una extraña mezcla de tristeza y esperanza.
– ¿Cómo te llamas?
– Brad – respondió el joven.
– Tienes razón, Brad. Tal vez ya sea demasiado tarde. Pero, incluso si es así, ¿eso significa que debemos rendirnos? ¿Significa que no debemos intentarlo?
Brad no respondió. Simplemente se quedó sentado, mirando el agua de la fuente, pensando. Pensaba que, tal vez, el viejo no estaba tan equivocado. Y que, incluso si no había esperanza, valía la pena intentarlo. Al menos por uno mismo. Al menos por aquellos que vendrían después.
Y dijo:
– Incluso si todas las personas de repente se volvieran puras en sus pensamientos y dejaran de competir, eso no detendría a los extraterrestres si realmente quisieran hacer algo. E incluso si comenzamos a cuidar la naturaleza, ya es demasiado tarde para cambiar algo. Los cataclismos ya han comenzado, y solo se intensificarán.
El viejo miró atentamente a Brad, sus ojos brillaban con una luz interior extraña. Respondió:
– Tienes razón, Brad. Los pensamientos puros y las buenas intenciones no son suficientes. Pero es solo el primer paso. Si las personas no cambian, no podrán cambiar el mundo que las rodea. Los extraterrestres… no son enemigos. Solo son observadores. Esperan ver si podemos entender nuestros errores y corregirlos. Si no lo hacemos, nuestro destino estará sellado.
Brad reflexionó. No estaba seguro de creerle al viejo, pero algo en sus palabras sonaba convincente. Tal vez no era solo una teoría de la conspiración, sino una advertencia que valía la pena escuchar. Brad comenzó a visitar la fuente con más frecuencia para hablar con el viejo, haciéndole preguntas sobre el futuro, la naturaleza y lo que se podía hacer para cambiar algo.
El viejo, por su parte, veía en Brad a alguien que quizás podría llevar sus ideas a otros. Le decía:
– Tú, Brad, eres uno de los pocos que puede ver más allá de su propia nariz. Pero recuerda, incluso cuando todo parece perdido, siempre hay una oportunidad. Una oportunidad de cambiarte a ti mismo, y a través de ti, el mundo que te rodea.
Y aunque la mayoría de la gente seguía sin tomar en serio al viejo, Brad comenzó a notar que su propia visión del mundo estaba cambiando gradualmente. Empezó a pensar más en la naturaleza, en sus acciones y en lo que cada persona podía hacer para mejorar un poco las cosas. Tal vez el viejo era extraño, pero sus palabras, como semillas, comenzaron a germinar en la mente de Brad, y quién sabe a dónde podrían llevarlo…
El viaje al supermercado.
En un sábado, Emma, como de costumbre, se subió a su coche para ir de compras. El día estaba cálido, casi perfecto para ese tipo de tarea. El sol brillaba suavemente a través de las ligeras nubes, y la ciudad estaba viva con su rutina habitual: las cafeterías en la calle principal estaban abiertas, el aroma del café recién hecho se percibía en el aire, y los niños jugaban con una pelota en el parque, riendo y gritando. Una ligera brisa traía consigo el olor de la hierba recién cortada y de los frutos secos fritos de un puesto en la esquina, creando un acogedor ambiente de día de descanso.
Emma encendió la radio, sintonizando su emisora favorita, y se dirigió por la ruta conocida. Planeaba hacer algunas compras en el supermercado, y luego, quizás, parar en una cafetería para tomar un café y descansar un poco. Pero sus planes cambiaron drásticamente cuando su coche se detuvo repentinamente en medio del camino. Intentó encenderlo nuevamente, pero el motor solo dio unos débiles intentos antes de callarse por completo.
Emma suspiró, dándose cuenta de que su viaje al supermercado se había convertido en un verdadero problema. Bajó del coche, lo inspeccionó, pero al no tener conocimientos especiales en mecánica, pronto comprendió que no podría hacer nada por sí misma. Llamó a un taller cercano, donde le prometieron ayudarla lo más pronto posible.
Detrás de ella llegó James en su remolque, enorme y reluciente, como si acabara de salir de fábrica. Él era su viejo amigo, y cuando Emma le llamó en pánico, él, sin dudarlo, dejó todo y acudió en su ayuda. James siempre fue así: confiable, listo para ayudar en cualquier situación. Su remolque, al que cariñosamente llamaba "El Monstruo", era su orgullo y su fuente de ingresos, pero hoy se convirtió en el medio de rescate para Emma.
Él salió de la cabina, sonrió con su amplia y amable sonrisa y dijo:
– ¿Qué pasó, Emma, metiste la pata de nuevo? Emma rodó los ojos, pero sonrió en respuesta.
– No empieces, James. Simplemente el coche decidió que hoy no era su día.
Emma se sentó en la cabina del remolque, sintiéndose un poco avergonzada por haber distraído a James de sus deberes. Pero él, como siempre, estaba tranquilo e incluso bromeaba en el camino, contando historias divertidas de sus viajes. Emma no pudo evitar reírse, a pesar de todos los contratiempos de ese día.
Cuando llegaron, Emma entró en un pequeño taller de reparación de automóviles, donde olía a aceite y metal. Detrás del mostrador, absorto en su portátil, estaba Michael: un chico delgado con gafas que sabía más de codificación que de coches, y ayudaba con la electrónica.
– Jefe, supongo que ya has recibido el pago, ¿verdad? ― dijo perezosamente, sin apartar la vista de la pantalla. ― ¿O estamos trabajando aquí por pura gratitud, como voluntarios en un refugio?
James, sin mirarlo, continuaba sirviendo café en su taza.
– La conocemos desde hace tiempo, ― respondió finalmente. ― Así que no seas quisquilloso y sé un poco más educado. No tenemos estas visitas todos los días.
Michael finalmente apartó la mirada de la pantalla, mirando a James con sospecha.
– Oh, visitas, ― rodó los ojos. ― Es decir, si entiendo correctamente, ella no es solo una clienta, sino una visita especial. ¿Lleva corona en la cabeza? ¿O tal vez tiene una varita mágica que convierte tus "no" en "sí"?
– Tiene algo aún más interesante, ― James se acercó con picardía, dando un sorbo al café. ― Un talonario de cheques. Y, por lo que parece, no duda en usarlo.
– Ajá, ― Michael finalmente se levantó de la silla, mirando a James con desconfianza. ― Entonces, si me paro ahora, sonrío y digo algo como "Bienvenidos a nuestra modesta tienda", ¿me suben el sueldo? ¿O al menos me dan un bono en forma de comida gratis?
– Recibirás un bono en forma de seguir trabajando aquí, ― respondió bruscamente James, dejando la taza en la mesa. ― Y, por cierto, si pregunta, eres nuestro mejor empleado. ¿Entendido?
– El mejor empleado, ― Michael gruñó, sumergiéndose nuevamente en el juego. ― Claro, por supuesto. Y tú eres el jefe más honesto del mundo. Y nuestro café, por cierto, también es el mejor. Aunque no le recomendaría probarlo, a menos que esté planeando conocer al médico local hoy. James suspiró y se dirigió hacia la puerta, murmurando algo sobre "juventud" y "falta de educación". Mientras tanto, Michael, quedándose solo, sonrió y agregó:
– Y sí, jefe, si pregunta, también he recibido el pago.
James era un ex militar que se retiró después de 8 años de servicio. Había perdido a su familia en un accidente automovilístico y ya no veía sentido en continuar su carrera militar, optando por regresar a una vida tranquila como mecánico en un pequeño taller de reparación de autos. Siempre le apasionaron los coches: le encantaba desarmar y armar motores, restaurar coches antiguos.
Cuando terminaron la reparación, la chica miró hacia abajo, sintiéndose incómoda.
– Oops… Me… olvidé la cartera en casa. Me siento tan avergonzada… James simplemente sonrió, limpiándose el aceite de los dedos.
– La verdadera ayuda no requiere pago. La gente debería apoyarse mutuamente simplemente porque es lo correcto.
Ella lo miró sorprendida.
– ¿En serio piensas eso?
– Sí. El mundo sería un lugar mejor si las personas