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Akal / Música 49
Hector Berlioz
LAS TERTULIAS DE LA ORQUESTA
Edición de: Enrique García Revilla
Prólogo de: Pablo Heras-Casado
Hector Berlioz (1803-1869) es, sin duda, el mejor escritor de entre los compositores de toda época (en palabras de Flaubert, «su estilo aplasta al de Balzac»). El ejercicio vocacional de la expresión escrita constituyó para él una prolongación de su espíritu creativo, de tal modo que necesitaba de la literatura para dotar de un sentido artístico completo a sus composiciones musicales, del mismo modo que, en sentido contrario, el contenido musical impregna la totalidad de sus escritos.
El tema fundamental del presente libro, como el de todos los escritos berliozianos, es el de la práctica musical. En él, su autor imagina una orquesta de ópera de mediados del siglo XIX, cuyos componentes, en el foso, se dedican a charlar y leer historias durante la representación de obras mediocres.
Su estilo, claro y directo, fiel reflejo de su personalidad, se encuentra alejado de los excesos sentimentales propios de la literatura romántica. Además, una de las características más sobresalientes es su sentido del humor, especialmente el empleo de la ironía como arma eficaz para criticar el arte de baja calidad que triunfaba en los escenarios parisinos.
Las tertulias de la orquesta se erige en uno de los monumentos músico-literarios del siglo XIX. En la presente edición, la primera crítica en nuestro idioma, se recupera el texto íntegro de la obra, basándose en las dos primeras ediciones, la original de 1852 y la corregida de 1854.
Enrique García Revilla es doctor en filología francesa por la Universidad de Burgos, musicólogo, profesor y miembro de la Orquesta Sinfónica de Burgos. Especialista en la figura de Berlioz, a él ha dedicado numerosas conferencias en España y en el extranjero, así como multitud de escritos en varios idiomas y su propia tesis doctoral. Es autor de la monografía La estética musical de Hector Berlioz a través de sus textos (Universidad de Valencia, 2013).
Diseño de interior y cubierta:
RAG
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Título original: Les soirées de l’orchestre
© de la introducción, traducción y notas, Enrique García Revilla, 2015
© del prólogo, Pablo Heras-Casado, 2015
© Ediciones Akal, S. A., 2015
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
ISBN: 978-84-460-4969-2
A Teresa, mi mujer.
A Mariano y Paloma, mis padres.
Prólogo
Recibo con alegría la noticia de esta edición de Las tertulias de la orquesta porque creo sinceramente que en la actualidad no hay excusa para que las principales obras literarias de Berlioz no se encuentren publicadas en español. Si bien la música del compositor francés ha gozado en las últimas décadas de un espléndido renacimiento que ha llegado hasta las salas de concierto españolas, sus obras literarias no son conocidas para el público hispanohablante debido a que prácticamente sólo están disponibles en otros idiomas en los que, en general, no estamos habituados a leer.
Guardo una especial admiración por Berlioz. Le considero uno de los compositores fundamentales de la historia y, como tal, siempre que tengo ocasión para ello, antepongo la programación de sus obras a otras opciones a la hora de perfilar mis programas. Cuando me fue propuesta la idea de prologar esta edición de Las tertulias, pensé que podría contribuir de forma diferente a la preservación de la memoria del compositor, más allá de mi responsabilidad como director para hacer que sus óperas y sinfonías sean escuchadas en teatros y salas de conciertos. Se trata de una aportación a su restauración como autor literario de calidad, uno de los más originales del romanticismo francés, según opinan varios estudiosos «berliozianos», entre ellos Enrique García Revilla.
Mi primer contacto con Berlioz fue también bastante original, porque tuvo lugar a través de una grabación de la recién redescubierta Misa solemne, una obra que compuso a los veinte años y que tras su estreno permaneció perdida hasta 1993. Conocí esta obra antes incluso de conocer la Sinfonía fantástica, obra que posteriormente he estudiado en profundidad y dirigido en múltiples ocasiones y en cuyo tercer movimiento reconocí con sorpresa material temático proveniente del «Gratias» de la Misa. Más tarde, tuve el honor de subir al podio de un marco entrañable para mí, como es el del Festival de Música de Granada, para llevar a cabo un hito de relevancia en la difusión de la obra de Berlioz como fue la primera interpretación en España de su cuarta sinfonía, la Sinfonía fúnebre y triunfal.
Desde el punto de vista creativo musical, quedo deslumbrado ante su exorbitante capacidad para aprender, que le permitió alcanzar en tres años desde que llegase a París en 1821, cuando aún apenas sabía en qué consistía una orquesta sinfónica, el dominio de las masas corales y orquestales que muestra en la mencionada Misa solemne (1824). Pero más impresionante resulta pensar que en otros cuatro años de aprendizaje, los que separan la Misa del comienzo de composición de la Sinfonía fantástica, iba a acometer él solo y sin contar con el amparo de ningún maestro una personal y brillante revolución en la concepción de la orquesta, con el empleo de unos timbres, unos colores y unas combinaciones instrumentales absolutamente vanguardistas para su época, además de una rompedora retórica expresiva orquestal que aún hoy puede considerarse moderna.
Desde un punto de vista artístico en sentido amplio, admiro en él su capacidad literaria en la música, concretamente la altura dramática que poseen sus obras. Fue un personaje con gran interés por la literatura y el teatro, un lector ávido, del mismo modo en que lo fueron también otros compositores que son esenciales para mí, como Gluck o Verdi. Gluck y Berlioz concibieron la literatura expresiva, el drama, como sustento de sus composiciones, y tanto estos como Verdi poseen una cualidad que aprecio sobremanera: ninguno de ellos se queda en lo superficial a la hora de narrar. Me gusta valorar en una obra la constatación de que cada uno de sus compases sea dramatúrgico, que no haya en ella nada superfluo como si fuera un simple dibujo de paisajes sonoros, y que el sentido dramático, la continuidad y la coherencia narrativa constituyan la base de la partitura. Berlioz representa el caso del compositor que al igual que Beethoven o Mahler es capaz de elaborar un verdadero drama artístico sin el empleo de palabras, pero que también posee esta cualidad creadora como escritor.
Me acerqué a comprender este reconocimiento de Berlioz como narrador en mi época de asistente en la Ópera de París, que tantas veces aparece citada en estas Tertulias. Allí comencé a ver la ópera desde dentro, pues se puede decir que vivía en la ópera, y conocí dos obras «berliozianas» que me marcaron de forma especial: Les Troyens y Romeo y Julieta. También caí presa del hechizo de otros compositores franceses, como Varesè y Pierre Boulez. Entre este último, del que tanto he aprendido, y Berlioz encuentro un paralelismo importante. En primer lugar, ambos son dos grandes figuras de la historia