Lucien Liroy

Descubre todo el poder que hay en ti


Скачать книгу

internas o externas se ejercen de forma constante.

      El karma

      Además de las limitaciones inherentes al ser físico y a su vida en el mundo físico que acabamos de evocar, existen razones más radicales para que la existencia individual no esté siempre de acuerdo con lo que cada uno puede esperar de ella y que explican que sea tan difícil ponerles remedio en numerosos casos a pesar de los enormes esfuerzos realizados. Dependen todas del propio principio de la vida, de la esencia del ser y de su finalidad.

      Las causas que participan en los pequeños y en los grandes acontecimientos de la vida son múltiples, indefinibles, indescriptibles, imprevisibles o inexplicables, de tal manera que hablamos de azar. Esta palabra significa sólo que no conocemos esas causas, puesto que el azar no existe. Todo lo que le sucede al hombre de forma individual o de forma colectiva es el resultado de una voluntad inicial y de la acción de la ley cósmica de las causas y los efectos, es decir, de la ley del karma.

      El hombre es por esencia una individualización del ser universal, ser espiritual cuyo objetivo de la vida terrestre es encontrar su perfección original mediante reencarnaciones sucesivas. Cada uno de sus actos tiene una repercusión, comporta consecuencias en sus existencias futuras. De esta forma, la mayoría de los hechos destacados de nuestra vida, de nuestras enfermedades, de nuestros dones, o al contrario, de nuestros defectos, que se explican de distinta forma basándose en los indicios objetivos, no son más que las apariencias de la realidad.

      El hecho de tomar en cuenta el principio de la reencarnación es esencial tanto para aprovecharse de las buenas influencias como para escapar, al contrario, de un destino negativo.

      Las claves de la acción psíquica

      Primera clave: el pensamiento

      El pensamiento es el acto fundamental del hombre puesto que suscita lo que expresa. No sólo en el propio individuo, sino también fuera de él. Esto puede referirse a una cosa concreta (objeto, planta, animal o persona) o a nociones abstractas (conocimiento, ley de la naturaleza, sentimiento humano).

      Cada pensamiento, desde el momento en que se emite, esté representado por palabras o por imágenes mentales, se convierte en una entidad autónoma, en una cosa que actúa conforme a su naturaleza o a su mensaje.

      Para comprender bien esto, es suficiente con saber que existen en lo invisible – en el plano espiritual y en el abstracto— estructuras comparables a los aparatos digestivo, cardiaco, etc., del cuerpo físico.

      Pongamos el ejemplo de la digestión: una persona siente hambre. Tanto si se come una manzana, como un bistec o una comida completa, sólo le ocupa algunos minutos, después de los cuales no piensa más en ello; sin embargo, esos alimentos pasarán veinticuatro horas de media en el tubo digestivo, desde la boca hasta el colon, pasando por el estómago, y el intestino delgado, sobre todo en su parte inicial, el duodeno. Pasan por un número increíble de tratamientos mecánicos (masticación y mezcla estomacal) cuyo objetivo es fragmentarlos para facilitar su transformación química (hidrólisis gracias a las enzimas, a la bilis, al jugo del páncreas). Las moléculas orgánicas complejas se convierten en moléculas más sencillas que podrán ser absorbidas por la sangre y la linfa para ser distribuidas a continuación a los diversos órganos, a las células, etc. Este considerable trabajo que provoca cada comida dura una media de veinticuatro horas y, menos las personas enfermas, nadie tiene conciencia de ello.

      Existe una estructura análoga en el ámbito de lo invisible. Cada uno de nuestros pensamientos, las tres funciones psíquicas definidas por Carl Jung – el sentimiento, la sensación y la intuición— determinan acciones y reacciones en nuestro cuerpo, en nuestro espíritu, pero también en todo el universo. De esta forma, cuando pensamos en el sueño, en una enfermedad, en una facultad, en una capacidad cualquiera, esto evoca en nuestro espíritu las características de lo que nosotros pensamos y provoca, según el caso, una reacción cinética que empieza a establecer en nosotros el sueño, la enfermedad o la facultad correspondiente. De la misma forma, si pensamos en una persona, se establece inmediatamente una relación telepsíquica con esta persona. Transmitimos directamente a su psiquismo los pensamientos, los sentimientos, las emociones, de donde nosotros extraemos informaciones que le conciernen. La persona no tiene conciencia de esto y nosotros tampoco, a menos que ella sea sensitiva o que nosotros actuemos de forma voluntaria.

      Esto es de una importancia capital, puesto que si nuestros pensamientos son negativos, pueden determinar los acontecimientos, ponernos enfermos, atraer a nosotros la desgracia, pero también perjudicar a los demás, aunque no sea nuestra intención. Pensar mal de alguien o de forma crítica, aunque justificada, equivale a lanzarle un hechizo, en particular cuando estos pensamientos están amplificados por un resentimiento tenaz, por la envidia, por el odio, etc.

      También es necesario saber que todos los pensamientos que emitimos nos retornan amplificados. Para los que son positivos es algo bueno, pero para los que son negativos puede ser catastrófico. Por lo tanto, es necesario aprender a dominar nuestros pensamientos y a utilizarlos para nuestro beneficio y para el beneficio de todos.

      El pensamiento tiene el poder de crear, de cumplir o de atraer lo que decreta o expresa. Puede obtener del medio ambiente no sólo todas las energías y la sustancia que necesita para conseguir su objetivo, sino también movilizar todas las colaboraciones, humanas o no, necesarias para su realización. Si la acción de un especialista puede ser de una potencia y de una eficacia enorme y a veces instantánea, ningún pensamiento es totalmente estéril o anodino, ni siquiera inofensivo. Si el hombre piensa durante largo tiempo o de forma repetitiva en lo mismo, consigue siempre su objetivo, siempre que evidentemente se trate de un objetivo realista. En la vida de cada día, esto es visible más a menudo en situaciones negativas relacionadas con las emociones o con los sentimientos negativos potentes que desembocan entonces en el sufrimiento, en enfermedades físicas o morales, en el fracaso… Evidentemente, si el pensamiento se invierte, el mal puede anularse o corregirse.

      Segunda clave: la visualización

      La imagen mental es una condensación del pensamiento, por lo que está todavía más cerca de la materia. Cuando el pensamiento se traduce en imagen, gana en precisión y en significado. En efecto, podemos concebir una palabra con un sentido preciso, pero puede tener, para nosotros mismos y para la persona a la que está destinada, otras acepciones totalmente diferentes. Utilizada de forma metódica, la imagen mental se convierte realmente en un doble viviente de lo que representa: emite y recibe las mismas ondas. Yo he tenido la posibilidad de realizar algunas experiencias con el doctor Francis Lefébure, creador del fosfenismo, que ha demostrado en los laboratorios que los fosfenos – esas manchas de colores que persisten después de la fijación de una fuente luminosa— no eran sólo ilusiones generadas por el nervio óptico, sino que existían realmente y eran autónomas. Ofrecen importantes posibilidades, sobre todo en la transmisión de pensamientos o en la influencia a distancia.

      Cuando se ve algo o a alguien con los ojos del espíritu – es decir con la imaginación—, cuando se piensa en ello, esto activa de forma automática un vínculo etéreo que existe entre todos los seres humanos. Se establece entre nosotros y la persona que se ve un vínculo cinético interactivo. Incluso un breve contacto tiene un efecto considerable.

      La visualización no es muy complicada, tal como comprobaremos gracias a esta pequeña experiencia.

      Se tiene que pensar en alguien que se conozca. Puede tratarse de una persona cercana o de un personaje conocido. También se puede pensar en algo: una moto, un coche, una casa, un sofá o cualquier otro objeto. Es posible ayudarse repitiendo mentalmente el nombre varias veces. Automáticamente tendremos delante de los ojos la imagen de esta persona o del objeto que se haya escogido.

      A continuación tenemos que intentar guardar esta imagen ante nosotros durante un minuto. ¡Obsérvela!

      Acabamos de hacer un ejercicio de visualización. Va mucho más allá de lo que deja suponer su brevedad. Las largas sesiones sólo sirven para superar las propias dudas y los propios bloqueos. De hecho, cuando en una primera experiencia se demuestra la realidad de la acción psíquica, ya no se hacen necesarias las largas y molestas sesiones.

      La