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Muy pocos son los países del mundo que tengan la desgracia (proporciones guardadas) de registrar en sus Anales inventario tan aterrador y, sin embargo, a pesar de ser tan elevada la cuenta, es muy cierto que, atendido el apasionamiento y la exacerbación en que han vivido los partidos, las ofensas que se han irrogado, los golpes que se han descargado en medio de luchas espantosas, de agitaciones horribles y de ansiedades incesantes, las guerras, los golpes de cuartel y las conspiraciones no han sido tantos cuantos habría podido suponer un observador imparcial que hubiera seguido con atención la marcha de los asuntos públicos.» Si se hiciese un inventario igual de cada una de nuestras enfermas democracias, Colombia tendría el alivio de las comparaciones. De todos modos, es la patria la que ha sufrido. Y los estadistas, los gobernantes no han tenido sino que sufrir la fatalidad de su medio. El mismo Sr. Holguín da una discreta explicación: «...Por grandes que fuesen, dice, su inteligencia y su ilustración, y por nobles y rectas que fueran sus intenciones, estando la nación dividida en partidos intransigentes que habían adquirido la costumbre de confiar la solución de sus diferencias al juego tan peligroso de las batallas, no contando con ninguna clase social que sirviera de contrapeso a las otras clases sociales, que andaban enloquecidas con la política; viéndose obligados a defenderse con frecuencia de las revoluciones, de las conspiraciones, de los golpes de cuartel y de los ataques formidables que le dirigía la prensa de oposición; con escasas rentas públicas, con gastos enormes, teniendo que hacer esfuerzos extraordinarios para cumplir los más urgentes compromisos del erario... por grande, decimos, que fuese su inteligencia, la tarea de guiar la nave del Estado por entre tantos obstáculos, ha tenido que ser, si no imposible, por lo menos muy difícil». En cualquiera de nuestros países, apartando desde hace algunas centurias a Chile, la Argentina y la pequeña Costa Rica, la situación ha sido la misma. Lo continental endémico no aminora sino que acrece lo lamentable. Todos hemos tenido nuestros criollos y chapetones, al comienzo, para seguir después con nuestros federales y unitarios, rojos y blancos, liberales y conservadores, y la innumerable división de los istas. Pero Colombia, como pocos pueblos, ha pagado sus choques y disenciones civiles. Y pocos pueblos han podido también contar con varones tan ilustres en los distintos partidos.
No me ocuparé nunca de la política interior de ninguna nación. Haré notar, no obstante, que desde la unión efectuada por los diferentes elementos de las agrupaciones políticas, se ha logrado «la reimplantación gradual y segura de un Gobierno democrático y liberal, dentro de las exigencias no estrechas de su criterio conservador». Y el actual mandatario se esfuerza por mejorar el crédito ante todo, impulsar la industria y el comercio, vigorizar, en una palabra, su país, que ha de llegar a ser todo lo que puede, con sus vastas riquezas fomentadas en una paz laboriosa.
Bogotá la docta y palatina, se abrillanta, se rejuvenece. Medellín, cuyos adelantos se han expuesto tan plausiblemente en una publicación, con motivo del centenario Colombiano; Popayán, ciudad que, según la frase de Reclus, es de las ciudades que, vistas a distancia, presentan el cuadro más encantador y más grandioso; Cali, «la ciudad más bella de Colombia y la que algún día habrá de disputar a Valparaíso el imperio del Océano Pacífico»; otras ciudades más, serán quizá en breve focos de civilización y de vitalidad.
Es demás señalar las ventajas de las regiones colombianas descriptas en los tratados geográficos y en los libros de viajes; y la belleza y encantos rurales que en el mundo entero se han podido apreciar con la simple lectura de la María, de Jorge Isaacs. Colombia es la Fertilidad, en su aspecto físico, como en su aspecto moral es el Talento. Es el imperio de las esmeraldas y de los versos. Sus figuras intelectuales son incontables, desde la colonia hasta nuestros días. ¿Qué será Colombia el día que lleguen a sus inmensas tierras los brazos y las iniciativas europeas? Colombia será una de las grandes sorpresas de la historia humana. Seguid, oh pueblos de nuestra América, la estela que va dejando en triunfo hacia el porvenir el potente navío argentino, y más de un sueño increíble se realizará entre las naciones.
CUBA
Isla bella, de feracidad sorprendente y de riqueza casi fabulosa. La página de sus heroísmos cerró el libro de glorias de la América multirrepublicana, y entre sus grandes hombres tuvo a un santo de la libertad: José Martí. País de sol y de palmas en que la naturaleza se recrea.
Descubierta por Colón el domingo 28 de Octubre de 1492, el almirante llamó a Cuba la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto, donde no se conciben la muerte ni el dolor.
A principios de la Conquista, en 1511, llegaron el capitán Diego Velázquez y otros, y con el suplicio del cacique Hatuey se inició en la Isla una época de inquietudes. A partir del siglo xvi, hasta fines del xviii, la piratería de franceses, ingleses y holandeses mantuvo en constante sobresalto a los pobladores, que no llegaban por entonces a cuarenta mil.
España estableció un monopolio mercantil, y quedó la Isla sometida al Imperio. Las guerras sostenidas entonces por España trajeron como una de sus consecuencias la sujeción de Cuba a Inglaterra por un pacto de familias reales. El gobernador británico, conde de Albermale, dió libertad al comercio, y en sólo un año llegaron a la Habana cerca de mil embarcaciones mercantes.
La dominación inglesa duró hasta la paz de Versalles, y España restauró su poder en 1763. Gobernaron entonces el marqués de la Torre, que hizo el primer censo del país, el cual censo arrojó 172.620 habitantes; D. Luis de las Casas y el marqués de Somernelos, buenos administradores que fundaron instituciones económicas y construyeron obras de pública utilidad. En 1812 se nombró la diputación cubana a las Cortes de Cádiz. El rey Fernando VII, como lo habían hecho los ingleses, decretó el comercio libre, y fué en aquel mismo tiempo cuando quedó oficialmente abolida la trata de africanos, por un convenio con Inglaterra. No obstante, el comercio de esclavos continuó.
Después de la abdicación de Carlos IV comenzaron a cundir en Cuba las ideas liberales; se fundaron asociaciones de cubanos separatistas, y con motivo de la elección de Diputados a Cortes ocurrió el primer episodio sangriento entre nativos y peninsulares. Era la principal de aquellas asociaciones revolucionarias la que se llamó Rayos y Soles de Bolívar, que envió delegación a Venezuela para demandar apoyo al Libertador Sud-americano, mientras en Méjico se instalaba la Junta Promotora de la Libertad Cubana. La gestión de esas agrupaciones patrióticas fracasaron por los temores esclavistas reinantes en los Estados Unidos de Norte-América, y desde entonces no cesaron los levantamientos contra el poder español. Y en el año de 1850 flameó por vez primera la bandera de la estrella sola, cuando el prócer Narciso López desembarcó con seiscientos hombres en la ciudad de Cárdenas.
Las sociedades El Aguila Negra, Los Soles de la Libertad, de Camagüey y otras continuaban sus propósitos. Vinieron el levantamiento y muerte de Joaquín Agüero, la insurrección de Armenteros, el segundo desembarco de Narciso López—su captura y muerte—y otros muchos episodios de sangre anteriores a 1868. La Junta de Información convocada en