ser exterior, dejando que la criatura demoníaca, el Mr. Hyde, se suelte en el mundo. Las drogas superan “la verdadera fortaleza de la identidad”; Hyde merodea por la ciudad, cometiendo crímenes, de los cuales, por supuesto, lamenta cuando vuelve una vez más a su otro yo, el bueno y respetable Henry Jekyll. Esta situación tenía que terminar en tragedia; y sucede así cuando Hyde comete un asesinato; las drogas comienzan a perder el poder de revertir la personalidad de Hyde; esta personalidad parece tomar el control completamente cada vez más. El Dr. Jekyll se da cuenta de que no hay salida para él; tanto Jekyll como Hyde deben morir; y así lo hacen.

      En la famosa novela de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, un conocido artista, Basil Hallward, pinta un retrato de Dorian Gray, un hombre joven y guapo de la sociedad educada. En una especie de pacto con el demonio (los detalles son oscuros), Gray logra un estado inusual: se mantendrá joven y guapo, mientras que en el retrato, escondido en la casa de Gray, envejecerá. Y de hecho así lo hace, volviéndose cada vez más horrible y desagradable, mientras que el Dorian Gray exterior permanece exactamente como era. Gray, mientras tanto, cae bajo influencias malvadas, y su vida se convierte en una búsqueda pecaminosa de placer. Hallward, el artista, que visita a Gray en su casa, está horrorizado con lo que ha hecho —el retrato ahora es feo, desagradable. Gray y Hallward discuten, y Dorian Gray apuñala a Hallward hasta la muerte. Después de dieciocho años de crímenes y libertinaje, Gray lamenta su vida pecaminosa. Al final, arrepentido y lleno de desesperación, Gray toma un cuchillo y corta el retrato con el mismo cuchillo que usó para matar a Hallward, y luego decide suicidarse. Lo encuentran muerto, con un cuchillo incrustado en el cuerpo, su cara se ha vuelto vieja y fea; el retrato, mientras tanto, ha vuelto a su etapa anterior; muestra a un hombre joven y guapo —Dorian Gray, tal como era y tal como apareció en el mundo exterior, más de 18 años antes.

      La novela de Wilde se publicó aproximadamente al mismo tiempo que la novela de Stevenson. Es un trabajo complejo, toca muchos temas, sobre la naturaleza del arte y el artista, sobre el bien y el mal. Pero, en cierto sentido, también, la novela puede verse como una especie de versión invertida de la historia de Jekyll-Hyde. El retrato feo y deformado es un aspecto de Dorian Gray —es, en cierto sentido, el verdadero Dorian Gray, que corresponde al malvado Mr. Hyde. En cierto modo, tampoco hay un Dr. Jekyll aquí. El hombre joven y guapo que todos ven, la identidad externa, no es el verdadero Dorian Gray: Dorian es (o se convierte en) un villano —un asesino, de hecho. El enigma de la identidad personal es común a ambas obras. Al encontrarse con Dorian Gray en la calle, o en un salón, nadie podía darse cuenta de su secreto: el retrato, oculto en las profundidades de su casa, envejeciendo y volviéndose feo con el paso del tiempo. Y, como la historia de Jekyll-Hyde, la historia de Dorian Gray estaba destinada a terminar en tragedia. La vida de Oscar Wilde, como sabemos, también terminó en tragedia; y también debido a una identidad dividida en la vida real: Wilde, el talentoso y famoso hombre de letras; y Wilde, el que escondía su homosexualidad en el closet; o quizás el homosexual que no estaba lo suficientemente encerrado en el closet.

      La literatura victoriana, en general, parecía obsesionada con las dualidades de la identidad, reflejando el mundo borroso, confuso y complejo del siglo XIX, que era un mundo cada vez más urbanizado. Las novelas de Stevenson y de Wilde estaban situadas en Londres, una megalópolis enorme y mórbida,