del sistema C-T, atendiendo a este planteamiento, no pueden ser ya ajenos a la epistemología política, una especialización de la epistemología que se refiere a los procesos de conocimiento en contextos sociales, ni tampoco a la política epistemológica, es decir, a las políticas orientadas a la promoción y gestión del conocimiento como un bien social. Compárese la diferencia entre ambas mediante una analogía entre lo que podría llamarse "sanidad social", como salud de las personas derivada de su existencia en comunidades particulares y políticas sanitarias, o sistemas públicos de promoción y preservación de la salud. Pues bien, las relaciones entre ciencia y democracia, en el contexto de la tensión que creemos entrever entre verdad y justicia, tienen que plantearse en el doble plano de cuál es el estado de conocimiento, (y también de capacidades tecnológicas, pero por el momento y por cuestiones de simplicidad nos referiremos solamente a la ciencia) por el hecho de que tenga una cierta estructura social el sistema de su producción y cuáles son las políticas públicas destinadas a la promoción del conocimiento.
Los dos aspectos, epistemología política y política epistemológica resultan al final estar estrechamente relacionados, como lo están también en el caso de la salud, pero lo están de una forma contingente; en la medida en que las políticas públicas se orienten por una cierta epistemología política y en la medida que quienes practican el conocimiento en contextos sociales apoyen o se enfrenten a ciertas formas de epistemología política. Históricamente las relaciones entre epistemología política y política han sido cambiantes dentro de un esquema que podemos calificar como "moderno": el programa baconiano- cartesiano de convencer a la sociedad de la importancia del conocimiento como fuente de poder y de beneficio social. Este marco, sin embargo, admite considerables variaciones en su conversión en formas particulares de política del conocimiento y de epistemología social. En el intervalo de los años treinta y setenta, se desarrollaron varias alternativas en medio de polémicas filosóficas y políticas que contribuyeron a configurar el sistema de la triple hélice contemporánea. Vamos a examinar tres aproximaciones a la intersección de epistemología política y política epistemológica que fueron históricamente muy relevantes en la configuración de las varias políticas contemporáneas respecto a la ciencia, y lo que me parece más relevante, siguen siendo aún modelos de referencia en lo que respecta al problema de cómo es posible una ciencia bien ordenada en una sociedad bien ordenada. La razón de escoger modelos que se retrasan tanto en el tiempo histórico es saltar a los momentos primigenios en los que las políticas fueron expresadas con toda claridad y los argumentos con la mayor contundencia. Los herederos de aquellas propuestas aún siguen activos y las propias políticas pueden ser reconocidas en los varios estilos de los diversos estados.
La planificación social de la ciencia y la técnica
A comienzos del siglo XX solamente el sistema alemán había generado una colaboración estable entre la ciencia y la industria. La industria química alemana había comenzado una política de investigación en colaboración con los institutos gubernamentales del Kaiser y con los departamentos universitarios. La investigación de tintes, la investigación química, en general y la industria militar fueron los núcleos de esta primera forma de colaboración estable entre la universidad y las empresas. Esta colaboración dio una ventaja inicial a los alemanes en la Primera Guerra Mundial, aunque Inglaterra y Estados Unidos reaccionaron con rapidez en una movilización masiva de científicos y, sobre todo, con la planificación fordiana de las industrias de armamento, que se mostró como un factor esencial en la derrota de Alemania. En la posguerra este proceso se hizo más lento, en palabras de J. J. Salomon:
después de las hostilidades las relaciones entre la ciencia y la política volvieron a ser en la mayoría de los países –al menos hasta la década de 1930– las que habían sido en la segunda mitad del siglo XIX: en resumen, relaciones de buena vecindad en las que el Estado sostenía la investigación como si se tratase de algo superfluo y la ciencia, por su parte, no se hallaba en condiciones de exigir lo necesario. 3
Pero la situación volvió a cambiar, en primer lugar por el ascenso del fascismo en Alemania y la rápida militarización de su economía, y en segundo lugar por la visibilidad que comenzó a tener fuera de la República Soviética el primer plan quinquenal de 1927, que incorporaba la doctrina oficial de que la investigación científica ha estado siempre, y siempre debe estarlo, dirigida a la satisfacción de las necesidades sociales, estigmatizando la búsqueda del conocimiento por el conocimiento. Roosevelt creó en Estados Unidos un consejo asesor para la ciencia y la tecnología que tenía como función asesorar al presidente en la política de la ciencia que debía acompañar a su nueva política económica de bienestar, y en el que participaron personajes que habrían de ser tan relevantes en la política de la ciencia posterior como J. K. Galbraith, Vannevar Bush y James B. Conant, el futuro mentor de Kuhn. En muchos otros países se produjeron movilizaciones de científicos con una nueva conciencia política y social, especialmente en Inglaterra, donde se creó una tradición sociológica, histórica y filosófica que va a ser el centro de nuestro primer modelo de epistemología política.
Mijail Bukharin, uno de los más importantes dirigentes e intelectuales soviéticos, visitó Inglaterra en 1931 con ocasión de un congreso internacional sobre historia de la ciencia, junto con una nutrida representación de científicos de la Unión Soviética. Allí explicó la nueva filosofía de la ciencia como forma de tecnología y la ligazón de la investigación científica con las necesidades del plan quinquenal. Entre los científicos, filósofos e historiadores que se entusiasmaron con las nuevas del sistema soviético, estaban Joseph Needham, biólogo cristiano y socialista que se habría de convertir en el gran historiador de la ciencia china y el autor al que vamos a referirnos inmediatamente, John Desmond Bernal, cristalógrafo con profundos intereses en historia, sociología y filosofía de la ciencia. Bernal inició una campaña mediante escritos, apelaciones a la British Association for the Advancement of Science e intervenciones en organizaciones como las Associations of Scientific Workers de Gran Bretaña y Estados Unidos. Una parte de los ensayos de la época fueron recogidos en La libertad de la necesidad, 4 más tarde en su monumental Historia social de la ciencia (1954) y, sobre todo, en The Social Function of Science (1939) 5 (en adelante: sfc).
La obra de J. D. Bernal contiene un lastre ocasional, derivado de su compromiso político y de las circunstancias históricas en las que surgió, y una lección de lucidez sobre el sistema de ciencia y tecnología que no hace sino crecer con los años. 6 En la primera mitad de sfc, Bernal hace un estudio exhaustivo del sistema de investigación y desarrollo en la Inglaterra prebélica, en la segunda parte propone un modelo de política científica y de innovación que coincide en su parte sustancial con lo que fueron las políticas de innovación posteriores a la gran guerra, y que aún hoy sigue vigente en algunos puntos, por ejemplo, en las propuestas tan sugerentes de establecer un sistema mundial de información científica y abaratar las publicaciones mediante medios electrónicos (no olvidemos la fecha de redacción, 1939). Representa el primero de los modelos que proponemos como solución contemporánea a la tensión entre la ciencia y la democracia, un modelo basado en una planificación política de la investigación científica de acuerdo a un orden de prioridades que atiende a las necesidades y proyectos de la sociedad.
Este modelo se basa en algunas premisas sobre la naturaleza de la ciencia, sobre la filosofía de la ciencia y sobre las relaciones con la sociedad que son tan claras como discutibles: fueron entendidas muy bien y fueron discutidas con pasión y siguen siendo premisas en las que se basan las políticas de la ciencia que enlazan con el modelo de Bernal.
El primer paso es el diagnóstico que hace Bernal de la ciencia y su relación con el aparato productivo:
la ciencia ha dejado de ser una ocupación de nobles curiosos o de mentes ingeniosas apoyadas por patrones ricos y se ha convertido en una industria apoyada por grandes monopolios estatales y por