la puerta y pon libros o algo pesado encima. Si Troy consigue entrar en tu habitación, grita tan fuerte como puedas cuando le veas. Tampoco estaría mal tener al lado un bate de béisbol o algo así. ¿Tienes un teléfono móvil? Si lo tienes, puedes llamar a la policía en un caso de emergencia.
Lo siguiente que quiero que hagas es que le cuentes a un adulto de tu confianza (la madre de tu mejor amiga o tu profesora favorita) lo que está pasando, y seguro que ella puede ayudarte. Si no puedes encontrar a alguien que te ayude, tendrás que hablar con la policía. ¿Sabes dónde está la comisaría de tu barrio? Puedes ir allí y explicar lo que te está ocurriendo a uno de los agentes. Pide hablar con una mujer policía.
Me alegro de que me lo contaras, LuAnne. Te mando mucho ánimo a través de este email.
Con cariño,
Kitty (besos)
Releí mi respuesta y la mandé. Intentaría no volver a pensar en LuAnne, en la puerta de su habitación con una silla colocada delante, en su hermanastro metiéndose entre las sábanas para estar junto a ella y sentenciándola a toda una vida de terapia psicológica o algo peor. Necesitaba borrarla de mi mente, y para eso Internet era muy apropiado, la gente podía ser eliminada, silenciada. Solo respondía una vez a cada chica, y si me escribían de nuevo las ignoraba. Con el volumen de mensajes que me llegaban cada día, no tenía tiempo para convertirme en su amiga. Para sobrevivir a mi trabajo necesitaba el cinismo de un médico de urgencias.
Siguiente.
Había cientos de mensajes en mi bandeja de entrada. Antes de continuar me apetecía comer, mi habitual hummus bajo en calorías y germinados con pan de avena (300), pero la chica estaba en la caja pagando por un batido de frutas. Carmen se lo sirvió sin saber que existía un hilo invisible que nos conectaba a la chica y a mí. Donde quiera que fuera yo, allí iba ella.
La cafetería de Carmen parecía una cocina de los años cincuenta, con las paredes pintadas de turquesa y tazas de té vintage como adornos. La fachada era una cristalera que ofrecía una vista de Violet Avenue, que parecía un retablo viviente de personas y coches. De vez en cuando, Carmen necesitaba ayuda y yo me ponía en la caja o en la cocina, llegando antes de que amaneciera para preparar cupcakes y pan de plátano. A pesar de la tentación me encantaba hornear pasteles, pero no me permitía hacerlo a menudo.
Conocí a Carmen en la universidad y, aunque en aquel entonces éramos simples compañeras, volvimos a encontrarnos en Nueva York. Me permitía usar la cafetería como si fuera mi oficina. Ya éramos amigas, dado que nuestra relación abarcaba llamadas de teléfono y quedadas ocasionales, pero ahora que Carmen estaba embarazada me preocupaba pensar que las cosas iban a cambiar.
La chica volvió a su mesa con el batido y se sentó. No escribió nada en la agenda, aunque estaba abierta frente a ella. En vez de eso, se dedicó a darles vueltas a los anillos plateados que llevaba en los dedos, pasándolos de uno a otro. Parecía aburrida. Era yo quien la estaba aburriendo.
¿Estaría siguiéndome de verdad? Me había parecido que se sorprendió mucho cuando me enfrenté a ella. No podía pensar en una sola razón para que me acechara, a no ser que Kitty la hubiera mandado para espiarme, para asegurarse de que estaba haciendo mi trabajo. No parecía el tipo de chica que trabajaba para Kitty, pero lo cierto es que yo tampoco.
De: AshliMcB
Para: DaisyChain
Asunto: problema gordo
Querida Kitty,
Esto va a sonar extraño, pero me gusta cortarme los pechos con una cuchilla. Es algo que empecé a hacer el mes pasado, pero no sé por qué lo hago. Me gusta dibujar el contorno de mis pezones y observar la sangre empaparme el sujetador. Me da mucha vergüenza y no hay nadie a quien se lo pueda contar. Odio mis tetas, así que no me importa si tienen cicatrices. Son pequeñas y no son iguales. He visto algo de porno en Internet y sé que no soy normal, pero no puedo seguir cortándomelas porque me puedo desangrar o las heridas se me pueden infectar. Por favor, ayúdame. No puedo parar. Sé que es raro, pero lo hago porque me siento bien. Duele, pero también me gusta.
Tu amiga Ashli (17 años)
Una que se cortaba. Sentí un bajonazo momentáneo ante la idea de que unas chicas con tantos problemas le tuvieran que estar escribiendo a una revista para recibir ayuda, pero si no lo hicieran yo no tendría trabajo. Miré en los archivos de mi ordenador y copié y pegué la respuesta estándar para las que se hacían daño a sí mismas, con unos cuantos detalles personalizados.
De: DaisyChain
Para: AshliMcB
Asunto: Re: problema gordo
Querida Ashli:
Me preocupa mucho que te estés cortando. Muchas chicas lo hacen, así que por favor no te sientas rara, pero como tu amiga te pido que dejes de hacerlo ya. No estoy legalmente cualificada para darte consejos acerca de este tema, pero al final de este correo tienes una página web que te dará mucha información y opciones para conseguir ayuda profesional cerca de tu casa.
El siguiente párrafo de mi correo se centraría en los pechos y en la pornografía. Mis Archivos/Kitty/Pechos/Porno.
Muchas chicas tenemos pechos que no son simétricos. Por favor, recuerda que las mujeres que aparecen haciendo porno no son normales. ¡Tú eres normal!
Para hacerla sentir mejor podría haberle dicho que yo no me atrevía a mostrar mis propias tetas, con los pezones apuntando al suelo, a nadie. Odiaba enseñárselas incluso a los médicos, aunque cuando estaba tumbada en la camilla no estaban tan mal. Solo cuando estaba de pie uno podía ver el espantoso efecto que producían. No podía decirle eso a Ashli porque me estaba haciendo pasar por Kitty cuyos pechos perfectos y simétricos se mantenían erectos, estaba segura de ello.
El resto de la tarde, los mensajes que respondí tocaban los temas predecibles (dietas, chicos, cuchillas y sus diferentes usos). También había varias quejas de las lectoras canadienses de la revista. Querida Tania: Seamos razonables. No me referí a Quebec como un país a propósito. Había algunos un poco más difíciles. Querida Kitty: ¿Alguna vez has tenido la fantasía de que te violaran?, pero nada que no pudiera manejar. Daba igual lo rápido que contestara los mensajes, seguían llegando, así que pocas veces sentía satisfacción por mis logros. Mientras que a otras chicas en países lejanos les habían trinchado los genitales como si fueran un pavo en Acción de Gracias, las chicas de Kitty tenían sus propios y urgentes problemas. Si Matt no me llama, ME MORIRÉ. No se me daban bien las dudas acerca de los chicos.
No existía un final para las súplicas. Venían del centro del país, del norte y del sur, del este y el oeste. Parecía que no había un lugar en suelo norteamericano que no estuviera empapado con las lágrimas de tantas chicas. Después de escribir un mensaje en el que explicaba la diferencia entre vulva y vagina (Tu vagina es el pasillo hasta la cérvix. Te provee de una salida para el ciclo menstrual. Respondiendo a tu pregunta, no, no puedes afeitarte la vagina. ¡Ahí no hay pelo!), alcé la vista y descubrí que la chica se había ido. Aliviada, abrí el siguiente mensaje, sin esperar nada interesante o que restaurara mi fe en las chicas adolescentes. Todas las noches, después de la cena, voy al baño y vomito. Antes de que me pudiera sumir en la desesperación, lo que solía ocurrir todas las tardes a partir de las tres, Carmen me sorprendió con una taza de café solo (SIN CALORÍAS) y una galleta de avena (195).
Llevaba una camisola premamá en tonos pastel, su enorme barriga parecía un huevo de Pascua. Se sentó enfrente de mí, dejando escapar un resoplido y pasándose los dedos por su pelo negro y recogido.
—Venga, léeme uno.
Los mensajes de las chicas de Kitty tenían todo el morbo de un accidente de coche. Miré a la pantalla de mi ordenador.
—Querida Kitty, ¿está mal tener sexo con tu padre?
—Te lo estás inventando. Por Dios.
No estaba muy segura y esperaba que yo le hiciera una señal. Cuando