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Aproximaciones a la filosofía política de la ciencia


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al advenimiento del movimiento posmodernista de las últimas décadas, los problemas del conocimiento del mundo y de la acción social se han representado como problemáticas de las ideas de realidad y de acción social.

      Tomando como punto de análisis el planteamiento latouriano sobre la epistemología política contemporánea, según el cual los problemas del conocimiento, la política y la naturaleza tienen que ver con las problemáticas de la idea de la naturaleza objetiva y de la política; el objetivo de este trabajo consiste en discutir la elaboración de conocimientos sobre la naturaleza y la acción política, a la luz de la proliferación de la epistemología posmoderna y del relativismo epistémico, particularmente nos interesa indagar la propuesta de una epistemología política de sustento antropológico.

      Para desarrollar la argumentación se considerará la noción modernista de la naturaleza y de la política; el papel del posmodernismo en la disolución de las nociones modernas de naturaleza y sociedad; los debates epistemológicos derivados de la llamada guerra de ciencias y particularmente los debates entre físicos, epistemólogos y sociólogos de ciencias en torno al estatuto del conocimiento científico; los problemas de conocimiento y la crisis de conocimiento modernista que tales problemas generan y; finalmente, la posibilidad de avanzar en la puesta en escena de una epistemología política capaz de solucionar la asimetría entre naturaleza absoluta y política relativa, de sustento antropológico.

      

       La noción modernista de naturaleza y política

      En el mundo occidental contemporáneo, preguntar por la objetividad de la naturaleza parece un llamado a un viejo e inútil debate entre la filosofía idealista y la materialista, toda vez que en la epistemología convencional, la noción de naturaleza ha sido el producto de una antigua repartición entre las consideraciones objetivas y subjetivas sobre las que se puede hacer alusión del mundo. Las primeras corresponden a la realidad natural y las segundas son asignadas a grupos o personas específicos.

      Por otro lado, concerniente al tema de la representación en la política, todo se torna discutible, rebatible, abierto al escrutinio de los actores. En política no hay punto de vista privilegiado, las ideas con pretensiones de validez universal sucumben ante el reclamo del irreducible relativismo ideológico y la representatividad política no necesariamente mantiene la cohesión que liga a los partidos con los ciudadanos. Después de la caída de los regímenes absolutistas del siglo XX y de la debacle de la dominación de la racionalidad burocrática imaginada en las teorías weberiano-marcusianas, las nuevas corrientes aceptan el derecho reservado por los actores a la acción autónoma, al disenso y a los derechos alternos. En nuestros días, el relativismo se sostiene sólo en los absolutismos de algunos fundamentalismos recalcitrantes.

      Sintetizando ambas representaciones, mientras científicos y tecnólogos reclaman la despolitización de sus campos y disciplinas, los políticos se molestan al ser criticados de tecnócratas. Los primeros disputan por tener la razón sobre la naturaleza, los segundos participan en debates para imponer sus puntos de vista sobre asuntos y soluciones de competencia pública. La repartición de las representaciones de ambas entidades se vuelve asimétrica en el momento que tanto los científicos como los políticos manifiestan públicamente un acuerdo que organiza la epistemología política modernista del siguiente modo: se asume un mundo en el que la naturaleza es única y la política es relativa.

      El planteamiento epistemológico subyacente en esta asimetría consiste en imponer la separación entre naturaleza y cultura y, consecuentemente, de éstas con la política, asumiendo que las ciencias de la naturaleza están exentas de acción social comunicativa y política y que la actividad política no incluye los procesos de acuerdo a la realidad externa. Los modernistas consideran que la naturaleza es objetiva, externa al hombre, apenas aprehensible mediante actos de inteligencia humana; de este modo, la naturaleza resulta única y externa. Pero paradójicamente, la sociedad es producto del hombre, del uso de su inteligencia, de su acción. De este modo, la política es reflejo del relativismo social y la naturaleza un reflejo del absolutismo científico.

      En síntesis puede decirse que la epistemología política modernista impone la separación entre la naturaleza y la política, adjudican a las ciencias de la naturaleza una suerte de exención de acción social comunicativa y política y exentan a la actividad política de la actividad científica; de esta adjudicación y exención ha resultado una imagen del mundo de la que la naturaleza es única y la política es relativa.

      Dejando de lado el polo de la política relativizada, en este apartado abordaremos la manera en que el posmodernismo ha interpelado las nociones de naturaleza y cultura; después, trataremos las posibilidades críticas para intentar reformular la epistemología modernista y posmodernista empleando los argumentos de ambas de manera reconstructiva.