no de la ciencia o de la academia.
Hessen y la transformación del debate
En 1931 tuvo lugar un evento que transformó la discusión sobre el carácter político de la ciencia. Durante un congreso de historia de la ciencia en Londres, una descripción marxista de la ciencia plenamente desarrollada fue presentada. Había sido propuesta en la Unión Soviética en forma completamente independiente del "marxismo occidental", y había sido patrocinada en el más alto nivel del aparato ideológico soviético por Nicolás Bujarin, quien participó en el libro en que esa descripción se presentó. La descripción se expresaba más en términos históricos que filosóficos, aunque ambos eran apenas separados: el propio texto teórico principal de Bujarin se titulaba Materialismo histórico, y comenzaba con estas frases: "Los académicos burgueses hablan de cualquier rama del conocimiento con misterioso asombro, como si fuera una cosa producida en los cielos y no en la tierra. Pero de hecho, cualquier ciencia surge de las demandas de la sociedad o de sus clases". 18
El conjunto de ensayos, que puso en uso estas ideas, tuvo un profundo efecto especialmente en Gran Bretaña. El punto principal del texto era mostrar, en casos de estudio detallados, que la ciencia era también producto de las demandas de la época por resultados tecnológicos, que las demandas eran específicas de particulares formaciones sociales y de situaciones históricas, y que esa "teoría" era en última instancia conducida por la práctica tecnológica. Esto implicaba que la idea de un reino autónomo de ciencia pura era una vergüenza y una construcción ideológica.
Una de las ideas centrales de Marx era que cuando la contradicción entre el potencial de las fuerzas productivas y la limitante y restrictiva estructura de clases y el sistema de relaciones económicas estuvieran en su más alto nivel se daría un momento revolucionario. Una de las ideas centrales, tanto de los fascistas como de los soviéticos, era que la planificación racional de las esferas de la economía y la cultura era posible y necesaria. Estas ideas tuvieron una gran aceptación en la opinión pública, en los responsables de la conducción política de la década de 1930, enfrentados a la gran depresión y en los estados liberales. En el caso de la ciencia, una extensa literatura fue desarrollada sobre "la frustración de la ciencia", la idea de que los capitalistas, los burócratas incompetentes y los políticos liberales estaban en el camino del tipo de desarrollos científicos que podrían superar todas las aparentes fallas del capitalismo. Hubo también dos interesantes declaraciones públicas, una al final de los años 20 y otra a inicios de los 30, hechas por prominentes miembros de la iglesia anglicana; uno sugirió una moratoria de la ciencia por una década para permitir una reconsideración de sus consecuencias sociales, y otro llamó a los científicos a considerar su responsabilidad social.
Al margen de esta situación se desarrolló un complejo y polifacético movimiento de izquierda, en parte comunista y en parte no comunista, que buscaba resolver los problemas sociales a través de la ciencia. J. D. Bernal fue la principal figura en este movimiento y públicamente se adhirió al comunismo. Recuérdese que Condorcet, Comte y Pearson encararon el problema de tal manera que la condición para que su descripción de la ciencia contribuyera al progreso era que los ciudadanos llegaran a ser educados científicamente, si bien sólo en una manera limitada, que requería que los científicos fueran, en efecto, ideólogos cuya ideología tuviera autoridad sobre el resto de la sociedad. Esto era equivalente al gobierno de los científicos, cosa que incluso el más entusiasta izquierdista, como Bernal, tenía por impráctico (aunque él aún lo consideraba preferible en principio, apuntando el asunto de si el bernalismo era un pearsonismo vestido de comunismo). El comunismo no era dirigido por los científicos, aunque implicaba una ideología auto reputada como científica. Así que se dio la más cercana aproximación al ideal del gobierno de los científicos disponible en la época, y estos científicos estuvieron profundamente interesados en la manera en la que la URSS operó y utilizó la ciencia. Los líderes de la marximización de la ciencia acomodaron las realidades de la Unión Soviética argumentando primero que éste era el único país en el que la ciencia había obtenido su función apropiada, como Bernal lo expuso, y adoptando el punto de vista de que el sistema soviético era benéfico (todo lo que la frase aquella "la dictadura del proletariado" significaba, de acuerdo a Julian Huxley, que las cosas fueran administradas para el beneficio de todos. 19 También argumentaron que la neutralidad era imposible para los científicos, especialmente frente a la manipulación anticientífica del fascismo, que el dinero para la ciencia fluiría libremente en un régimen organizado racionalmente con una planificación económica de mercados, y que en el presente la historia se encontraba en una fase de transición hacia el Estado en el que la ciencia, entendida extensivamente como "un control unificado, coordinado, y sobre todo consciente del conjunto de la vida social," albergando la esperanza de abolir la dependencia del hombre respecto al mundo material, mientras tomaba su legítimo papel al llegar a ser la consciente fuerza guía de la civilización material, penetrando en todos los otros ámbitos de la cultura.
Ciencia y comunismo, para decirlo brevemente, estaban hechos uno para el otro: la plena realización de cada uno requería la plena realización del otro. No había conflicto entre ciencia y comunismo, dado que, como decía Bernal, la ciencia ya es comunismo, toda vez que realiza la tarea de la sociedad humana, y lo hace a la manera comunista, en la cual: "los hombres colaboran no porque sean forzados por la autoridad superior o porque sigan ciegamente a algún líder elegido, sino debido a que toman conciencia de que sólo en esta colaboración voluntaria puede cada hombre alcanzar sus metas. No son las órdenes, sino las sugerencias, lo que determina la acción." 20
En los hechos, como Bernal lo previó, los científicos serían organizados en sindicatos que cooperarían con otros sindicatos para producir los planes quinquenales que después llevarían a cabo.
Crítica de la extensión
Bernal y sus camaradas entendieron que lo que hacía la posición poco persuasiva para los científicos era la noción misma de planificación, así como la cuestión sobre lo que la planificación de la ciencia implicaría. Los temas sobre planificación fueron sin embargo empequeñecidos por la discusión de la ciencia nazi en los círculos científicos que dominaban los últimos años de la década de los 30. La ciencia nazi no sólo estaba planificada, sino que era extensiva en el sentido problemático en el que lo señaló la noción leninista de que ninguna organización cultural en los regímenes soviéticos debería ser autónoma del partido. Bajo el régimen se esperaba que la ciencia se acomodara a la ideología nazi, los científicos judíos fueron expulsados, y se montó una estridente campaña contra la influencia judía en la ciencia. La traducción de un artículo aparecido en un periódico nazi fue publicada en Nature, 21 provocando una descomunal respuesta por parte de la ciencia angloamericana,moldeada en términos de "libertad" y del vínculo entre libertad científica y democracia. Esto suministró el primer acicate a la discusión sobre la "autonomía" de la ciencia. Bernal respondió a esta discusión definiendo las cosas en términos similares a un conflicto entre libertad y eficiencia que, según pensaba, podría resolverse dentro del marco de la planificación. Sin embargo, los temas de la libertad bajo planificación tendrían que formar parte de una discusión política de la "planificación" más amplia, no podían ser fácilmente tratados por Bernal, quien tendía a invocar una noción hegeliana de libertad positiva de los científicos bajo un régimen de planificación central. Otros defensores de ésta se encontraron con problemas similares.
Los tópicos de la planificación, de la libertad de investigación y de la autonomía, produjeron una compleja respuesta. En lo sucesivo identificaré simplemente algunos de los principales participantes en esa respuesta y sus respectivas contribuciones a ella. Friederich Hayek, en dos libros cruciales, Camino de servidumbre 22 y La contrarrevolución de la ciencia: estudios sobre el