función de las arterias consiste en transportar una cantidad de sangre roja activa repleta de nutrientes y de oxígeno a las células que van a alimentar. Posteriormente, dichas células, tras haber utilizado el oxígeno y los nutrientes para funcionar, expulsan residuos y dióxido de carbono.
A continuación, las venas profundas toman el relevo y recogen, desde los pies hasta el corazón, la sangre inservible, que presenta un color rojo oscuro debido a que está cargada de toxinas. Si todo este proceso se sucede correctamente, el mecanismo funciona como un reloj, aunque puede ocurrir que dicho mecanismo se «paralice», en particular cuando el individuo sufre molestias circulatorias.
Problemas circulatorios
Los problemas circulatorios de las arterias y de las venas profundas son muy diferentes. Cuando una arteria se estropea, se encoge y se endurece, y hablamos entonces de arterosclerosis. En cambio, cuando una vena se deteriora, al contrario que ocurre con las arterias, se ablanda, se ensancha, se dilata, ya que su misión es totalmente distinta: se encarga de drenar las toxinas y el agua de lavado de las células. Ahora bien, recoger la sangre desde los pies hasta el corazón todos los días, luchando contra el fenómeno de la gravedad, es una tarea problemática.
Nuestra vida se desarrolla de pie o sentados de forma prolongada y nuestra sangre presenta un determinado peso, por lo que tiende a volver a bajar hacia los pies y, en consecuencia, a dilatar las venas. Para que lo entienda, imagínese un globo de goma con forma de salchicha lleno de agua. Si lo mantiene de forma vertical, las paredes del mismo no mantendrán una forma paralela, sino que adquirirán más bien la forma de una pera o una gota de agua; lo mismo ocurre con las venas: si las paredes no son lo suficientemente sólidas (la causa puede ser hereditaria), aquellas irán dilatándose progresivamente. Se trata del principio de un círculo vicioso, ya que, cuanto más se dilaten, más cantidad (y por tanto, más peso) de sangre podrán albergar. En consecuencia, cada vez será más complicado volver a hacer subir la sangre hacia el corazón, por lo que la sangre venosa se estancará en las piernas. Como veremos más adelante, dicha sangre será la causante de la retención de líquidos.
Músculos, venas superficiales y venas perforantes
Prosigamos con nuestro viaje. Ahora, las arterias y las venas profundas irán acompañadas de otros dos agentes esenciales en la circulación venosa: los músculos y las venas superficiales.
Las venas profundas están rodeadas de músculos, de los cuales los más importantes son los músculos profundos, también denominados músculos posturales. Estos músculos rodean y sostienen a las venas. En caso de que estas últimas sean demasiado frágiles y se dilaten con demasiada facilidad por el peso de la sangre, los músculos actuarán como una auténtica contención natural.
Debido a esto, se comprende en seguida lo importante que es tener un buen tono y una buena actividad muscular. Ahora bien, las venas profundas, que están en nuestros músculos y no son visibles, representan el 80 % de la totalidad de las venas de nuestras piernas. El 20 % restante se encuentra en o bajo la piel, en el tejido adiposo. Cuando las venas superficiales enferman, se dilatan y pueden formar varicosidades (pequeños capilares violáceos visibles en las piernas) o varices (grandes venas moradas y arqueadas, visibles a través de la piel).
No olvidemos, además, que pasamos la mayor parte del tiempo en posición vertical, de pie o sentados, y que la presión en las venas, es decir, el peso de la sangre, puede aumentar significativamente si estas se dilatan. Ahora bien, las venas profundas y las superficiales se comunican a lo largo de la pierna a través de un tercer tipo de venas, las llamadas venas perforantes. Según el célebre principio de los vasos comunicantes, cualquier distensión de las venas profundas en los músculos repercutirá en las venas superficiales, lo que favorecerá la retención de líquidos en la piel y la celulitis.
La primera conclusión tras esta primera etapa transcurrida en lo más profundo de nuestras células es que no cabe esperar un resultado duradero en un tratamiento de retención de líquidos con una paciente que presente una dilatación considerable de las venas profundas, sino que hay que fortalecer el soporte muscular de estas venas, es decir, hay que reforzar los músculos profundos posturales. Los 8 minutos diarios de Fast Gym que se describen en el capítulo 4 podrán contribuir en el logro de dicho resultado.
Por último, hablaremos de otro agente de la circulación sanguínea en las piernas: los vasos linfáticos. La mayoría de ellos se extiende por las venas superficiales de las extremidades inferiores, y tienen como función recoger el exceso de agua de las piernas y llevarlo hasta el corazón. En cierto modo, actúan como una válvula de seguridad que, cuando funciona perfectamente, evita la retención de líquidos.
Las condiciones de una buena circulación
• La sangre fresca, cargada con nutrientes y oxígeno, desciende por las arterias desde el corazón hacia las piernas para alimentar a los tejidos.
• Las células expulsan residuos, toxinas y dióxido de carbono, sustancias que las venas profundas y las superficiales trasladarán desde los pies hasta el corazón. Este retorno venoso se efectúa en contra de la presión de la gravedad, por lo que hay que luchar contra el peso de la sangre que tiende a dilatar las venas.
• De forma paralela a esta función de la circulación, que consiste en transportar los nutrientes para alimentar a las células y llevar los residuos al corazón, la segunda función que le corresponde es la de trasladar el agua necesaria a los tejidos a fin de que se produzca el lavado diario de todas las células. Cada día, 8 litros de agua salen de nuestras arterias para lavar las células. El 90 % de esta agua es reabsorbida por las venas, y el 10 % restante, por los vasos linfáticos.
Imagínese ahora que el agua que sale de las arterias no sea reabsorbida totalmente por las venas ni por los vasos linfáticos, sino que toda esta agua se queda en los tejidos intersticiales, entre las células, concretamente en los pies y los tobillos.
Si esta retención de líquidos es importante, se hará visible y será la causante de la hinchazón de los tobillos, dolencia conocida con el nombre de edema.
En la mayoría de los casos, la retención afectará a toda la pierna y se instalará principalmente en las caderas, las caras externas de los muslos y las internas de las rodillas, así como en los tobillos.
Esta retención se asociará a la acumulación grasosa y ofrecerá el aspecto hinchado de piel de naranja; asimismo, podrá infiltrarse en los tejidos sin causar un verdadero edema e instalarse en los dedos, las manos, los párpados, etc.
Mecanismos que impiden la reabsorción del agua
Intentemos ahora comprender por qué en algunos casos la totalidad del agua que sale de las arterias no puede ser reabsorbida ni por las venas ni por los vasos linfáticos; dicho de otra manera: ¿cuáles son los mecanismos que pueden provocar retención de líquidos?
Una circulación venosa defectuosa
Tal y como hemos visto antes, si las venas están demasiado dilatadas, aumentará el peso de la sangre en las mismas. Se trata de una ley puramente física: una excesiva presión en las venas impide la reabsorción de la totalidad del agua que sale de las arterias.
Un fallo de la circulación linfática
Normalmente, si las venas no funcionan bien, la naturaleza nos ha proporcionado un sistema de seguridad: los vasos linfáticos. La misión de estos consiste en aumentar la proporción de líquidos que van a transportar hacia el corazón a fin de evitar que se acumule un exceso de agua en los tejidos. Si los vasos linfáticos no funcionan convenientemente, se pone en marcha un segundo mecanismo: la retención de líquidos. Hablamos de linfedema cuando se produce una disfunción importante.
Presencia de moléculas en el tejido intersticial
Se trata de grandes moléculas que pueden ser proteínas mal digeridas, azúcar o sal. Estas moléculas producen un efecto «esponja», ya que retienen los líquidos.
Para comprenderlo mejor, volvamos al ejemplo del globo con agua