hombres que, de alguna manera, aún tenían a Escalon en sus manos.
Y lo peor de todo, Tarnis mismo estaría seguramente con ellos.
Duncan se preparó y respiró profundo antes de subir los cien escalones de mármol, con sus hombres a su lado y mientras las puertas eran abiertas por la Guardia del Rey. Respiró hondo sabiendo que debía sentirse exultante, pero también sabiendo que estaba entrando en un pozo de víboras, un lugar en el que el honor le cedía lugar al compromiso y la traición. Preferiría una batalla contra toda Pandesia en vez de una hora en reunión con estos hombres, hombres que cambiaban sus compromisos, hombres que no tenían convicciones, que estaban tan perdidos en mentiras que no podían entenderse ni entre ellos mismos.
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