estaban los instigadores del crimen. Durante el banquete, hizo que las aguas del Nilo entraran en la sala a través de un canal que había mantenido oculto y escapó a una cámara llena de cenizas para evitar la muerte.
Durante su reinado ordenó construir la pirámide de Micerino y revestirla con un costoso recubrimiento de sienita. El cadáver de Nitocris fue depositado en un sarcófago de basalto azul, bajo la cámara del rey. Durante mucho tiempo se dijo que su sombra flotaba alrededor de la pirámide de Micerino y que hacía enloquecer a los viajeros que osaban contemplar su espectro alrededor de la inmensa tumba. ¿Quién fue esta legendaria Nitocris? ¿Acaso una esposa de Pepy II? Su leyenda es tan hermosa que resulta dudosa desde el punto de vista histórico. ¡Sin embargo, es perfecta para una película!
El Primer Periodo Intermedio se inició hacia el año 2400 a. C. con la caída del Imperio Antiguo, al final del reinado de Pepy II y la dinastía VI. Concluyó con la reunificación del Doble País llevada a cabo por un soberano tebano al comienzo del Imperio Medio.
Este periodo cubre las dinastías VII, VIII, IX y X, llamadas manetonianas, así como el inicio de la dinastía XI tebana.
A finales del Imperio Antiguo, el poder real sufrió una lenta desintegración. Los nomarcas (los señores feudales que dirigían los nomos) se independizaron y lucharon entre sí, estableciendo reinos a lo largo del Nilo, desde el delta hasta la primera catarata. Las tribus asiáticas aprovecharon el conflicto para instalarse en el delta y los sacerdotes también se emanciparon y se enriquecieron, al reemplazar al faraón como intermediarios directos de los dioses.
El debilitamiento del poder central benefició a los nomarcas locales, debido a la herencia adquirida por los altos cargos del Estado y a las múltiples exenciones de impuestos de las que gozaban. Este periodo también estuvo marcado por un cambio climático que acentuó la desorganización del sistema económico del Estado egipcio.
Las dinastías VII y VIII mantuvieron su sede en Menfis. Las listas reales citan los nombres de los 25 faraones que ejercieron durante un periodo de 30 años, sin incluir los 70 faraones que reinaron en 70 días que se citan en la lista de reyes de Manetón. Según los egiptólogos, esos nombres deben pertenecer a dinastías paralelas o impostoras.
Sin embargo, la información procede de las listas reales oficiales que se elaboraban para celebrar el culto de los ancestros y que, por lo tanto, sólo incluían los nombres de aquellos soberanos que, siglos más tarde, se seguían considerando legítimos.
Los nomarcas, que se rodearon de una corte que reproducía el sistema faraónico a nivel local, dispensaron al faraón una prelación relativa y acumularon cargos civiles y religiosos. Este periodo estuvo salpicado de guerras y los distintos nomarcas formaron coaliciones temporales que fluctuaron en función de la suerte de sus armas.
El aparato político y económico del conjunto del país se desbarató, y los caminos dejaron de ser seguros.
Cuando un nomarca no lograba imponerse con rapidez, el hambre y la miseria azotaban a sus conciudadanos.
El fin de este periodo fue testigo del enfrentamiento entre las dos coaliciones principales. Una de ellas, dirigida por los nomarcas de Asiut, controlaba el conjunto del delta y buena parte de Egipto Medio; la otra, dirigida por Tebas y Coptos, tenía el control del conjunto del sur.
Finalmente, fue esta última la que se abrió paso por el norte y logró unificar el país bajo el mandato de los soberanos de la dinastía XI. No es cierto que la solución del conflicto fuera militar. En realidad, las buenas relaciones existentes entre Tebas y el delta durante el Imperio Medio fueron debidas a los acuerdos diplomáticos.
El Primer Periodo Intermedio no sólo significó la dislocación del poder faraónico, sino que también fue testigo de un desafío a la civilización egipcia, pues las tumbas que todos habían creído indestructibles fueron profanadas.
La élite del Imperio Antiguo vio cómo se derrumbaba su mundo y, aunque en cierto modo logró mantener el control de la situación, no consiguió levantarse. La función real también cambió. ¿Qué había sido de aquel faraón todopoderoso y sobrehumano que podía mezclarse con las estrellas? Había tenido que ceder su puesto a nuevos hombres que no dudaron en apropiarse de buena parte de sus privilegios y democratizarlos. A partir de ahora, los Textos de las Pirámides también adornarían las paredes de los sarcófagos de los plebeyos más destacados que, desde el fondo de sus tumbas, podrían reunirse con el soberano solar y caminar con él hacia los dioses.
Un papiro escrito durante el Nuevo Imperio en forma de parábola describe la decadencia del Imperio Antiguo:
«Los nobles llevan luto y los pobres están exultantes de alegría. Toda la ciudad dice: “Vamos, eliminemos a los poderosos“. Los ladrones se convierten en propietarios y las antiguas riquezas se roban. Los ciudadanos muelen el grano y quienes visten hábitos de lino son golpeados. Personas que nunca habían visto la luz salen al exterior. El país está lleno de rebeldes; el hombre que va a trabajar al campo debe ir armado.
«Aunque las aguas del Nilo hayan crecido, ya nadie trabaja, pues todos piensan: “No sabemos qué ocurre en el país“. El hombre mata a su hermano, nacido de su propia madre. Los caminos están vigilados.
«Personas ocultas entre los matorrales esperan al paisano que regresa a casa al anochecer para robarle su carga; lo muelen a palos y lo matan vergonzosamente. Las tropas que han perdido a sus capitanes se mueven erráticamente, pues ya no hay nadie que las agrupe.
«Las cosechas se pierden. Hay carestía de prendas de vestir, especias y aceite. Los graneros están destrozados y sus guardianes yacen en el suelo. La gente come hierba y bebe agua; muchos roban el alimento destinado a los puercos».
Los intercambios culturales que mantuvo Egipto con Mesopotamia, la unificación del país bajo la batuta de un único soberano y la llegada de un reinado centralizador contribuyeron a que se inventara la escritura al final de la época predinástica. Aunque se utilizó principalmente para fines administrativos, también conoció otros usos. Por ejemplo, la escritura monumental apareció enseguida, aunque sólo en las leyendas de obras pintadas o esculpidas. La escritura capital (jeroglífica) y la cursiva (hierática) surgieron más adelante y se desarrollaron de forma simultánea.
La evolución de la escritura se divide en cinco grandes etapas:
• Escritura predinástica: ausencia de textos coherentes y frases completas.
• Durante el reinado de Zoser se realizó una reforma del sistema que permitió escribir frases complejas y textos extensos. La escritura se utilizaba para fijar códigos y, durante la dinastía V, también se desarrolló en forma de autobiografías. Se sospecha que existieron antologías científicas, matemáticas y médicas, pero no verdaderos textos literarios. Por lo general, a través de la escritura sólo se trataban temas prácticos o esenciales.
• El Primer Periodo Intermedio fue testigo de la democratización de la escritura, así como del desarrollo de la literatura autobiográfica y la creación de obras de entretenimiento. Estos relatos estaban dirigidos a los adultos y a una élite intelectual. La literatura, que ofrecía una nueva manera de formular y resaltar el discurso escrito, influyó en gran medida en los textos religiosos, que tuvieron una mayor difusión. Los reyes insertaron sus autobiografías en los textos históricos.
• Durante el Nuevo Imperio se desarrollaron las creaciones literarias. Los géneros se multiplicaron y se diversificaron. El uso de la escritura se complicó debido al desajuste cada vez mayor que existía entre la lengua hablada – el neoegipcio escrito en cursiva hierática– y el egipcio medio, que solía utilizarse en las inscripciones jeroglíficas monumentales y religiosas.
• La transmisión cultural se perpetuó a través de los escritos del periodo tardío. La aparición de la escritura demótica – simplificación de la escritura hierática– cubrió un nuevo estadio de la lengua y una evolución de las mentalidades.
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