picos de Kos que se elevaban y desaparecían en las nubes, y se sorprendió al ver lo alto que habían subido y lo fácilmente que habían bajado. Había sido un ataque relámpago, como muerte cayendo desde el cielo, y había funcionado. La guarnición Pandesiana que había parecido inconquistable hace algunas horas ya era de ellos, y ahora sólo era una ruina aplastada con hombres yaciendo en lagunas de sangre, muertos bajo el cielo del atardecer. Era surreal. Los guerreros de Kos no perdonaron a nadie, no mostraron piedad, fueron una fuerza imparable. Duncan sentía un nuevo respeto por ellos. Serían aliados importantes en la liberación de Escalon.
Kavos examinó los cuerpos respirando agitadamente también.
“Eso es lo que yo llamo un plan de salida,” dijo.
Duncan lo vio sonreír al examinar los cuerpos de los enemigos, viendo a sus hombres tomar las armas de los muertos.
Duncan asintió.
“Y una fina salida,” respondió.
Duncan miró hacia el oeste más allá de la fortaleza en dirección al sol y observó algo de movimiento. Miró detenidamente y vio algo que le conmovió el corazón, algo que de alguna manera estaba esperando. Allí, en el horizonte, estaba su caballo de guerra, de pie orgulloso frente a la manada, con cientos de caballos detrás de él. Como siempre, había sentido dónde estaría Duncan y lo había esperado lealmente. El corazón de Duncan se emocionó al saber que su viejo amigo llevaría a su ejército hasta la capital.
Duncan silbó y, al hacerlo, su caballo giró y se dirigió hacia él. Los otros caballos lo siguieron y hubo un gran estruendo en el crepúsculo mientras la manada galopaba por la llanura nevada dirigiéndose hacia ellos.
Kavos asintió admirado.
“Caballos,” notó Kavos al verlos acercarse. “Yo personalmente hubiera caminado hasta Andros.”
Duncan sonrió.
“Estoy seguro que sí, mi amigo.”
Duncan se acercó mientras llegaba su caballo y acarició la melena de su viejo amigo. Lo montó y, al hacerlo, todos sus hombres montaron también, miles de ellos, un ejército a caballo. Se sentaron completamente armados mirando hacia el crepúsculo, con nada delante de ellos más que las llanuras nevadas que llevaban a la capital.
Duncan se sintió excitado al saber que estaban ya muy cerca. Podía sentirlo, podía oler la victoria en el aire. Kavos los había bajado de la montaña; pero ahora era su turno.
Duncan levantó su espada sintiendo todos los ojos de los hombres y ejércitos sobre él.
“¡HOMBRES!” gritó. “¡Hacia Andros!”
Todos soltaron un gran grito de batalla y avanzaron hacia la noche por las llanuras nevadas, todos preparados para continuar sin detenerse hasta llegar a la capital e iniciar la guerra más importante de sus vidas.
CAPÍTULO CUATRO
Kyra miró hacia el amanecer y observó a una persona de pie a su lado, una silueta que se formaba con el sol naciente, una persona que ella sabía tenía que ser su tío. Parpadeó confundida cuando finalmente pudo verlo. Ahí por fin se encontraba el hombre por el que había cruzado todo Escalon, el hombre que le revelaría su destino y la entrenaría. Ahí estaba el hermano de su madre, lo único que le quedaba de la madre que nunca conoció.
Su corazón palpitaba con anticipación mientras este se movió de la luz y reveló su rostro.
Kyra estaba impresionada: él se parecía tanto a ella. Nunca había conocido a alguien que tuviera su mismo semblante, ni siquiera su padre a pesar de haberlo deseado. Siempre se había sentido como una extraña en el mundo, separada de su verdadero linaje; pero ahora, al ver el rostro de este hombre, sus altos pómulos cincelados, sus brillantes ojos grises, un hombre alto y orgulloso, de hombros anchos, musculoso, vestido con una armadura de cota de malla dorada, con cabello castaño que bajaba hasta su barbilla, sin rasurar, al parecer en sus cuarentas, se dio cuenta que era especial. Y esto la hacía especial por extensión también. Por primera vez en su vida sintió que esto era verdad. Por primera vez sintió una conexión con alguien, con un poderoso legado, con algo más grande que ella. Sintió que pertenecía en el mundo.
Este hombre era claramente diferente. Obviamente era un guerrero, orgulloso y noble, pero no llevaba espadas ni escudos ni ningún tipo de arma. Para su asombro y deleite, traía un solo artículo: un bastón dorado. Un bastón. Era tal como ella.
“Kyra,” dijo.
Su voz resonó a través de ella, una voz familiar que se parecía a la de ella. Al escucharlo hablar sintió no sólo una conexión con él, sino también con su madre. Este era el hermano de su madre. Este era el hombre que conocía la identidad de su madre. Finalmente tendría la verdad y no habría más secretos en su vida. Muy pronto lo sabría todo acerca de la mujer que toda la vida había deseado conocer.
El bajó una mano y ella la tomó poniéndose de pie, con las piernas entumecidas después de haber estado sentada toda la noche junto a la torre. Era una mano fuerte y musculosa, pero sorprendentemente suave, y la ayudó a levantarse. Leo y Andor se le acercaron y Kyra se sorprendió al ver que no le gruñían como lo hacían habitualmente. En vez de eso, se acercaron al hombre y lamieron su mano como si lo conocieran de siempre.
Entonces, para la sorpresa de Kyra, Leo y Andor se quedaron firmes como si siguieran una orden silenciosa del hombre. Kyra nunca había visto nada parecido. ¿Qué clase de poderes tenía este hombre?
Kyra ni siquiera tuvo que preguntarle si era su tío, pues lo sentía con cada fibra de su cuerpo. Era poderoso, orgulloso, todo lo que ella había deseado que fuera. Pero había algo más en él, algo que ella no podía entender completamente. Era una energía mística que emanaba de él, un aura de calma pero también de fuerza.
“Tío,” dijo ella. Le gustaba como sonaba esa palabra.
“Puedes llamarme Kolva,” respondió él.
Kolva. De alguna manera, el nombre parecía familiar.
“He cruzado Escalon para verte,” dijo nerviosa sin saber que más decir. El silencio de la mañana se tragó sus palabras, y las llanuras vacías sólo se llenaron del sonido distante del océano. “Mi padre me envió.”
Él sonrió. Era una sonrisa cálida, y las líneas de su rostro se juntaron como si hubiera vivido mil años.
“No fue tu padre quien te envió,” respondió. “Sino algo más grande.”
De repente y sin ningún aviso, se dio la vuelta y empezó a caminar utilizando su bastón, alejándose de la torre.
Kyra lo miró avanzar sin entender; ¿lo había ofendido?
Ella se apresuró a alcanzarlo con Leo y Andor a su lado.
“La torre,” dijo ella confundida. “¿No entraremos?”
Él sonrió.
“Tal vez en otro momento,” respondió.
“Pero pensé que tenía que llegar a la torre.”
“Así era,” respondió. “Pero no entrar a ella.”
Ella trataba de entender mientras él caminaba velozmente entrando en el bosque, y ella se apuró a alcanzarlo. Su bastón golpeaba la tierra y las hojas al igual que el de ella.
“¿Entonces dónde entrenaremos?” preguntó ella.
“Entrenarás en donde entrenan todos los grandes guerreros,” respondió mirando hacia adelante. “En los bosques más allá de la torre.”
Entró en el bosque tan rápido que Kyra casi tuvo que correr para alcanzarlo, incluso aunque parecía caminar de manera tranquila. El misterio que lo rodeaba creció mientras un millón de preguntas cruzaban por su mente.
“¿Sigue viva mi madre?” preguntó ella incapaz de contener su curiosidad. “¿Está aquí? ¿La conoces?”
El hombre simplemente sonrió y negó con la cabeza mientras seguía caminando.
“Tantas