Erin Watt

El príncipe roto


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y al cabo, aceptan a todo tipo de escoria.

      No sé si se refiere a mí o a Ella.

      Antes de responder, una chica pasa entre nosotros con las manos en la cara. Sus altos gimoteos nos distraen temporalmente a Daniel y a mí, y ambos observamos cómo se precipita hacia un Wolkswagen Passat blanco que hay en el aparcamiento de estudiantes y se mete dentro.

      Daniel se gira hacia mí con una sonrisa de suficiencia.

      —¿No es esa la novia de los gemelos? ¿Qué ha pasado? ¿Ya se han cansado de engañarla?

      Me giro y vuelvo a mirar a la chica, pero está claro que no es Lauren Donovan. Esta es rubia y esbelta. Lauren es pelirroja y menuda.

      Devuelvo la atención a Daniel y lo miro con desdén.

      —No sé de qué me estás hablando.

      La relación de los gemelos con Lauren es retorcida, pero es asunto suyo. No voy a ofrecer más munición a Delacorte para que ataque a mis hermanos.

      —Por supuesto que no. —Esboza una media sonrisa—. Los Royal estáis todos enfermos. Los gemelos comparten novia. Easton se folla a todo lo que se mueve. Tú y tu padre metéis la polla en la misma olla… ¿tu viejo y tú comentáis lo que os parece Ella? Apuesto a que sí.

      Aprieto los puños con los brazos junto a mis costados. Puede que darle una paliza a este gilipollas me haga sentir bien, pero su padre es juez y sospecho que me costaría bastante salir de rositas tras una demanda por agresión respaldada por los Delacorte.

      La última vez que me metí en una pelea en el Astor, mi padre me amenazó con mandar a los gemelos a una academia militar. Pudimos solucionarlo todo porque unos cuantos chicos estuvieron dispuestos a jurar que el otro tipo fue quien empezó todo. No recuerdo si fue así o no. Lo único que recuerdo es que dijo que mi madre era una puta drogata que se suicidó para deshacerse de mí y de mis hermanos. Tras eso, lo único que vi fue rojo.

      —Ah, y he oído que tu papi ha dejado preñada a la huerfanita de Ella —se jacta Daniel, que está en racha—. Callum Royal es un pedófilo. Apuesto a que a la junta directiva de Atlantic Aviation le encantará saberlo.

      —Vas a desear haber cerrado la puta boca —le advierto.

      Me abalanzo sobre él, pero Wade aparece de repente a mi lado y me aleja de Daniel.

      —¿Qué vas a hacer, pegarme? —me provoca—. ¿Acaso has olvidado que mi padre es juez? Te meterán en chirona tan rápido que la cabeza te dará vueltas.

      —¿Tu padre sabe que la única forma que tienes de liarte con una tía es drogándola?

      Wade empuja a Daniel hacia atrás.

      —Pírate, Delacorte. Nadie te quiere por aquí.

      Daniel es un idiota integral, porque no le hace caso.

      —¿Crees que no lo sabe? Ya ha comprado a otras tías antes. Tu Ella no hablará, a lo mejor porque siempre tiene la boca llena de vuestras pollas, Royal.

      Wade levanta el brazo para contener mi ataque. Si solo fuera Wade, habría podido quitármelo de encima. Pero otros dos chicos del equipo aparecen y agarran a Daniel. El tío continúa hablando mientras lo alejan a rastras.

      —¡Entérate, Royal! ¡Has perdido el control que tenías sobre el colegio! Tu reinado llegará pronto a su fin.

      Como si eso me importara una mierda.

      —Céntrate —advierte Wade—. Esta noche tenemos partido.

      Me deshago de él.

      —Ese hijo de puta intentó violar a mi chica.

      Wade parpadea.

      —¿Tu chica…? Espera, ¿te refieres a tu hermana? —Se queda boquiabierto—. Joder, tío, ¿estás liado con tu hermana?

      —No es mi hermana —gruño—. Si ni siquiera nos hemos tocado…

      Me separo de Wade de un empujón y observo con los ojos abiertos de par en par como Daniel sube a su coche. Supongo que el cabrón no aprendió la lección cuando Ella y un par de amigas suyas lo desnudaron y ataron en venganza por lo que le hizo.

      La próxima vez que nos crucemos, no se irá de rositas tan fácilmente.

      ***

      Mientras el entrenador comenta algunos cambios de última hora con Wade, nuestro quarterback, yo me envuelvo metódicamente una mano con esparadrapo, y luego la otra. Mi ritual antes de un partido ha sido el mismo desde que empecé en el programa juvenil de fútbol americano Pop Warner, y por norma general, me ayuda a centrarme y a prestar atención solo a lo que ocurre en el campo.

      Me visto, me vendo las manos con esparadrapo y escucho unas cuantas canciones. Hoy me toca 2 Chainz.

      Pero esta noche el ritual no funciona. Solo pienso en Ella. Sola. Hambrienta. Aterrorizada por hombres en un club de striptease o en la calle. Las escenas que Easton me describió en la estación de autobuses siguen reproduciéndose en mi cabeza una y otra vez. Me imagino que la violan. Que está llorando y que busca ayuda pero no hay nadie que la escuche.

      —¿Sigues con nosotros, Royal?

      Una voz seca atrae mi atención y levanto la vista hasta el rostro enfadado de mi entrenador.

      East me hace un gesto con el dedo. Ya es hora de terminar y salir.

      —Sí, señor.

      Recorremos el pequeño túnel y salimos al campo tras el jugador de polo Gale Hardesty y su caballo. Es un milagro que ninguno de nosotros haya pisado una mierda de las que ha soltado durante la exhibición.

      Estampo un puño contra el otro. Easton se une a mí.

      —Vamos a darle una paliza a esos cabrones.

      —Por supuesto.

      Estamos totalmente de acuerdo. Ninguno de nosotros es capaz de desquitarse el uno con el otro, ¿pero en el partido de hoy y con una pelea más tarde…? Con eso a lo mejor ambos conseguimos deshacernos de parte de la culpa que sentimos y seguir adelante.

      Devlin High gana el sorteo y elige recibir. Easton y yo chocamos nuestros cascos y corremos hacia nuestra posición de defensa.

      —¿Cuánto has pagado a los árbitros esta noche? —pregunta el receptor a la vez que me coloco frente a él. Es un bocazas. No recuerdo su nombre. Betme. Bettinski. ¿Bettman? Bueno, da igual. Miraré su camiseta en cuanto lo haya derribado de camino hacia su quarterback.

      El balón sale volando y, enseguida, Easton y yo salimos corriendo para defender. El receptor apenas me toca, y East y yo estamos allí para recibir al corredor cuando finaliza el pase. Agacho la cabeza e hinco el hombro en su estómago. El balón cae y la multitud profiere un alarido enorme que se prolonga lo suficiente como para hacerme saber que alguien del Astor Park está corriendo hacia el otro campo.

      Un compañero me agarra por las protecciones y me pone en pie al mismo tiempo que Easton cruza la línea de gol.

      Bajo la mirada hacia el corredor y le ofrezco la mano.

      —Tío, te aviso: East y yo estamos de bastante mal humor hoy y vamos a desquitarnos un poco con vosotros. A lo mejor es buena idea que se lo digas a los demás.

      El chaval bajito pone los ojos como platos y Bettman se abre paso a empujones.

      —Ha sido potra. La próxima vez serás tú el que se coma el suelo.

      Le enseño los dientes.

      —Venga, te estoy esperando.

      Si recibo bastantes placajes, puede que sea capaz de sacarme a Ella de la cabeza durante más de cinco segundos.

      Wade me da una palmada en el casco.

      —Buen placaje, Royal —me dice para animarme cuando East baja de nuevo a nuestro campo—. ¿Vas a dejar