Морган Райс

El Peso del Honor


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respuestas. La fuente de tus respuestas. Y más importante, la fuente de tus preguntas.”

      Kyra estaba confundida mientras caminaban por el bosque, junto a árboles verde brillante que parecían resplandecer a su alrededor en este lugar misterioso. Pronto perdió de vista la torre y el romper de las olas se hizo más silencioso. Tenía problemas para seguirle el paso en la vereda constantemente cambiante.

      Estaba hirviendo llena de preguntas y finalmente no pudo contener su silencio.

      “¿A dónde me llevas?” preguntó. “¿Aquí es donde me entrenarás?”

      El hombre continuó caminando pasando un arroyo, girando y pasando por antiguos árboles cuya corteza era de un verde luminoso mientras ella le seguía los pasos.

      “Yo no te entrenaré,” dijo. “Tu tío lo hará.”

      Kyra se quedó congelada.

      “¿Mi tío?” preguntó. “Pensé que tú eras mi tío.”

      “Lo soy,” respondió. “Y tienes otro más.”

      “¿Otro?” preguntó.

      Finalmente llegó a un claro en el bosque deteniéndose en la orilla y ella, respirando agitadamente, se detuvo a su lado. Miró hacia adelante y se impactó por lo que vio.

      Al otro lado del claro había un árbol inmenso, el más grande que jamás había visto, antiguo, con ramas extendiéndose hacia todos lados, brillando con hojas púrpuras, con un tronco de treinta pies de ancho. Las ramas se torcía y cruzaban una con otra creando una pequeña casa en el árbol a unos diez pies de altura y que parecía haber estado ahí desde siempre. Una pequeña luz salía de entre las ramas, y Kyra miró hacia arriba encontrando una sola figura sentada en la orilla de las ramas como si estuviera meditando y observándolos.

      “Él también es tu tío,” dijo Kolva.

      El corazón de Kyra la golpeó en el pecho sin poder entender nada. Miró hacia el hombre que decía ser su tío y se preguntó si estaba tratando de engañarla. El otro tío parecía ser un niño de apenas diez años de edad. Se sentaba derecho como meditando y mirando directamente hacia enfrente, sin mirarla a ella con sus ojos azules brillantes. Su rostro infantil tenía líneas como si fuera alguien de mil años, con su piel café oscura cubierta de manchas de la edad. Parecía ser apenas unos cuatro pies de alto. Era como si se tratara de un niño con una enfermedad de envejecimiento.

      Ella no sabía qué pensar.

      “Kyra,” dijo, “él es Alva.”

      CAPÍTULO CINCO

      Merk entró en la Torre de Ur, atravesando las grandes puertas doradas que nunca pensó llegaría a pasar, con una luz interior tan brillante que casi lo cegó. Levantó una mano para cubrirse los ojos y, al hacerlo, se sorprendió al ver lo que tenía enfrente.

      Ahí, de pie frente a él, estaba un verdadero Observador, con penetrantes ojos amarillos que miraban directamente hacia Merk, los mismos ojos que lo habían perturbado por la rendija de la puerta. Llevaba una túnica holgada amarilla, escondiendo sus brazos y piernas y sólo mostrando un poco de piel pálida. Era sorprendentemente bajo, de mandíbula larga y mejillas hundidas y, mientras lo miraba, Merk se sintió incómodo. Salía luz del pequeño bastón dorado que sostenía frente a él.

      El Observador lo estudió en silencio, y Merk sintió una brisa mientras las puertas se cerraban repentinamente atrapándolo en la torre. Hubo un sonido que hizo eco en las paredes y él involuntariamente se estremeció. Se dio cuenta de lo inquieto que estaba al no haber dormido todos estos días, de noches con sueños perturbadores, por su propia obsesión de entrar aquí. Ahora al estar adentro, sintió una extraña sensación de pertenencia, como si finalmente hubiera entrado a su nueva casa.

      Merk esperaba que el Observador le diera la bienvenida y le explicara en dónde estaba. Pero en vez de eso, se volteó sin una palabra y se alejó caminando, dejando a Merk solo y confundido. No sabía si debería seguirlo.

      El Observador llegó a una escalera de marfil en espiral del otro lado de la cámara y, para la sorpresa de Merk, fue no hacia arriba, sino hacia abajo. Bajó rápidamente y desapareció de la vista.

      Merk se quedó de pie en silencio sin saber qué es lo que debería hacer.

      “¿Debo seguirte?” gritó finalmente.

      La voz de Merk retumbó e hizo eco en las paredes como si se burlara de él mismo.

      Merk miró a su alrededor examinando el interior de la torre. Miró las brillantes paredes hechas de oro sólido; miró el suelo hecho de un antiguo mármol negro veteado de oro. El lugar era tenue, alumbrado sólo por el misterioso resplandor que salía de las paredes. Levantó la vista y vio la antigua escalera tallada en marfil; se acercó a ella y, examinando la cima, vio una cúpula dorada a unos cien pies de altura por la que se filtraba la luz solar. Vio los niveles arriba, todos los diferentes pisos, y se preguntó que había ahí arriba.

      Miró hacia abajo con aún más curiosidad y vio que los escalones llevaban a pisos subterráneos hacia donde el Observador había ido y se quedó confundido. Las hermosas escaleras de marfil que parecían una obra de arte giraban misteriosamente en ambas direcciones, como si subieran hacia el cielo y descendieran hasta los niveles más profundos del infierno. Merk se preguntó, más que nada, si la legendaria Espada de Fuego, la espada que cuidaba de todo Escalon, estaba dentro de estas paredes. Se sintió emocionado al sólo pensarlo. ¿En dónde podría estar? ¿Hacia arriba o hacia abajo? ¿Qué otras reliquias y tesoros estaban guardados aquí?

      De repente, una puerta oculta se abrió en una de las paredes laterales y Merk se dio la vuelta para ver salir a un guerrero de rostro severo, un hombre del tamaño de Merk portando una cota de malla, de piel pálida por muchos años de no ver la luz solar. Caminó hacia Merk, un humano con una espada en la cintura que tenía una prominente insignia, el mismo símbolo que Merk había visto tallado en los muros exteriores de la torre: una escalera de marfil elevándose al cielo.

      “Sólo los Observadores pueden descender,” dijo el hombre con voz áspera y oscura. “Y tú, mi amigo, no eres un Observador. Por lo menos todavía no.”

      El hombre se detuvo frente a él y lo miró de arriba a abajo mientras ponía sus manos en la cintura.

      “Bien,” continuó, “supongo que si te dejaron entrar debe haber una razón.”

      Suspiró.

      “Sígueme.”

      Con eso, el abrupto guerrero se dio la vuelta y subió por la escalera. El corazón de Merk se aceleraba mientras trataba de alcanzarlo, con su cabeza llena de preguntas y el misterio de este lugar creciendo con cada paso.

      “Haz tu trabajo y hazlo bien,” dijo el hombre dándole la espalda a Merk, con una voz oscura que retumbaba en las paredes, “y se te permitirá servir aquí. El vigilar la torre es el puesto más alto que Escalon puede ofrecer. Debes ser más que un simple guerrero.”

      Se detuvieron en el siguiente nivel y el hombre miró a Merk a los ojos como detectando una verdad profunda sobre él. Merk se sintió incómodo.

      “Todos tenemos pasados oscuros,” dijo el hombre. “Eso es lo que nos trajo aquí. ¿Qué virtud se esconde en tu oscuridad? ¿Estás listo para nacer de nuevo?”

      Pausó y Merk se quedó de pie tratando de comprender sus palabras, inseguro de cómo responder.

      “Aquí es difícil ganarse el respeto,” continuó. “Cada uno de nosotros somos lo mejor que Escalon tiene para ofrecer. Gánatelo y puede que un día seas aceptado en nuestra hermandad. Si no, se te pedirá que te vayas. Recuerda: esas puertas que se abrieron para dejarte entrar pueden de igual manera hacerte salir.”

      El corazón de Merk se desplomó al pensarlo.

      “¿Cómo puedo servir?” Preguntó Merk sintiendo el sentido de propósito que siempre había deseado tener.

      El guerrero se detuvo por un largo rato y finalmente se dio vuelta y continuó subiendo. Mientras Merk lo veía avanzar, empezó