Ursula Fortiz

El sexto sentido


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porque tiene una premonición. Dicho de otra manera, en el espíritu de Bernard Dupond, esto simplemente es una de esas manifestaciones de las mil y una posibilidades de la vida que se ven o no se ven, pero que están ahí. Para otros habrá habido premonición. Si Bernard Dupond pudiera prevenir todos los accidentes de tren, tendría un sexto sentido y se haría rico. Al no repetirse la situación, lo ocurrido no habrá sido más que fruto del azar.

      Es importante este dato, la repetición, que indagaremos permanentemente a lo largo de este viaje en la búsqueda del sexto sentido. Si alguna cosa se repite, entraña la posibilidad de la observación, después del análisis, y, por fin, de la reproducción en términos de causas y consecuencias. Pero si alguna cosa ocurre al margen de toda regla conocida, analizable, la duda se mantiene: ¿cómo aprehenderla?

      • ¿Psicología?

      Cuando la señora Georget, la portera, se plantea: «En fin, yo habría jurado que preguntaría por la otra», pone a prueba una ingeniosa sagacidad, porque no se equivoca. Si una relación amorosa puede darse entre Bernard Dupond y una de las dos muchachas, esta no será con su hermana Gabrielle, sino con Louise. Hay que reconocer que la señora Georget es perspicaz. En primer lugar se plantea que este muchacho viene por las jóvenes del quinto piso, pero todavía va más allá, prevé con cuál de las dos puede entablar una relación. Más adelante veremos si tenía razón. ¿De dónde viene esta clarividencia de la portera? De su experiencia, sin duda. Su curiosidad también le ayuda a comprender ciertas cosas. Su sentido de la responsabilidad ha afinado la observación sobre el espacio que controla. Después de todo, esa es su escalera, ¿no es cierto? Seguramente la señora Georget se habría podido establecer como vidente. ¡Con esta curiosidad y esta intuición habría hecho carrera como médium!

      Si intentamos resumir esta primera aproximación a nuestra pregunta «¿Existe el sexto sentido?», estamos en condiciones de creer que, llegado el caso, procedería en buena parte de la posesión específica de algunas cualidades propias de una persona: instinto, experiencia, psicología, sentido del otro. Pero eso no es todo.

      DE LA INTUICIÓN

      AL INCONSCIENTE:

      LA INTUICIÓN

      • Definición

      • Para Plotino en las Enéadas: «La intuición es el conocimiento absoluto basado en la identidad del espíritu con el objeto conocido».

      • Más cerca, Descartes considera que «el conocimiento intuitivo es una iluminación del alma, que percibe en la luz de Dios las cosas que desea revelarnos mediante una impresión de claridad divina en nuestro entendimiento, que en eso no es considerado como un agente, sino sólo como un receptor de los rayos de la divinidad».

      • Con Bergson, la intuición reencuentra, a principios del siglo pasado, una «inteligencia» muy particular. Para el filósofo «la intuición es la intimidad, el sentimiento total de fusión con el objeto del conocimiento, la simpatía por la cual uno se sitúa en el interior del objeto para coincidir con lo que, en él, es único».

      Como se ve, desde la filosofía griega hasta el alba del tercer milenio, la definición de la intuición ha evolucionado manteniendo escondida entre las palabras una noción de revelación.

      Es pertinente concluir a partir de todo esto que la acepción más general de la palabra intuición es la del conocimiento previo de cualquier cosa.

      Puede tratarse de alguna cosa que no existe todavía pero que llegará. En este caso, se habla de un hecho; o puede ser algo que no ha sido todavía demostrado, pero que lo será. Se trata en este segundo caso de una idea.

      • Intuición y videncia

      Este preconocimiento, precognición, puede ejercerse en los dominios más diversos, siempre en referencia al futuro. ¿Cuál puede ser entonces la diferencia entre intuición y videncia? No es sencillo.

      En la videncia se produce el hecho de ver alguna cosa que existe en la realidad y que sólo algunas personas distinguen. Es un asunto que está en el presente.

      No hay en la videncia una visión real del futuro, todo lo más una interpretación, intuitiva precisamente, surgida en todo caso del inconsciente colectivo.

      Esta sensibilidad hacia el inconsciente colectivo genera en el vidente profesional una videncia siempre más o menos asimilable a un retorno como el del ascensor. Extrae en el inconsciente popular lo que reenvía al consciente popular. Así, el retorno satisface a todos. Se podría ver en ello el efecto de la ley de la oferta y la demanda.

      La mayor parte de los políticos son supersticiosos, y raros son los que no consultan con videntes la víspera de las elecciones. Este ejemplo define bien qué es la videncia, limitando su acepción.

      En esta circunstancia, ¿qué ve el vidente, admitiendo que haya alguna cosa que ver?

      Lo que ve es el estado actual de las cosas, es decir, el estado actual del cuerpo electoral. Siente este cuerpo electoral como un solo ser, y a partir de ello, pretende ver sus reacciones futuras en calidad de consecuencias inseparables de un estado presente. Se podría decir que se trata del conocimiento de un estado presente que trae aparejado otro estado presente.

      En este caso, la videncia no sería casi más que el hecho de creer ver (adivinar) lo que los demás no ven.

      Es útil subrayar otra diferencia entre videncia e intuición. La percepción de la intuición es subjetiva. Parte siempre de lo que percibe, para creer una cosa que no existe todavía, pero que su espíritu concibe por adelantado. En este caso de videncia, el elemento generador es lo que debe ser visto; llamamos a eso el «objeto» que existe, ya sea en el presente, ya en el futuro. El vidente es una persona cuya actividad específica no es subjetiva ni creativa: ve lo que los demás no ven, en el presente o en el futuro. El vidente puede hacer de su actividad una profesión. En cambio, no existen intuitivos profesionales.

      Es la cosa que hay que ver la que hace al vidente, pero es la intuición la que hace que esa cosa exista.

      EJEMPLO

      En la avenida, un coche se pone en marcha. Un niño y su padre, este en la otra acera, esperan a que el semáforo se ponga verde. De pronto, una anciana lanza un chillido que, a causa del ruido, se ahoga en su garganta. Al cabo de un segundo el niño se precipita sobre el asfalto. Los frenos del automóvil chirrían y el niño es proyectado a tres metros de allí, sin más herida que un destello de pavor en los ojos.

      «Llamamos aquí intuición a la simpatía por la que uno se traslada al interior de un objeto para coincidir con lo que tiene de único y, en consecuencia, de inexplicable. Al contrario, el análisis es la operación que vuelve a llevar el objeto a elementos ya conocidos, es decir, comunes a este objeto y a otros […] Hay una realidad a menos que los cojamos todos por dentro, por intuición y no por análisis. Es nuestra propia persona… nuestro yo».

(H. BERGSON, La pensée et le Mouvant)

      Cuando la señora chilla desde el otro lado de la calle, ¿sabe por qué lo hace?

      Una primera hipótesis sería que ve con anticipación el accidente que va a producirse. «Ve» al niño salir a la calzada y después ve el accidente como vería desfilar ante sus ojos las imágenes fijas de un sueño. A decir verdad, ¿lo ve o lo imagina, según su sensibilidad, con ese realismo de algunos sueños que parecen más verdaderos que la propia realidad? Hay en este proceso del imaginario una transposición hacia una puesta en escena, generada por el psiquismo de la señora. En este caso, ¿cuál es la cualidad del azar que hace que el accidente llegue tal como ella lo había previsto? Además, ¿se produce el accidente tal como ella lo había previsto? ¿Ve verdaderamente y por adelantado al niño atropellado estirado en el suelo, sorprendido por el golpe?

      Una segunda hipótesis sería que la anciana no viviera en la gran ciudad, sino que estuviera de paso y por ello estuviera ansiosa, por todo lo que vive. Es una abuela que tiene hijos y nietos, pero sobre todo es una antigua nodriza. En ocasiones ha comentado que con ciertos niños no tenía comunicación, pero con algunos otros se comunicaba