un problema análogo. La aconsejé y, en el momento en el que me disponía a irme, me dijo: «¿No va a hacer nada con la maceta de flores?». Había en efecto una planta encima de la mesa. Seguramente que en casa de su amiga había una y seguramente también yo la debí tocar de forma involuntaria en un determinado momento. Yo no me acuerdo, pero mi interlocutora quizá creyó que yo hacía algo mágico.
Considerando la vida desde un estricto punto de vista cósmico, todos los problemas de entre los que pueden sufrir los hombres, incluso los más dramáticos, sólo tienen como objetivo hacernos avanzar en el ámbito espiritual, hacernos descubrir las leyes universales y los poderes que se encuentran en nosotros.
La palabra universal significa «que lleva sobre todo lo que existe». Dicho de otro modo, el principio universal de la vida está por todas partes y, por lo tanto, en cada ser humano. Se trata efectivamente de un poder superior, de una inteligencia infinita, de una energía sin límites, que trasciende las leyes ordinarias de la naturaleza y que puede ser utilizada por cualquiera y en todas las circunstancias de la vida.
Insisto sobre este hecho: es cada individuo, tanto si lo quiere como si no, tanto si es consciente de ello como si no lo es, el que dirige el proceso de la vida en lo que le concierne personalmente, así como todos sus asuntos, a menos que lo deje en manos de otros o a menos que se deje llevar por el azar, lo que viene a ser lo mismo.
El mensaje que quiere recordar esta obra es el siguiente: usted es el ser más importante de la existencia, puesto que el principio absoluto de la vida está en usted.
Veremos de forma concisa las leyes cósmicas que dirigen la vida. No es posible tratar de un tema tan complejo de forma exhaustiva en el marco de una obra que quiere ser práctica. No es más útil para aprovecharse de ello que el hecho de conocer el funcionamiento del aparato digestivo para comer y estar sano. No pensamos nunca en nuestro estómago hasta que se nos plantea un problema. En ese momento puede ser útil cambiar nuestras costumbres, incluso plantearse un remedio más radical. Sucede lo mismo con la vida: cuando las cosas van mal o, más sencillamente, no van como querríamos que fueran, es suficiente cambiar nuestra forma de pensar y de actuar para que la situación evolucione. Todo el mundo puede beneficiarse del poder universal – inteligencia y energías infinitas—, que actúa como ley para conseguir bienestar y beneficios.
Los maestros secretos de ayer y de hoy
Las leyendas antiguas, como la historia de la humanidad, relatan un gran número de prodigios realizados por hombres a priori ordinarios. Estos hombres han existido. Aunque la mayoría vivían humildemente, ejercían una influencia indiscutible sobre sus congéneres. Tenían la fama de que eran capaces de volar, de desplazarse a la velocidad del pensamiento, de subyugar a los hombres y a los animales, de someter a sus enemigos con una simple mirada, de dominar tanto a los elementos como a las entidades invisibles que podían hacer trabajar para ellos mismos. Y todavía hay más: estos seres legendarios podían vivir durante muchos años, hasta tal punto que se creía que eran inmortales, y a lo largo de toda su existencia, algunos de entre ellos disponían de recursos financieros casi inagotables.
Todavía hoy existen hombres de excepción, simplemente porque la fuente de sus poderes es inherente al hombre; pero en la era de la electrónica, del automóvil, del teléfono, del avión, de la radio, de la televisión, de la informática, de la energía nuclear, etc., y sobre todo de la organización más colectiva de la sociedad, sus proezas no parecen ya tan espectaculares. Por otro lado, es necesario añadir que no buscan la publicidad.
Usted dispone de un mago en su interior
Todavía en la actualidad, todos los hombres que desean mejorar su existencia, influir en su entorno, alcanzar objetivos excepcionales, etc., utilizan, de forma consciente o de forma inconsciente, los poderes naturales de su espíritu. Usted es también un superhombre (o una supermujer) en potencia, puesto que en su interior se encuentra ese poder que permite realizar prodigios. Su espíritu profundo, el superconsciente*, que es su yo real, posee facultades que usted quizá desconoce: se trata de un poder de una potencia ilimitada. Si usted deja que actúe libremente, usted hará y obtendrá también todo lo que puede desear de forma legítima.
Todo lo que cualquiera haya podido realizar u obtener, y muchas más cosas todavía, están al alcance de su mano. Para ello basta con recurrir a su espíritu interior, a su espíritu infinito, a través del pensamiento o a través de la palabra y dejar que trabaje en su lugar. Cuando usted lo asocia a lo que hace, lo que antes le parecía imposible puede hacerse posible.
En realidad, probablemente usted utiliza ya sin saberlo los poderes de su espíritu, puesto que nadie puede hacer nada sin su espíritu. Es la fuente, no sólo de su vitalidad, sino también de todo lo que usted puede ya hacer o tener. Usted no podría levantar ni siquiera el dedo meñique sin él, aunque su cuerpo físico y su cerebro estuvieran en perfecto estado. Por ello millones de personas se sienten incapaces de vivir, se encuentran sin fuerza, sin energía. Son muchos los hombres, las mujeres y los niños que se encuentran en coma o que caen en profundas depresiones sin que sea posible encontrar ninguna causa clínica.
Algunos de entre ellos salen de ese estado bruscamente, al cabo de pocos días, algunos meses, incluso años, sin que los médicos sepan el porqué; a veces sin ninguna secuela, como si se hubieran tomado unas vacaciones de la vida. Los hospitales están llenos de personas cuyo estado clínico no justifica su hospitalización, pero que no consiguen superar su estado, mientras que otras personas, con afecciones mucho más graves, se curan rápidamente, casi de forma milagrosa.
Usted es un verdadero mago y su varita mágica es su pensamiento, tanto si se expresa oralmente como si no lo hace. Se trata de una varita muy eficaz que usted tiene que aprender a utilizar obligatoriamente si quiere dejar de hacerse daño y actuar en cambio de forma positiva.
Existe una infinidad de técnicas basadas en la psicología, la religión, el yoga, etc., que permiten obtener todo lo que se desea. Algunas de estas técnicas adelantan teorías científicas o pseudocientíficas, otras se rodean de misterios nebulosos. Las religiones dicen que se trata de los dioses – cada una el (o los) suyo(s)—: Cristo, los profetas o los santos, los únicos que tienen el poder de hacer realidad los votos o los deseos de sus fieles. El inconveniente es que esto sobreentiende la adopción global de los dogmas, de las creencias, de las costumbres y de las prácticas de un grupo y, a menudo, la obligación de someterse a una jerarquía.
Existe por otro lado un dilema que se basa en el hecho de que inevitablemente estamos inducidos a pensar que unas entidades tan superiores sólo pueden intervenir en favor de simples mortales si realmente lo quieren, sin que podamos saber previamente si satisfarán nuestros deseos o no. Esto lleva a comportamientos excesivos, tales como hacer promesas a la entidad, hacerle regalos, e incluso mortificarse o mutilarse. Esto puede llegar muy lejos. Lo que es incontestable es que la petición de ayuda, a cualquier instancia espiritual y bajo cualquier latitud, sea cual sea, ha permitido desde siempre resolver problemas y curar de forma inexplicable.
Por lo que se refiere a los métodos psicológicos, se han expuesto diversas teorías científicas y se han propuesto una infinidad de técnicas.
Tanto unas como otras consiguen menos resultados de lo que se cree habitualmente; sin embargo, los pocos resultados obtenidos son suficientes para mantener las convicciones de sus defensores, que no se dan ni siquiera cuenta de que en realidad las cosas no funcionan tan bien como ellos quieren.
Sea como sea, todos estos métodos son útiles puesto que responden a todo el surtido de temperamentos y preferencias individuales. Las personas que no se sienten atraídas por la religión obtendrán muy pocos resultados a través de la plegaria. En cambio, a los que no les atrae el gusto por los estudios librescos ni los ejercicios psíquicos arduos, o incluso la relajación, preferirán confiar su suerte a todo tipo de divinidades o guías, es decir a entidades diabólicas, con el riesgo de perder su alma, hablando en sentido real y en sentido figurado.
El verdadero mago es usted, más exactamente su espíritu interior. Esto significa que usted puede teóricamente conseguir y realizar todo lo que desea, o algo equivalente, sin esfuerzo y sin lucha, cuando usted deja al espíritu infinito que se encuentra en usted actuar por usted y a través de