y que un francés nunca deja de tener razon.
CAPITULO X.
La cocina infernal.
Mientras que Truth sorprendido de mi violencia y fogosidad echaba sobre mí miradas inquietas, entró Humbug, trayendo un manojo de pruebas que puso sobre la mesa.
—Alerta! gritó con su gruesa voz, comienza la tarea. Nunc animis opus, Ænea, nunc pectore firmo.[21] Doctor, ayudadnos; vuestro brazo derecho está libre; tomad ese papel y preparad el resúmen.
—Escribid: Derrota de las tropas federales. Hé ahí lo que ocupa toda nuestra primera pájina. Y echó una prueba en el buzon.
—Derrota! dije yo, vais á anunciar al país que ha sido derrotado? Poned: Retirada estratéjica, hábil combinacion; de otra manera vuestra imprudencia vá á sembrar por todas partes la inquietud y el terror.
—Doctor, sois incorrejible, replicó Truth, una vez mas—al pais se le debe decir toda la verdad. ¿Creeis que un revés abata á los yankees, y que, como los niños, se dejarán conducir por la fortuna? Una victoria nos encontrará indiferentes; una derrota nos valdrá un aumento de enerjía, de soldados y de dinero. ¿Cuántos hombres muertos?
—Muertos, 3,000; dijo Humbug, heridos 6,000; ausentes 2,400.
—Poned las cifras, replicó Truth; doctor, no las olvideis en el resúmen. Entretanto, qué ha hecho el Congreso?
—En el Senado, dijo Humbug, una larga discusion sobre la esclavatura. M. Summer ha hecho abolir la servidumbre en el distrito federal de Colombia. Es un primer paso. Doctor, escribid: Admirable discurso del elocuente senador de Massachusetts. Hé ahí nuestra primera hoja llena; pasemos al suplemento.
—Cámara de Representantes, nada de interesante: tres llamamientos al órden y el tiempo perdido en querellas con el presidente.
—Es la práctica, dijo Truth; pasemos. Ved aquí el artículo político; escribid, doctor: Vuelta á la Ley y á la Libertad; el Habeas corpus restablecido.
—Qué! dije yo asombrado, es en el momento de una derrota cuando es necesario concentrar todos los poderes y gobernar manu militari, que restableceis la libertad civil con todos sus peligros! Sabed, pues, por esperiencia, que este es el instante de suspender todos los derechos. Nada tranquiliza tanto á un pueblo como sentirse todo entero en manos del poder. En verdad, vosotros no entendeis nada de política.
—El despotismo no es la fuerza, respondió Truth: un pueblo, mientras mas libre es, es mas suave, mas obediente y resignado á los sacrificios. Si quereis que os sostenga, confiaos á él. Continuemos: Robos de la marina denunciados á la nacion. Escribid, doctor, y sub-rayad, á fin de que en el resúmen pongan esas palabras en relieve.
—Es demasiado atrevimiento, esclamé yo. Pensad en los intereses que herís, en las quejas que vais á levantar.
—Que se quejen los ladrones, dijo Truth, los espero; tengo pruebas!
—Pruebas, ¿quién os las ha suministrado?
—En todas partes donde hay una tribuna, dijo Truth, hay alguien que hable. En un pueblo á quien se le impone silencio, los ladrones obran, los robados se callan; en un pueblo en que todo ciudadano es un miembro activo de la nacion y tiene derecho de acusar á nombre del país, los ladrones se ocultan los robados gritan y obran. En Rusia, veinte millones dados á la policia no impedirian que se robaran millares de millones; y todavia la comprarian; entre nosotros, donde todo el mundo es la policia, no se roba un centavo sin temblar. Suprimir la rateria en grande escala, es una de las ventajas de la libertad. Pasemos á las noticias del esterior.
—He aquí, dijo Humbug, las tres correspondencias de Lóndres.
—¿Para qué tres correspondencias?—pregunté sorprendido de aquel lujo inútil.
—Hay tres partidos en Inglaterra, respondió Humbug, necesitamos pues tres écos para repetir todos los ruidos.
—Primera correspondencia, color del viejo Pam.[22] “Guerra á la América; la justicia es una bella cosa; pero el algodon vale mas; incendiemos el mundo para calentar la Inglaterra.” Segunda correspondencia, color Derby. “El viejo Pam se burla del público, grita á las armas, amontona fortificaciones y navíos corazados, juega á los soldados, y no quiere mas que dos cosas: conservar la paz y su puesto. Que nos den el ministerio, seremos tan patriotas y costaremos mas barato.” Tercera correspondencia, color Bright y Cobden. “John Bull, mi amigo, vuestro gobierno se burla de vos. Hace cosquillas á vuestra vanidad para sustraeros vuestro último chelin. Sed hombre, imitad á vuestro primo Jonathan,[23] haced vos mismo vuestros negocios; el dia que los pueblos no se hagan cuidar por esos charlatanes ruinosos que se llaman diplomáticos y grandes políticos, vivirán como hermanos; tendrán paz y vida baratas.”
—Espero, dije á Humbug, que al dar al público esas tres correspondencias, agregareis vuestro parecer.
—Absolutamente no, respondió Humbug; Jonathan tiene la costumbre de hacerse él mismo su opinion; tiene muy buenos ojos para tomar nuestros espejuelos.
La puerta se abrió bruscamente: tres mujeres jóvenes y elegantemente vestidas se aproximaron á nosotros; la de mas edad que no tenía veinte y cinco años, tomó la palabra en un tono á la vez modesto y seguro:
—Señor, dijo á Humbug, venidas enviamos por las señoras costureras de ropa hecha, os rogamos que anuncieis que vamos á constituir una liga y que el lúnes próximo tendremos un meeting á fin de buscar el medio de sacudir la opresion que sufrimos; queremos reconquistar y asegurar nuestros derechos.
—Los sastres son ricos, dijo Humbug. Antes de reducirlos, será necesario que os comais vuestras economías. ¿Teneis un millon que mascullar? que desperdiciar?
—Señor, dijo la mas jóven con aire altanero, con cien dollars de avisos llenaremos nuestro objeto. Enseñaremos á los señores sastres y al mundo entero lo que pueden quinientas mujeres, á quienes se les ha puesto en la cabeza no ceder. Es una leccion que aprovechará á los monopolizadores y á los tiranos, leccion que hará palidecer sobre sus tronos á los déspotas del viejo continente. Tened la bondad solamente de poner mañana en el diario el manifiesto al público, que nuestro comité ha deliberado y redactado.
Con lo que nuestra amazona alcanzó al periodista un papel doblado en cuatro; Humbug leyó en alta voz esta impertinente broma, memorable monumento de la locura y de la perversidad femeninas, en un pais donde hasta las mujeres mismas creen en la libertad.
A LOS PARISIENSES DE MASSACHUSETTS.
Las costureras de trajes.
Para revindicar nuestros derechos desconocidos, para obtener justicia, nos, las costureras de ropa hecha de la ciudad de París (Massachusetts) nos constituimos en liga: dentro de ocho dias nuestros tiranos habrán cedido, no tendremos mas empleo. ¿Quién quiere darnos trabajo? no gustamos quedar con los brazos cruzados; pero estamos resueltas á no trabajar devalde en provecho de gentes que pueden pagar. ¿Quién tiene necesidad de una puntada? Nosotros sabemos hacer sombreros, fracs, budines, masitas, y tortas; sabemos coser, bordar, hacer punto de medias, asar y cocer. Sabemos ordeñar las vacas, hacer manteca y queso, engordar gallinas y cuidar un jardin; sabemos asear la cocina, barrer la sala, hacer las camas, hachar leña, encender fuego, lavar y planchar, y lo que mas, adoramos á los nenes. En una palabra, cada una de nosotros, puede ser una cumplida mujer casera. Por nuestra inteligencia y nuestro injenio preguntad á nuestros antiguos amos. Resolveos pronto señores. ¿Quién quiere ojos negros, frentes hermosas, cabellos crespos ó ondeados, el encanto y la juventud de Hebe, la voz de un serafin, la sonriza de un angel? Viejos gentlemen que necesitais una buena ama de llaves, hermosos jóvenes que buscais una mujer activa y delicada, hablad, el remate está abierto. A la una, á las dos, á las tres: adjudicado. ¿Cuál