Carlos Cuauhtémoc Sánchez

Sin cadenas


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Ninguno de los dos estamos bien. Temo que hemos dado mal ejemplo a nuestros hijos.

      Hoy fui a comer con mis compañeros del curso de asertividad (me gustan esas clases; nos enseñan a fortalecer el carácter). En el restaurante, no me gustó el platillo que me dieron, pero me quedé callada. En cambio, una compañera, a la que tampoco le gustó, reclamó. Le cambiaron el plato, y como tampoco le gustó, llamó al capitán de meseros y comenzaron a discutir. Al final le llevaron un nuevo platillo ¡gratis! Fue muy interesante ver cómo mi amiga se dio a valer. ¡A mí me cuesta tanto trabajo hacer eso! Siempre me enseñaron a callarme y a no causar problemas. ¡Pero esto debe acabarse ya!

      Por mi bien y el de mi familia, debo trabajar en tres aspectos:

      1. Mi autoestima. Pensaré que valgo mucho y lucharé contra la timidez, la inseguridad, el miedo a lo desconocido, el deseo exagerado de ser aceptada por los demás.

      2. El control de mis emociones. Dejaré de ser negativa, pensaré cosas adecuadas para no sentir coraje, vergüenza o preocupación.

      3. La forma de comunicarme. Hablaré claro y fuerte, de manera cortés. No me prestaré a peleas, amenazas, gritos, insultos o manipulación.

      Con los cursos para afirmar la personalidad he aprendido que debo ser valiente, pues muchas cosas sólo las conseguiré hablando con firmeza; sin embargo también he aprendido que puedo ganar cualquier discusión exigiendo mis derechos con elegancia, sin ser altanera o grosera. ¡Todo es cuestión de aplicar ciertas técnicas!

      Owin le quitó el cuaderno a su hermana y lo hojeó.

      —E... esto es increíble... ¿Mamá lo... lo escribió?

      —Eso parece.

      Los hermanos habían hallado un verdadero tesoro. ¡Ese cuaderno tenía plasmadas ideas personales de su madre!

      —Devuélvemelo —Beky quiso arrebatárselo a Owin pero el joven lo sostuvo. Estuvieron a punto de romperlo.

      —¿Qué... qué haces? ¡Te... ten cuidado!

      —Pues dámelo.

      —Yo lo guardaré.

      El señor Meneses gimió, se incorporó del sillón y se recargó en el respaldo con ambas manos en la cabeza.

      Beky y Owin dejaron de pelear por la libreta.

      —Recuéstate papá —sugirió ella—, tienes que descansar.

      Sin abrir los ojos, Waldo Meneses les dijo a sus hijos:

      —Acérquense, por favor.

      Los muchachos obedecieron. El hombre abrió los brazos y atrajo a sus hijos cariñosamente hacia él.

      —Los quiero mucho. Perdónenme por ser un mal padre.

      —No digas eso.

      —¡Tengo miedo de fallarles ahora que su mamá nos ha dejado! ¡La extraño tanto!

      Los muchachos abrazaron a su papá. Eran una familia resquebrajada: A los chicos se les había derrumbado su soporte emocional y el padre había perdido la estructura de su vida. Tenían que recuperarse pronto o nada volvería a ser igual.

      LAS TRES ACTITUDES A FORTALECER EN UN CURSO DE ASERTIVIDAD

      REPASO DE CONCEPTOS

      01. La asertividad es un rasgo de carácter que afirma la personalidad del individuo.

      02. La persona afirmativa o asertiva no se deja manipular, y desarrolla tres cualidades básicas:

       • Autoestima: Seguridad, desenvoltura, personalidad definida, poco deseo de aceptación por parte de los demás.

       • Control emocional: Capacidad para generar ideas positivas y emociones sanas.

       • Poder de comunicación: Facilidad para decir “no”, expresar deseos y discutir sin herir a los demás.

      03. A nadie le gustan las discusiones, pero debemos ser valientes, porque muchas cosas buenas sólo se consiguen exigiendo nuestros derechos.

      PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

      01. ¿Alguna vez has perdido algo por miedo a discutir o exigir tus derechos? Relata.

      02. ¿Cómo definirías tu personalidad? Describe los aspectos positivos y negativos.

      03. ¿Qué necesitas hacer para eliminar los rasgos negativos de tu personalidad? Define propósitos específicos.

      04. ¿Qué necesitas hacer para afirmar los rasgos positivos de tu personalidad? Define propósitos específicos.

      05. ¿Cómo podrías mejorar tu individualidad, tu control emocional y tu poder de comunicación?

      2 EL CIRCO DE PULGAS

      Al día siguiente, Owin y Beky se levantaron temprano para ir a la escuela. Su padre continuaba dormido. No lo despertaron.

      Cuando llegaron al salón de clases, encontraron un griterío. La maestra no había llegado. En un ambiente de travesuras, groserías y burlas, los chicos pasaron casi toda la mañana sin ninguna guía. De repente, en la última hora de clases, el prefecto entró y levantó la voz:

      —Su profesora enfermó. Contrataron a una suplente. Vendrá a presentarse al rato. Me mandaron a cuidarlos mientras tanto. ¿Qué hacemos? ¿Jugamos a algo?

      El prefecto era un joven que hacía las veces de portero, vigilante y recadero. Organizó un juego de palabras, hombres contra mujeres. Como representante de los niños, eligió a Owin. Todos abuchearon la elección. Owin se rehusó, pero el prefecto insistió; entonces, sin saber cómo negarse, el joven caminó hacia el frente. Sus compañeros le arrojaron bolas de papel. Owin agachó la cabeza y se mantuvo quieto. Por otro lado eligieron a una chica guapa y lista para representar a las mujeres.

      El juego comenzó. Se trataba de escribir en el pizarrón palabras que iniciaran con la misma letra. Owin se hallaba tan intimidado que no pudo encontrar el nombre de una persona, ciudad, animal, cosa o película que comenzara con v. La chica terminó su trabajo en unos segundos y recibió el aplauso de todo el grupo femenino.

      —¡Las mujeres van ganando! —dijo el prefecto—, ahora escribirán palabras que comiencen con r. Tienen un minuto.

      Nuevamente Owin perdió. Los gritos de ánimo de las niñas fueron opacados por las groserías que decían los hombres:

      —¡Eres un burro, Owin! ¡No sirves para nada! ¡Mejor lárgate! ¡No debiste venir a la escuela hoy! ¡Torpe! ¡Tarado! ¡Ignorante! ¡Bestia!

       El prefecto escuchaba las burlas y se reía.

      —Vamos a darle otra oportunidad a nuestro amiguito. Estaba un poco dormido. ¿Ya despertaste? ¡Vamos! Ahora no escribirán en el pizarrón, sino que dirán en voz alta las palabras. Empezaremos con la letra t. ¡Vamos!

      La niña gritó de inmediato:

      —Tomás, Toronto, tortuga, tronco, Titanic.

      Owin trató de hablar al mismo tiempo, pero su tartamudez se convirtió en freno.

      —Te... te... te... te... te...

      Todos los chicos rieron.

      —¡Es una ametralladora!

      —Te te te te te te te te te—. Se burlaron.

      Guardó silencio. No se atrevió a regresar a su lugar ni quiso seguir compitiendo contra alguien que, en ese juego, era más rápida que él.

      —¡Las mujeres ganamos otra vez! —dijo la chica—, ¡ganamos siempre!

      —¡Siéntate, zopenco! —gritaban los hombres—, ¡eres peor que un animal! ¡Nos das vergüenza!

      Las bolas de papel volvieron a lloverle.

      Owin,