Морган Райс

Condenada


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porque se está transformando. ¿Usted no entiende? Transformando.”

      Los oficiales la miraron como si estuviera loca; Caitlin detestaba esa mirada.

      “¿Transformando?" Ellos repitieron, como si ella hubiera perdido la razón.

      Caitlin suspiró, estaba desesperada.

      "Si no la encuentran, alguna gente por ahí va a salir lastimada."

      El oficial frunció el ceño.

      “¿Lastimada? ¿Qué está diciendo? ¿Su hija ha estado lastimando a la gente? ¿Está armada?”

      Caitlin negó con la cabeza, se sentía más que frustrada. Estos policías locales nunca podrían entender; ella estaba perdiendo las fuerzas.

      "Ella está desarmada. Nunca le ha hecho daño a nadie. Pero si sus hombres la encuentran, no podrán contenerla.”

      Los agentes de policía se miraron, como concluyendo que Caitlin estaba loca, y luego se volvieron y caminaron a la habitación de al lado.

      Cuando Caitlin los vio alejarse, ella se volvió y miró de vuelta, a través de los cristales rotos, a la noche.

      Scarlet, pensó. ¿Dónde estás? Ven a mí, bebé. Te quiero. Lo siento. Por lo que te haya molestado, lo siento. Por favor, vuelve a casa.

      Lo más extraño de todo eso, Caitlin se dio cuenta, era que, al pensar en Scarlet  por ahí, sola en la noche, no sentía ningún temor por Scarlet.

      En cambio, sentía miedo por todos los demás.

      CAPÍTULO DOS

      Kyle estaba sentado en la parte trasera de la patrulla de la policía, con las manos esposadas a la espalda, con la mirada fija en la jaula estrecha, sintiéndose como nunca antes. Algo estaba cambiando dentro de él, no sabía qué, pero podría sentirlo burbujeando adentro. Le recordó la vez que había usado heroína, ese primer ardor  cuando la aguja tocó su piel. Este nuevo sentimiento era como un calor abrasador  corriendo por sus venas y estaba acompañado por un sentimiento de poder invencible. Se sentía abrumado de poder, sentía como si sus venas fueran a salirse de su piel, como si su sangre se hinchara en su interior. Se sentía más poderoso que nunca, la piel le hormigueaba en la cara y la frente y en la parte posterior del cuello. La oleada de poder en su interior era algo que no entendía.

      Pero a Kyle no le importaba; siempre y cuando el poder estuviera allí, le daba la bienvenida. A través de sus ojos nublados observó como el mundo se teñía de rojo y lentamente se ponía en foco. Detrás de la jaula, vio a dos oficiales.

      Cuando el zumbido en sus oídos comenzó a ceder, pudo oír su conversación, en un principio en silencio.

      "Este asesino va a estar en el bote por mucho tiempo", le dijo uno al otro.

      "Escuché que acaba de salir. Está de lo peor para él.”

      El policía comenzó a reír, y el sonido chirriante taladró la cabeza de Kyle. La patrulla aceleró por la carretera, con las luces encendidas, y Kyle se hizo más consciente de sus alrededores mientras empezaba a darse cuenta dónde estaba. Estaban en la carretera nueve, regresando a la cárcel, el lugar donde había estado los últimos quince años su vida. Fue reconstruyendo lo que había pasado esa noche: ese bar … esa chica … Estaba a punto de tener algo con ella cuando … algo había sucedido. La pequeña perra lo había mordido.

      El darse cuenta lo atravesó como una ola. Lo había mordido.

      Kyle intentó palpar su cuello, las dos marcas le palpitaban, pero no pudo; encía las manos esposadas detrás de la espalda.

      Kyle movió los brazos y, para su sorpresa, rompió las esposas sin mayor  esfuerzo. Levantó las muñecas con asombro, mirándolas, sorprendido de su propia fuerza. ¿Las esposas estaban dañadas? Las miró colgando frente a él, y se preguntó: ¿Cómo pudo haber hecho eso?

      Kyle se estiró y sintió los dos bultos en el cuello, le ardían, como si la mordida hubiera entrado hasta venas. Se quedó allí sentado, mirando las esposas colgando, y se preguntó: ¿Existen los vampiros? ¿Era eso posible?

      Kyle sonrió con gusto. Era el momento de averiguarlo.

      Kyle tomó las esposas, que colgaban, y las golpeó contra la jaula.

      Los dos policías se volvieron y miraron hacia atrás, y esta vez no se estaban riendo; ahora sus rostros estaban en shock. Las manos de Kyle estaban libres, sus esposas estaban rotas, y él las colgaba frente a ellos, sonriendo, mientras continuaba golpeando en la jaula.

      "Mierda," un oficial le dijo al otro. "¿No lo esposaste, Bill?"

      "Lo hice. Estoy seguro. Le apreté las esposas con más fuerza que el infierno.”

      “No estaban lo suficientemente apretadas," Kyle gruñó.

      Un policía tomó su arma, y el otro pisó el freno.

      Pero no lo suficientemente rápido. Con una velocidad increíble, Kyle extendió la mano, arrancó la reja de metal como si fuera un palillo de dientes, y se zambulló en el asiento del frente.

      Kyle se abalanzó sobre el policía en el asiento del pasajero, le quitó el arma de las manos, y le dio un codazo tan fuerte que le rompió el cuello.

      El otro policía se desvió, y la patrulla se tambaleó por la autopista mientras  Kyle lo agarraba por la parte posterior de la cabeza, y lo embestía de frente. Un chasquido llenó el aire mientras la sangre del policía salpicaba a Kyle. Con el coche desviándose hacia todos lados, Kyle extendió la mano para agarrar el volante pero ya era demasiado tarde.

      La patrulla se desvió hacia el otro lado de la carretera, y los sonidos de claxon  llenaron el aire mientras se estrellaba contra un auto que se aproximaba.

      Kyle salió volando de cabeza por el parabrisas, y aterrizó en la carretera, rodó y rodó mientras el coche se volcaba y rodaba de lado, también. Un coche que se acercaba a Kyle aplicó los frenos, pero no a tiempo, y Kyle sintió como el coche aplastaba su pecho.

      El coche paró en seco mientras Kyle estaba allí, respirando con dificultad; una mujer de unos treinta años salió, gritando, llorando, mientras corría hacia Kyle, que yacía de espaldas.

      "Oh, Dios mío, ¿está bien?" Ella dijo en un apuro. "Traté de parar a tiempo. Dios mío. ¡He matado a un hombre! ¡Dios mío!”

      La mujer estaba histérica, de rodillas sobre él, lloraba.

      De repente, Kyle abrió sus ojos, se sentó y miró a la mujer.

      Su llanto se detuvo cuando ella le devolvió la mirada en shock, tenía los ojos muy abiertos frente a los faros.

      Kyle sonrió, se inclinó, y, en éxtasis, hundió sus hermosos colmillos que crecían y crecían en su garganta.

      Fue la mejor sensación de su vida.

      La mujer gritaba mientras él bebía su sangre; él se atiborró hasta que ella cayó inerte en sus brazos.

      Kyle se puso de pie, satisfecho, y se volvió y contempló la carretera vacía.

      Enderezó el cuello, alisó su camisa, y dio el primer paso. Tenía mucho que cobrarle a esta ciudad camino y todo iba a empezar con Scarlet.

      CAPÍTULO TRES

      Sage volaba cortando el aire hacia el amanecer, los primeros rayos de sol iluminaban una lágrima en su mejilla, que rápidamente él se secó. Estaba agotado, con mucho sueño después de volar toda la noche buscando a Scarlet. Durante la noche, creyó verla muchas veces, sólo para darse cuenta de que había llegado con  una chica desconocida que se sorprendía al verlo aterrizar y despegar de nuevo. Estaba empezando a preguntarse si alguna vez la encontraría.

      Scarlet no estaba por ninguna parte, y Sage no podía entenderlo. La conexión entre los dos era tan fuerte, que estaba seguro que podría sentirla, que ella lo llevaría a donde estaba. No podía entender lo que había pasado. ¿Ella había muerto?

      Sage creía que quizás estaba en tal estado emocional, que todos sus sentidos estaban bloqueados,