se dio cuenta de que seguía habiendo cosas que la impactaban. Una de ellas era que aquella cría, que tenía veintiún años pero que a menudo parecía mucho menor, probablemente había cometido todos aquellos asesinatos. Otra era que Susan había afirmado que aquello solo era el principio, que habría más asesinatos.
Ronnie Howard declararía después: «Jamás delaté a nadie, pero aquello no lo pude aceptar. No paré de pensar que si no decía nada probablemente esa gente saldría en libertad. Y escogerían otras casas, al azar. No podría ver cómo asesinaban a todas aquellas personas inocentes. La próxima vez podría ser mi casa, o la tuya, o la de cualquiera».
Ronnie decidió que «tenía que contárselo a la policía, y punto».
Podría parecer que si uno está en la cárcel, hablar con un policía es relativamente fácil. Ronnie Howard descubrió que no era así.
Una vez más, las fechas son poco precisas, pero, según Ronnie, le dijo a la sargento +Broom45, una de las ayudantes del sheriff de Sybil Brand, que sabía quién había cometido los asesinatos de los casos Tate y LaBianca. Que la persona que se lo había dicho estaba implicada y detenida en aquel momento, pero que los otros asesinos andaban sueltos y, a menos que los detuvieran pronto, iba a haber más asesinatos. Ronnie pidió permiso para llamar al LAPD.
La sargento Broom dijo que pasaría la petición a su superior, el teniente +Johns.
Después de esperar tres días sin saber nada, Ronnie le preguntó a la sargento Broom por la petición. El teniente Johns pensaba que no había nada de cierto en aquello, según le dijo la sargento. Probablemente el teniente ya lo había olvidado por completo, dijo la sargento Broom, que añadió: «¿Por qué no haces lo mismo, Ronnie?».
Según Ronnie, estaba ya literalmente suplicándole. Iba a morir gente a menos que avisara a tiempo a la policía. ¿Puedes llamar por mí?, le pidió Ronnie. ¡Por favor!
Que una ayudante del sheriff hiciera una llamada por una interna iba contra las normas, la informó la sargento Broom.
El jueves 13 de noviembre el motero Danny DeCarlo bajó a Parker Center, donde habló con los inspectores del caso LaBianca. No fue una conversación larga, y no se grabó. Aunque DeCarlo tenía mucha información sobre las actividades de Manson y su grupo, porque había vivido con ellos más de cinco meses, en ningún momento Charlie reconoció estar implicado en los asesinatos de los casos Tate o LaBianca.
Eso volvió a los agentes más escépticos en cuanto al relato de Springer, y probablemente fue en ese momento cuando decidieron descartarlo como fuente fiable. Cuando Springer volvió a la semana siguiente, le pidieron que identificara unas cuantas fotografías, pero le hicieron pocas preguntas.
Acordaron una entrevista con DeCarlo, grabada y extensa, para el lunes 17 de noviembre. Iba a llegar hacia las ocho y media de la mañana.
Ronnie Howard siguió insistiendo a la sargento Broom, que al final le habló al teniente Johns del tema por segunda vez. El teniente propuso que le pidiera a Ronnie más detalles.
Así hizo la sargento Broom, y Ronnie —todavía sin identificar a las personas implicadas— le contó un poco lo que sabía. Los asesinos conocían a Terry Melcher. Dispararon al chico, Steven Parent, primero, cuatro veces, porque los vio. Sharon Tate fue la última en morir. La palabra «cerdo» se escribió con su sangre. Iban a extraer al bebé de Sharon, pero no lo hicieron. Una vez más, recalcó que habían planeado más asesinatos.
Por lo visto la sargento Bloom entendió mal a Ronnie, porque le dijo al teniente Johns que habían extraído al bebé. Y el teniente Johns sabía que eso no era cierto.
Tu informadora está mintiendo, informó la sargento Broom a Ronnie, y le dijo por qué.
Ronnie, ya casi histérica, le dijo a la sargento Broom que había entendido mal lo que le había dicho. ¿Podía hablar ella misma con el teniente Johns?
Pero la sargento Broom decidió que ya había molestado bastante al teniente. Por lo que a ella respectaba, el asunto estaba zanjado, informó a Ronnie.
Hubo una ironía aquí, aunque Ronnie Howard no fue consciente de ella, ni la habría percibido de haberlo sabido: la sargento Broom salía con un inspector del caso Tate. Pero por lo visto tenían otras cosas más importantes de que hablar.
Virginia Graham tenía sus problemas con la burocracia. Aunque, a diferencia de Ronnie Howard, no estaba convencida del todo de que Susan Atkins dijera la verdad, la posibilidad de que hubiera más asesinatos también la preocupaba. El 14 de noviembre, dos días después de su traslado a Corona, decidió que tenía que contarle a alguien lo que había oído. Había una persona en la prisión a la que conocía y en quien confiaba, la Dra. Vera Dreiser, una psicóloga de la plantilla.
Para que una interna hable con un miembro de la plantilla de Corona es necesario que rellene una «ficha azul», es decir una solicitud. Virginia cumplimentó una, donde escribió: «Dra. Dreiser, es muy importante que hable con usted».
Le devolvieron la solicitud con una nota que estipulaba que la Srta. Graham debía rellenar otra ficha azul para ver al Dr. Owens, responsable de la unidad a la que estaba asignada. Pero Virginia no quería hablar con el Dr. Owens. De nuevo solicitó una entrevista personal con la Dra. Dreiser.
Se le concedió la solicitud. Pero tuvo que esperar hasta diciembre. Y para entonces el mundo entero ya sabía lo que Virginia Graham quiso contar a la Dra. Dreiser.
17 DE NOVIEMBRE DE 1969
Estaba previsto que Danny DeCarlo llegara a la División de Homicidios del LAPD a las ocho y media de la mañana de aquel lunes. No se presentó. Los inspectores llamaron primero a su casa, sin respuesta, y luego al número de su madre. No, no había visto a Danny, y estaba un poco preocupada. Danny iba a dejar a su hijo con ella, para que lo cuidara mientras él bajaba al LAPD, pero ni siquiera había llamado por teléfono.
Cabía la posibilidad de que DeCarlo se hubiera largado. Se había asustado mucho cuando los inspectores hablaron con él el jueves anterior.
Cabía otra posibilidad, en la que no quisieron pensar.
Ese mismo día, Ronnie Howard iba a comparecer ante el tribunal de Santa Mónica por la acusación de falsificación. Cuando las internas de Sybil Brand van a comparecer, primero las trasladan a la cárcel de hombres de la calle Bouchet, donde las recoge un autobús y las entrega a los juzgados asignados. Antes de la llegada del autobús, por lo general pasan unos minutos, durante los cuales cada chica tiene permiso para realizar una llamada desde un teléfono público.
Ronnie vio la oportunidad y se puso en la cola. Sin embargo, el tiempo empezó a agotarse y aún tenía dos chicas por delante. Pagó a cada una cincuenta centavos para que le dejaran llamar primero.
Ronnie llamó al Departamento de Policía de Beverly Hills y pidió hablar con un inspector de homicidios. Cuando se puso uno, le dijo su nombre y su número de registro, y le aseguró que sabía quién había cometido los asesinatos de los casos Tate y LaBianca. El agente dijo que esos casos los llevaba la División de Hollywood del LAPD, y le aconsejó que llamara allí.
Luego Ronnie llamó a la División de Hollywood, y dio la misma información a un segundo inspector de homicidios. Este quiso enviar a alguien inmediatamente, pero ella le dijo que pasaría el resto del día en el tribunal.
No obstante, colgó antes de que el agente pudiera preguntar en qué tribunal iba a estar.
Ronnie Howard tuvo la impresión durante todo el día en el tribunal de que la vigilaban. No le cupo duda de que dos hombres, sentados al fondo de la sala, eran inspectores de homicidios, y supuso que en cualquier momento hablarían con ella. Pero no lo hicieron. Cuando se levantó la sesión, la llevaron de vuelta en autobús a Sybil Brand, al dormitorio 8000, con Susan Atkins.
Poco antes de las cinco de la tarde, Danny DeCarlo llegó a la División de Homicidios del LAPD. De camino al centro se dio cuenta de que le quedaba poco combustible y se metió en una gasolinera. Al salir, hizo un giro prohibido y lo vio un