Te será fácil, porque esta noche come con tu amo. Entrégale esta carta con todo secreto. Adios. No quiero que mi padre nos vea.
¡Adios! Mi lengua calla, pero hablan mis lágrimas. Adios, hermosa judía, dulcísima gentil. Mucho me temo que algun buen cristiano venga á perder su alma por tí. Adios. Mi ánimo flaquea. No quiero detenerme más, adios.
Con bien vayas, amigo Lanzarote.
(Se va Lanzarote.)
¡Pobre de mí! ¿qué crímen habré cometido? Me avergüenzo de tener tal padre, y eso que sólo soy suya por la sangre, no por la fe ni por las costumbres. Adios, Lorenzo, guárdame fidelidad, cumple lo que prometiste, y te juro que seré cristiana y amante esposa tuya.
ESCENA IV
Dejaremos el banquete sin ser notados: nos disfrazaremos en mi casa, volveremos dentro de una hora.
Mal lo hemos arreglado.
Todavía no tenemos preparadas las hachas.
Para no hacerlo bien, vale más no intentarlo.
No son más que las tres. Hasta las seis sobra tiempo para todo.
(Sale Lanzarote.)
¿Qué noticias traes, Lanzarote?
Si abris esta carta, ella misma os lo dirá.
Bien conozco la letra, y la mano más blanca que el papel en que ha escrito mi ventura.
Será carta de amores.
Me iré, con vuestro permiso.
¿Á dónde vas?
Á convidar al judío, mi antiguo amo, á que cene esta noche con mi nuevo amo, el cristiano.
Aguarda. Toma. Dí á Jéssica muy en secreto, que no faltaré.
(Se va Lanzarote.)
Amigos, ha llegado la hora de disfrazarnos para esta noche. Por mi parte, ya tengo paje de antorcha.
Yo buscaré el mio.
Y yo.
Nos reuniremos en casa de Graciano dentro de una hora.
Allá iremos.
(Vanse Salarino y Salanio.)
Dime por favor. ¿Esa carta no es de la hermosa judía?
Tengo forzosamente que confesarte mi secreto. Suya es la carta, y en ella me dice que está dispuesta á huir conmigo de casa de su padre, disfrazada de paje. Me dice tambien la cantidad de oro y joyas que tiene. Si ese judío llega á salvarse, será por la virtud de su hermosa hija, tan hermosa como desgraciada por tener de padre á tan vil hebreo. Ven, y te leeré la carta de la bella judía. Ella será mi paje de hacha.
ESCENA V
Ya verás, ya, la diferencia que hay de ese Basanio al judío. – Sal, Jéssica. – Por cierto que en su casa no devorarás como en la mia, porque tiene poco. – Sal, hija. – Ni te estarás todo el dia durmiendo, ni tendrás cada mes un vestido nuevo. – Jéssica, ven, ¿cómo te lo he de decir?
Sal, señora Jéssica.
¿Quién te manda llamar?
Siempre me habiais reñido, por no hacer yo las cosas hasta que me las mandaban.
(Sale Jéssica.)
Padre, ¿me llamabais? ¿qué me quereis?
Hija, estoy convidado á comer fuera de casa. Aquí tienes las llaves. Pero ¿por qué iré á ese convite? Cierto que no me convidan por amor. Será por adulacion. Pero no importa, iré, aunque sólo sea por aborrecimiento á los cristianos, y comeré á su costa. Hija, ten cuidado con la casa. Estoy muy inquieto. Algun daño me amenaza. Anoche soñé con bolsas de oro.
No falteis, señor. Mi amo os espera.
Y yo tambien á él.
Y tienen un plan. No os diré con seguridad que vereis una funcion de máscaras, pero puede que la veais.
¿Funcion de máscaras? Oye, Jéssica. Echa la llave á todas las puertas, y si oyes ruido de tambores ó de clarines, no te pongas á la ventana, ni saques la cabeza á la calle, para ver esas profanidades de los cristianos que se untan los rostros de mil maneras. Tapa, en seguida, todos los oidos de mi casa: quiero decir, las ventanas, para que no penetre aquí ni áun el ruido de semejante bacanal. Te juro por el cayado de Jacob, que no tengo ninguna gana de bullicios. Iré, con todo eso, al convite. Tú delante para anunciarme.
Así lo haré. (Aparte á Jéssica.) Dulce señora mia, no dejes de asomarte á la ventana, pues pasará un cristiano que bien te merece.
¿Qué dirá entre dientes ese malvado descendiente de Agar?
No dijo más que adios.
En el fondo no es malo, pero es perezoso y comilon, y duerme de dia más que un gato montes. No quiero zánganos en mi colmena. Por eso me alegro de que se vaya, y busque otro amo, á quien ayude á gastar en pocos dias su improvisada fortuna. Vé dentro, hija mia. Quizá pueda yo volver pronto. No olvides lo que te he mandado. Cierra puertas y ventanas, que nunca está más segura la joya que cuando bien se guarda: máxima que no debe olvidar ningun hombre honrado.
(Vase.)
Mala ha de ser del todo mi fortuna para que pronto no nos encontremos yo sin padre y tú sin hija.
(Se va.)
ESCENA VI
Á la sombra de esta pared nos ha de encontrar Lorenzo.
Ya es la hora de la cita. Mucho me admira que tarde.
Sí, porque el alma enamorada cuenta las horas con más presteza que el reloj.
Las palomas de Vénus vuelan con ligereza diez veces mayor cuando van á jurar un nuevo amor, que cuando acuden á mantener la fe jurada.
Necesario es que así suceda. Nadie se levanta de la mesa del festin con el mismo apetito que cuando se sentó á ella. ¿Qué caballo muestra al fin de la rápida carrera el mismo vigor que al principio? Así son todas las cosas. Más placer se encuentra en el primer instante de la dicha que despues. La nave es en todo semejante al hijo pródigo. Sale altanera del puerto nativo, coronada de alegres banderolas, acariciada por los vientos, y luego torna con el casco roto y las velas hechas pedazos, empobrecida y arruinada por el vendaval.
(Sale Lorenzo.)
Dejemos esta conversacion. Aquí viene Lorenzo.
Amigos: perdon, si os he hecho esperar tanto. No me echeis la culpa: echádsela á mis bodas. Cuando para lograr esposa, tengais que hacer el papel de ladrones, yo os prometo igual ayuda. Venid: aquí vive mi suegro Sylock. (Llama.)
(Jéssica disfrazada de paje se asoma á la ventana.)
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