diferencia de Al Springer, el aspecto, la manera de hablar y la manera de actuar de Danny DeCarlo eran de motero. Era bajo, un metro y sesenta y cinco, pesaba cincuenta y ocho kilos, y tenía un bigote estilo Dalí, tatuajes en sendos brazos y quemaduras en uno de ellos y las dos piernas de accidentes múltiples de moto. Cauteloso, con frecuencia echaba un vistazo atrás, como si esperara encontrar a alguien, y utilizaba una jerga pintoresca que los agentes que hablaron con él —Nielsen, Gutiérrez y McGann— adoptaron de forma inconsciente. De veinticinco años, nació en Toronto, y después le concedieron la nacionalidad estadounidense tras servir cuatro años en la Guarda Costera. Su trabajo: experto en armas. En aquel momento trabajaba con su padre vendiendo armas de fuego. Por lo que se refería a las armas del rancho Spahn, los inspectores no pudieron encontrar una fuente mejor. Cuando no estaba emborrachándose y andando detrás de las chicas —en lo que admitió que pasaba la mayor parte del tiempo—, se ocupaba de las armas. No solo las limpiaba y las reparaba, sino que dormía en la armería donde las guardaban. Cuando se sacaba un arma, Danny se enteraba.
También se enteró de muchas cosas relacionadas con el rancho de cine Spahn, ubicado en Chatsworth, a poco más de treinta kilómetros del centro de Beverly Hills y sin embargo, al parecer, en las antípodas. William S. Hart, Tom Mix, Johnny Mack Brown y Wallace Beery rodaron allí películas; decían que Howard Hughes vino a Spahn para supervisar en persona la filmación de algunas partes de El forajido; y las colinas onduladas detrás de los edificios principales sirvieron de escenario para Duelo al sol. A excepción de algún anuncio de Marlboro o de algún episodio de Bonanza, el negocio principal era, en aquel momento, alquilar caballos a gente que iba los fines de semana a cabalgar. Los decorados de cine —la Cantina Longhorn, el Café Rock City, la funeraria, la cárcel—, que daban a la carretera del Paso de Santa Susana, estaban ya viejos y maltrechos, como George Spahn, el dueño del rancho, de ochenta y un años y casi ciego. Durante años, Ruby Pearl, una antigua jinete de circo que montaba a pelo convertida en encargada de los caballos, llevó para George la parte del negocio relacionada con las caballerizas: traer heno, contratar y despedir a vaqueros, asegurarse de que cuidaran los caballos y el establo y no tocaran a las chicas demasiado jóvenes que venían a recibir clases de equitación. Casi ciego, George dependía de Ruby, pero al final del día ella se iba a casa, donde tenía un marido y otra vida.
A lo largo de los años, George tuvo diez hijos, a cada uno de los cuales llamó como a un caballo favorito. Recordaba al detalle los homónimos, pero tenía más dudas sobre los hijos. Todos vivían en otros sitios, y solo unos pocos iban a verlo con regularidad. Cuando llegó la Familia Manson, en agosto de 1968, George vivía sin compañía en una caravana mugrienta, y se sentía viejo, solo y abandonado.
Eso fue mucho antes de que Danny DeCarlo se liara con la Familia, pero se lo oyó contar a menudo a los que estaban allí.
Manson, que al principio pidió permiso a Spahn para quedarse unos días, pero omitió mencionar que había de veinticinco a treinta personas con él, le asignó a Squeaky46 el cuidado de George.
Squeaky —n/v47 Lynette Fromme— llevaba ya más de un año con Manson, y fue una de las primeras chicas en unirse a él. Era una muchacha delgada, pelirroja y cubierta de pecas. Aunque tenía diecinueve años, parecía mucho más joven. DeCarlo dijo a los inspectores: «Tenía a George en el bolsillo. Le limpiaba, le cocinaba, le llevaba la contabilidad, se acostaba con él».
P. (Con incredulidad) ¿Ah, sí? ¡Menudo viejo granuja!
R. Sí (…) Charlie estaba obsesionado con influir en George para que tuviera tanta fe en Squeaky que, cuando le llegara el momento de marchar a las tierras felices de caza, entregara el rancho a Squeaky. En eso andaban. Charlie siempre le decía a Squeaky lo que debía hablar con George (…), y ella informaba a Charlie de cualquier cosa que le dijeran al viejo.
Squeaky aseguraba que ella era los ojos de George. Según DeCarlo, esos ojos solo veían lo que Charlie quería que vieran.
Tal vez porque sospechaba, tal vez porque sus hijos, las raras veces que fueron a verlo, se opusieron enérgicamente a la idea, George no llegó a legar la propiedad a Squeaky. Esta, supusieron los inspectores, fue probablemente la razón por la que siguió vivo en el rancho Spahn.
George Spahn frustró uno de los planes de Charlie. Danny DeCarlo le siguió la corriente y luego le falló en otro: el proyecto de Manson de conseguir que las bandas de moteros se unieran a él para «aterrorizar a la sociedad», en palabras de DeCarlo. Danny conoció a Manson en marzo de 1969, justo después de separarse de su mujer. Fue a Spahn a arreglar unas motos y se quedó. «Me lo pasé en grande», admitió después. A las chicas de Manson les enseñaron que tener hijos y cuidar de los hombres era la única meta que tenían en la vida. A DeCarlo le gustó que le cuidaran, y las chicas, al menos al principio, se mostraron muy afectuosas con «Donkey Dan48», un apodo que le pusieron por ciertos atributos físicos49.
Hubo problemas. Charlie estaba en contra de la bebida. A Danny lo que más le gustaba era echar buenos tragos de cerveza y yacer al sol: después testificó que en Spahn pasó borracho «probablemente el noventa por ciento del tiempo». Y, con la excepción de un par de «pichurris especiales», al final DeCarlo se cansó de la mayoría de las chicas. «Siempre intentaban sermonearme. Siempre eran las mismas gilipolleces con las que las sermoneaba Charlie.»
Con la visita del 15 de agosto de los Straight Satans, Manson debió de darse cuenta de que jamás conseguiría que los moteros se unieran a él. Después de aquello, ignoraron a Danny, lo excluyeron de las reuniones de la Familia, en tanto que las chicas le negaron sus favores. Aunque fue con el grupo al rancho Barker, solo se quedó tres días. Se largó, dijo DeCarlo, porque había empezado a creerse todo lo que «había oído sobre asesinatos», y porque tenía firmes sospechas de que si no se iba, a lo mejor era el siguiente. «Después de aquello —dijo—, empecé a andarme con ojo.»
Cuando los inspectores del caso LaBianca hablaron con DeCarlo el jueves anterior, este les prometió que intentaría localizar la espada de Manson. La entregó al sargento Gutiérrez, que la registró en calidad de efectos personales de «Manson, Charles M.», delito probable «187 PC»: asesinato.
La espada tenía una historia detrás. Unas semanas después de que Danny se mudara a Spahn, el presidente de los Straight Satans, George Knoll, alias «George 86», fue a verlo. Manson admiró la espada de George y se la sacó con el engaño de prometerle pagar una multa de tráfico de veinte dólares que debía. Según Danny, la espada se convirtió en una de las armas favoritas de Charlie. Al lado del volante de su bugui personal, tenía una funda metálica hecha a medida. Cuando vinieron los Straight Satans la noche del 15 de agosto a por Danny, vieron la espada y la reclamaron. Al enterarse de que estaba «sucia», es decir, que se había utilizado en un crimen, la partieron por la mitad. Estaba partida en dos cuando DeCarlo se la entregó a Gutiérrez.
Longitud total, cincuenta centímetros; longitud de la hoja, treinta y ocho centímetros. La anchura de la hoja, muy cortante, con la punta afilada por los dos lados, era de dos centímetros y medio.
Según DeCarlo, fue la espada que utilizó Manson para rebanarle una oreja a Gary Hinman.
Gracias a DeCarlo los inspectores se enteraron entonces de que, además de Bobby Beausoleil y Susan Atkins, había otras tres personas implicadas en el asesinato de Hinman: Manson, Mary Brunner y Bruce Davis. La principal fuente de DeCarlo era Beausoleil, que, al volver a Spahn tras el asesinato, alardeó ante DeCarlo de lo que había hecho. O, en palabras de Danny, «volvió haciéndose el chulo al día siguiente, igual que si le hubiera traído una chica sin catar».
La historia, tal y como aseguró DeCarlo que se la contó Beausoleil, fue así. Mary Brunner, Susan Atkins y Bobby Beausoleil se pasaron a ver a Hinman, y «le empezaron con chorradas sobre los viejos tiempos y todo eso». Luego Bobby le pidió a Gary todo el dinero que tuviera, le dijo que lo necesitaban. Cuando Gary contestó que no tenía nada, Bobby sacó una pistola de nueve milímetros, una Random polaca automática, y empezó a darle culatazos. En la refriega la pistola se disparó, y la bala no dio a nadie pero rebotó por la cocina (la LASO encontró una bala de nueve milímetros alojada debajo del fregadero).
Después