físicos en firme para avanzar, me estaba preguntando si hay algo que usted pudiera decirme de la tela en sí.
—Oh —dijo Reed. —, puedo ayudar con eso.
—Soy de la opinión de que ambos retazos provienen del mismo material de origen —dijo Kate—. Muy probablemente una frazada.
—Creo que esa es una apuesta segura —dijo Reed—. Yo no estaba del todo seguro hasta que vi el segundo. Juntos encajan bastante —color, textura, y todo lo demás.
—¿Hay alguna forma de decir cuán vieja podría ser la frazada? —preguntó Kate.
—Me temo que no. Lo que puedo decirle, sin embargo, es de qué está hecha la frazada. Y eso llamó mi atención porque hasta donde sé, es una extraña combinación de tela para ser una manta tradicional como usted piensa que es. La gran mayoría de las frazadas están hechas de lana, lo que, por supuesto, no es para nada extraño. Pero el material secundario usado en la tela es algodón de bambú.
—¿Es muy diferente del algodón regular ? —preguntó Kate.
—No puedo afirmarlo —dijo—, pero por aquí pasan cantidad de ropas y materiales textiles. Y puedo contar con los dedos de una mano el número de veces que he estado en contacto con algo que tenga suficientes trazas de algodón de bambú. No es un material muy raro, pero no está tan extendido como el algodón básico.
—En otras palabras —dijo DeMarco—, no sería demasiado difícil ubicar compañías que lo usen como material primario.
—Eso, no lo sé —dijo Reed—. Pero puede que les interese saber que el algodón de bambú está presente en cantidad de frazadas esponjosas. Es bastante fresco por lo que he visto. Probablemente están buscando algo más bien costoso. De hecho, hay un almacén justo en las afueras de la ciudad que fabrica la clase de cosas a las que me refiero. Frazadas, sábanas, cubrecamas, ese tipo de cosas costosas.
—¿Sabe el nombre? —preguntó DeMarco.
—Biltmore Threads. Es una compañía pequeña que casi colapsó cuando todos comenzaron a comprar por Internet.
—¿Alguna otra cosa que pueda decirnos? —preguntó Kate.
—Sí, pero es algo espeluznante. Con la mujer Nash, creo que la tela fue embutida tan adentro que ella casi vomitó, incluso ya cerca de la muerte. Había ácido estomacal en la tela.
Kate pensó en el esfuerzo que implicaría para alguien hacer eso… qué tanto de la mano de uno podría entrar en la boca de la víctima.
—Gracias por su tiempo, Sr. Reed —dijo Kate.
—De nada. Solo esperemos no ver un tercer pedazo de esa frazada en el futuro cercano.
CAPÍTULO SIETE
De manera inquietante, el trayecto al almacén Biltmore Threads llevó a Kate y DeMarco por el mismo camino que habían tomado para entrar a Whip Springs a las cuatro de la mañana. La fábrica y almacén estaban localizados en un camino de dos canales que arrancaba de la autopista principal. Estaba enclavado a lo lejos, junto con una franja de pasto marchito que servía como zona verde, en los mismos bosques que ocultaban el hogar de los Nash del camino principal.
Mirando el estacionamiento, Biltmore Threads no lo estaba haciendo tan mal como Will Reed había sugerido. El sitio parecía emplear al menos cincuenta y tantas personas, y eso estaba basado simplemente en este momento del día. Con una fábrica como esta, Kate supuso que había turnos de trabajo, lo que significaba que otros cincuenta y tantos probablemente vendrían más tarde para el turno de la noche.
Se dirigieron al interior, pasando a un lobby deslucido. Una mujer sentada detrás de un mostrador levantó la vista hacia ellas con una expresión peculiar. Era evidente que no recibían a muchos visitantes.
—¿En qué puedo ayudarles? —preguntó.
DeMarco hizo las presentaciones de rigor y luego de mostrar sus identificaciones, la mujer en el mostrador las hizo pasar por una puerta que abrió con un zumbido, situada en el extremo opuesto del lobby. Esa misma mujer se encontró con ellas allí y las llevó por un pequeño corredor. Al final del pasillo, abrió otro conjunto de puertas dobles que llevaba al área de producción de Biltmore Threads. Varios conjuntos de telares y otro equipo que Kate nunca había visto repiqueteaban vivamente. En el extremo opuesto del enorme espacio de trabajo, un montacargas compacto estaba transportando una paleta de ropa apilada a otro lugar del almacén.
Luego de conducirlas cuidadosamente por el borde del piso, la mujer se detuvo ante otra puerta y las hizo entrar. Allí, había un estrecho pasillo que daba a cinco habitaciones. La mujer las llevó a la primera y tocó la puerta.
—¿Sí? —la voz de un hombre tronó desde el interior.
—Tenemos visitas —voceó la mujer antes de abrir la puerta—. Dos damas del FBI.
Hubo una pausa de varios segundos y entonces abrieron la puerta desde el otro lado. Un hombre de cabello oscuro y gafas de gruesos cristales las saludó. Las miró de arriba a abajo, no con nerviosismo sino con aguda curiosidad.
—¿FBI? —preguntó— ¿Qué puedo hacer por ustedes?
—¿Puede darnos un minuto de su tiempo? —preguntó Kate.
—Seguro —dijo, haciéndose a un lado y permitiendo que entraran a su oficina.
Había solo un asiento en la oficina aparte del que estaba detrás de su escritorio. Ni Kate ni DeMarco lo tomaron. El hombre de cabello oscuro no tomó asiento tampoco, eligiendo permanecer de pie junto con ellas.
—¿Es usted el supervisor? —preguntó Kate.
—Soy el gerente regional y supervisor del turno diurno, sí —dijo. Extendió su mano con rapidez, como si le avergonzara haber olvidado hacerlo antes—. Ray Garraty.
Kate le dio un apretón y entonces le mostró su identificación. Luego metió la mano en su bolsillo y sacó el retazo de tela de la escena Nash.
—Esto es un retazo de tela de una reciente escena de crimen —dijo—, y creemos que sería clave para atrapar al asesino. El laboratorio forense encontró algodón de bambú en él, y tengo entendido que Biltmore Threads usa algodón de bambú con cierta regularidad.
—Lo usamos —dijo Garraty. Estiró la mano hacia la bolsa y luego vaciló antes de preguntar: —¿Le importa?
Kate hizo un gesto con la.cabeza y se la entregó. Garraty la miró atentamente y asintió. —Sin desmenuzarla, no puedo garantizarlo, pero sí, parece que tiene un poco. ¿Sabe de dónde viene la tela?
—Presumo que es una frazada —dijo Kate.
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