Morgan Rice

El Despertar Del Valiente


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Kyra se quedó plantada en el piso incapaz de voltear a otra parte. Su corazón latía sabiendo que este estaba destinado para ella.

      “Elijo a este,” le dijo a Baylor.

      Baylor se sorprendieron y la miraron como si hubiera perdido la cabeza. Un silencio de asombro le siguió.

      “Kyra,” empezó Anvin, “tu padre nunca te permitiría – ”

      “Es mi elección, ¿o no?” respondió ella.

      Él frunció el ceño y puso sus manos en la cadera.

      “¡Ese no es un caballo!” insistió. “Es una criatura salvaje.”

      “Te matará en cuanto pueda,” añadió Baylor.

      Kyra se volteó hacia él.

      “¿No fuiste tú el que me dijo que confiara en mis instintos?” preguntó. “Pues aquí es a donde me han llevado. Este animal y yo pertenecemos juntos.”

      El Solzor de repente golpeó con sus enormes patas rompiendo otra puerta de madera, mandando pedazos por todas partes mientras los hombres se cubrían. Kyra estaba en shock. Era salvaje e indomable y magnífico, un animal muy grande para este lugar, muy grande para la cautividad, y muy superior a los otros.

      “¿Por qué debe ella tenerlo?” preguntó Brandon acercándose y empujando a otros al pasar. “Después de todo yo soy mayor. Yo lo quiero.”

      Antes de que pudiera responder, Brandon se acercó para reclamarlo. Trató de saltar a su espalda y al hacerlo, el Solzor se sacudió salvajemente y se lo quitó de encima. Voló a través de los establos e impactó en una de las paredes.

      Braxton entonces se acercó como para reclamarlo también, y mientras lo hacía, este giró su cabeza y rasguñó uno de los brazos de Braxton con sus colmillos.

      Sangrando, Braxton gimió y corrió fuera de los establos tomándose el brazo. Brandon se puso de pie y le siguió los pasos, con el Solzor apenas errando cuando trató de morderlo al pasar.

      Kyra se quedó impactada pero de algún modo sin miedo. Sabía que con ella sería diferente. Sentía una conexión con esta bestia de la misma manera que la había sentido con Theos.

      Kyra de repente se acercó con valentía y se puso delante de él, al alcance de sus letales colmillos. Quería mostrarle al Solzor que confiaba en él.

      “¡Kyra!” gritó Anvin con preocupación en su voz. “¡Aléjate!”

      Pero Kyra lo ignoró. Se quedó de pie mirando a la bestia a los ojos.

      La bestia le regresó la mirada con un suave gruñido emanando de su garganta, como si debatiera qué hacer. Kyra tembló de terror pero no permitiría que los otros lo vieran.

      Se obligó a ser valiente. Levantó una mano despacio, se acercó, y tocó su pelaje escarlata. Este gruñó con más fuerza mostrando sus colmillos, y ella podía sentir su furia y frustración.

      “Quítenle las cadenas,” les ordenó a los otros.

      “¿¡Qué!?” gritó uno de ellos.

      “Eso no sería sabio,” dijo Baylor con temor en su voz.

      “¡Hagan lo que digo!” insistió ella sintiendo una fuerza creciendo en su interior, como si la voluntad de la bestia fluyera en su interior.

      Detrás de ella, los soldados se acercaron con las llaves y soltaron las cadenas. En todo este tiempo la bestia no dejó de mirarla, gruñendo, como si la evaluara, como si la retara.

      Tan pronto como cayeron las cadenas, la bestia pisó con sus patas como anunciando un ataque.

      Pero, extrañamente, no lo hizo. En vez de eso, fijó sus ojos en Kyra, lentamente cambiando su mirada de furia ahora por una de tolerancia. Quizá hasta de gratitud.

      Aunque muy despacio, pareció inclinar su cabeza; fue un gesto sutil, casi imperceptible, pero uno que ella podía descifrar.

      Kyra se acercó, tomó su melena y, en un solo movimiento, lo montó.

      Un gemido llenó el lugar.

      Al principio la bestia se estremeció y empezó a pelear. Pero Kyra sintió que sólo quería montar un espectáculo. En realidad no quería derribarla; tan sólo quería establecer un punto de desafío, de quién estaba en control, para mantenerla a raya. Quería hacerle saber que era una criatura salvaje, una que nadie podía domar.

      Yo no deseo domarte, le dijo ella en su mente. Sólo quiero ser tu compañera de batalla.

      El Solzor se calmó, aun relinchando pero no tan salvajemente, como si la escuchara. Pronto dejó de moverse y se quedó perfectamente quieto, gruñéndoles a los otros como si la protegiera.

      Kyra, sentada encima del Solzor ahora en calma, miraba a los otros. Un mar de rostros impactados la miraban de vuelta con la boca abierta.

      Kyra sonrió ampliamente con una gran sensación de triunfo.

      “Esta,” dijo ella, “es mi elección. Y su nombre es Andor.”

*

      Kyra cabalgó a Andor a hasta el centro del patio de Argos, y todos los hombres de su padre, hombres experimentados, la miraban con asombro. Estaba claro que nunca habían visto algo como esto.

      Kyra acariciaba su melena gentilmente tratando de calmarlo mientras les gruñía a los hombres, observándolos como si deseara venganza por haber sido enjaulado. Kyra ajustó su equilibrio después de que Baylor pusiera una nueva montura de cuero en él y trató de acostumbrarse a la altura. Se sintió más poderosa sobre esta bestia de lo que nunca se había sentido.

      A su lado, Dierdre cabalgaba un hermoso corcel que Baylor había elegido para ella, y ambas avanzaron por la nieve hasta que Kyra miró a su padre a lo lejos al lado de la puerta, esperándola. Estaba de pie junto a sus hombres quienes, de igual manera, la observaban con admiración y temor al verla cabalgar esta bestia. Ella vio la admiración en sus ojos y esto le dio valentía para el viaje que tenía enfrente. Si Theos no regresaba con ella, al menos tenía esta magnífica criatura a su lado.

      Kyra desmontó al llegar con su padre, guiando a Andor por la melena y observando un reflejo de preocupación en los ojos de su padre. No supo si esto se debía a la bestia o al viaje que estaba a punto de hacer. Su mirada de preocupación le dio confianza, le hizo saber que no estaba sola al sentir temor por lo que vendría, y le confirmó su cariño por ella. Por el más mínimo momento él bajó la guardia y le dio una mirada que sólo ella podía reconocer: el amor de un padre. Se dio cuenta que era difícil para él enviarla en esta misión.

      Se detuvo a unos pies de distancia frente a él y todos los hombres guardaron silencio esperando la despedida.

      Ella le sonrió.

      “No te preocupes, padre,” dijo. “Tú me enseñaste a ser fuerte.”

      Él asintió con la cabeza pretendiendo estar confiado, aunque ella sabía que no era así. Después de todo, él principalmente era su padre.

      Él volteó hacia arriba examinando el cielo.

      “Si tan sólo tu dragón viniera por ti ahora,” dijo. “Podrías cruzar Escalon en tan sólo unos minutos. O mejor aún, podría unirse a tu misión e incinerar a cualquiera que se pusiera en tu camino.”

      Kyra sonrió con tristeza.

      “Theos se ha ido, padre.”

      Él la miró y sus ojos se llenaron de curiosidad

      “¿Para siempre?” le preguntó, con el sentimiento de un general que lleva a sus hombres a la batalla, necesitando saber pero con miedo a preguntar.

      Kyra cerró los ojos y trató de obtener una respuesta. Esperaba que Theos le respondiera.

      Pero sólo hubo un total silencio. Le hizo preguntarse si en algún momento realmente había tenido una conexión con Theos, o si sólo había sido su imaginación.

      “No lo sé, padre,” respondió con honestidad.

      El