se deberán explicitar y traducir. A veces es posible proponer un juego de rol: el niño se pone en el lugar del «doctor» mientras que el psiquiatra interpreta el papel del niño. Así, a veces, al psiquiatra le recetan medicamentos, le dan buenos consejos, como obedecer a los padres, o incluso una madre de sustitución en el caso de un niño criado por una pareja de hombres homosexuales. De hecho, la actitud del psiquiatra varía con la edad. Los adolescentes, por ejemplo, suelen entender fácilmente la función de un psicólogo, aunque estén mal, y saben que los centros medicopsicológicos los ayudan porque les permiten hablar.
Cuando el niño se niega
Si el niño no está de acuerdo, decirle que nos tiene preocupados y que nos gustaría visitar al especialista pero que este no lo obligará a hablar puede permitirle dar el paso. Después podemos tener alguna sorpresa, si el rechazo que mostraba era solo una actitud y decide seguir el juego. Si se niega por completo, los padres pueden acudir por su cuenta para analizar el tema y evaluar la necesidad de hacer algo. La orientación (véase el capítulo 6) es entonces uno de los recursos más apreciados. Finalmente, el simple hecho de que el niño vea a sus padres preocuparse de este modo por él puede llegar a desbloquear las cosas.
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¿A quién consultar?
Mientras que en el campo médico la confianza se basa en primer lugar en una técnica y después el médico la aplica, en psicología es prácticamente lo contrario y, en la medida en que las técnicas parecen algo misteriosas, la confianza se deposita en primer lugar en el terapeuta.
¿Qué especialista?
En primer lugar, debemos saber a quién dirigirnos; por ejemplo, existen circuitos basados en la estima recíproca formados por diferentes especialistas infantiles: profesores, médicos de cabecera, pediatras, asesores, psicólogos escolares…
Todos conocen a psiquiatras infantiles, psicoanalistas, psicoterapeutas, rehabilitadores (en ortofonía, psicomotricidad, psicopedagogía).
Estos circuitos o redes[9] tienen, evidentemente, ventajas e inconvenientes, como las páginas amarillas de la guía telefónica.
♦ ¿Psiquiatra infantil o terapeuta?
Se tiende a confundirlos en parte porque muchos psiquiatras que han completado su currículum médico con una formación personal hacen ambas cosas. Además, la formación universitaria inicial del terapeuta, médico o no médico, no cuenta cuando los padres encuentran por fin al terapeuta adecuado para su hijo. En general, el psiquiatra infantil, según el modelo médico, indica un tratamiento que efectúa el terapeuta, pero esta división de los papeles, a menudo imprescindible para el tratamiento del niño, puede invertirse: un terapeuta puede perfectamente prescribir a un niño o a un adolescente una terapia con un psicoanalista que también puede ser psiquiatra infantil.
El psiquiatra infantil
Es un profesional que ha cursado la carrera de Medicina, ha obtenido una plaza de interno y se ha especializado en psiquiatría después de haber realizado prácticas en unidades especializadas, durante las cuales ha participado en el seguimiento de varios niños y se ha formado gracias a los intercambios con sus semejantes y sus profesores. También puede haber seguido a adultos y haberse familiarizado con la nosografía (clasificación de las patologías mentales) y los tratamientos psiquiátricos. Su interés por la pediatría y la patología del niño o del adolescente ha podido valerle, durante sus estudios o posteriormente, el reconocimiento como «psiquiatra infantil» por el consejo del Colegio de Médicos, pero la psiquiatría infantil no es una especialidad universitaria. Solo lo es la psiquiatría, lo cual es importante: una visión puramente «paidopsiquiátrica» de los trastornos mentales daría una idea sumamente parcelada de la patología mental en general. Especializarse únicamente en psiquiatría infantil, sin pasar por la psiquiatría general, es como especializarse en pediatría sin conocer la medicina general.
Después de esta formación básica, podemos encontrar dos tipos de psiquiatras infantiles. El primero, según el modelo universitario, diagnostica y trata los trastornos mentales, como aprendió en ciertas unidades hospitalarias, con ayuda de conceptos neurobiológicos. Rechaza el psicoanálisis porque «no lo considera científico», es decir, no conforme con el modelo de las ciencias exactas. Así pues tiende, por una parte, a recetar medicamentos psicótropos[10] y, por otra, a recetar terapias llamadas cognitivistas y comportamentales orientadas a fenómenos conscientes (lo veremos más adelante). Estas terapias se basan en unas constataciones de las que el sujeto debe concienciarse para jerarquizar las dificultades sobre las que puede actuar. Para los psicoanalistas, apelan a la sugestión, es decir, a la sumisión a un orden superior aceptado por el sujeto, pero si el síntoma es muy molesto para el niño pueden ser interesantes a corto plazo.
El psiquiatra infantil del segundo tipo se plantea cuál es la mejor manera de ayudar a padres, niños y adolescentes (en general desde el inicio de su carrera) y se ha dado cuenta rápidamente, en la práctica, que esta ayuda pasa por la palabra. Pero la palabra y su verdad se utilizan incorrectamente en los trastornos psíquicos y se deforman de varias maneras: malentendidos, cosas que se callan, olvidos, rechazos, fijaciones… y son fuente inconsciente de muchos sufrimientos. El paciente es el que debe encontrar todos estos fallos en su historia infantil, como descubrió Freud: el psicoanalista lo ayuda gracias a sus conocimientos, pero también gracias a ser él mismo, a su historia personal. De aquí la necesidad que tiene de conocer su inconsciente y de haberse analizado por su cuenta. El psiquiatra infantil que intenta resolver lo antes posible en la infancia real del niño los conflictos que se traman en su inconsciente encontrará en su psicoanálisis personal una formación mucho más importante para él que las nociones abstractas de los libros (aunque también son imprescindibles). Así, tenderá a curar al niño mediante psicoterapia psicoanalítica (forma adaptada de psicoanálisis o de otras técnicas derivadas: psicodrama individual, juego de rol). Además, podrá ayudar a los padres mediante una orientación, reducir los conflictos familiares gracias a una terapia familiar o mejorar el entendimiento entre los padres proponiéndoles una terapia de pareja.
Evidentemente, la descripción de estos dos tipos de psiquiatras infantiles es esquemática. El psiquiatra biologista podrá prescribir una psicoterapia analítica o mandar a su cliente a un terapeuta, y el psiquiatra psicoanalista podrá prescribir medicamentos o incluso una terapia comportamental paralelamente a su acción.
El psicoterapeuta
A menudo sucede que los padres consultan directamente a un psicoterapeuta, sin pasar por un psiquiatra infantil, del sistema privado o público. En el segundo caso, el tratamiento será responsabilidad del psiquiatra infantil director del centro que puede visitar al niño en una segunda fase. Por ello, la fórmula de una consulta paidopsiquiátrica previa me parece la más adecuada (es comprensible por qué la falta de psiquiatras infantiles dificulta el funcionamiento de los centros públicos y semipúblicos). Esta visita, de hecho, puede ser suficiente en la mayoría de los casos o desembocar en una reeducación, una orientación o una psicoterapia. Si el niño es confiado a un terapeuta o a un rehabilitador, el psiquiatra infantil podrá ver con frecuencia a los padres.
Si este psicoterapeuta es psiquiatra infantil, volvemos al párrafo anterior, pero a la vista de la diversidad de formación de los psicoterapeutas también podremos separar esta categoría en dos: los psicoanalistas (o que recurren al psicoanálisis) y los que no recurren a él en absoluto.
Los que recurren al psicoanálisis
Aparte de los médicos, la mayoría de los psicoterapeutas que recurren al psicoanálisis son psicólogos, en principio psicólogos clínicos. Tienen una formación universitaria (diplomatura, licenciatura y tesis), han realizado numerosos cursos prácticos y a menudo cuentan con una formación complementaria en psicoterapia infantil o en psicodrama sobre el terreno. Igual que en el caso de los médicos, los interesados en el psicoanálisis inician lo antes posible una cura personal, seguida de seminarios en escuelas o asociaciones de psicoanalistas. Esta cura personal irá seguida de controles (cura practicada en el sector