Abbey Steele

Democracia y desplazamiento durante la guerra civil colombiana


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formas del desplazamiento en el marco de las guerras civiles irregulares, más que el grado general de desplazamiento producido por esas guerras. El objetivo de este libro es distinto de aquellos estudios que abordan operaciones de gran envergadura, como asesinatos en masa (Valentino 2004), deportaciones (Greenhill 2010), limpiezas étnicas (Bulutgil 2016) o genocidios y politicidios (Harff 2003; Strauss 2006).9 Si bien esos tipos de victimización con frecuencia se traslapan con formas de desplazamiento, requieren explicaciones diferentes, debido a que se basan en decisiones que por lo general tienen carácter centralizado. En contraste, las formas de desplazamiento que documento y explico aquí están relacionadas con las estrategias de grupos armados dentro de guerras en curso, lo cual, cabe esperar, varía de acuerdo con la comunidad y el tiempo.

      En el contexto de las guerras civiles, es difícil recopilar información confiable acerca de las comunidades afectadas por el enfrentamiento y la elaboración de esta es, a menudo, una prioridad secundaria con respecto a la necesidad de atender a las víctimas de la violencia. Como resultado, es difícir dimensionar con claridad la manera en la que se produce el desplazamiento, en especial, en guerras civiles que no tienen un carácter étnico. Con el fin de abonar el terreno para entender el desplazamiento, primero necesitamos entender las características de esos tipos de guerra y la forma en que tales características inciden en la manera en que interactúan grupos armados y población civil.

      Las guerras civiles irregulares se caracterizan por una relación de desequilibrio entre militares que hacen parte de estados fuertes, y cualquier milicia aliada, e insurgentes débiles. En algunos contextos, las milicias que combaten a los rebeldes también son importantes (Jentzsch, Kalyvas y Schubiger 2015). Los grupos armados, incluyendo la fuerza pública, son “organizaciones formales que emplean la fuerza armada para incidir en el resultado de una incompatibilidad política declarada”.10 Los insurgentes evitan confrontaciones militares con el estado y, como resultado, sus frentes armados son configurados con dificultad (Kalyvas 2006). Esta dinámica tiene implicaciones graves para los civiles: los grupos armados enfrentados buscan su apoyo y les piden que participen en la guerra. Los insurgentes acosan a la población civil en busca de recursos y refugio (es bastante conocido que Mao bromeaba sobre el hecho de que las guerrillas nadan en un mar de civiles). El reto principal para los contrainsurgentes es el “problema de la identificación”, es decir, diferenciar a los civiles y a los insurgentes. Para resolver el problema, deben pedir información a los civiles (Kalyvas 2006). Ambos bandos procuran establecer control territorial en los lugares en que son el único actor al mando. Con ese propósito, los grupos armados emplean diversas tácticas para obtener o mantener el control, o para socavar la presencia o el control de un rival, lo cual incluye varias formas de violencia en contra de la población civil (Kalyvas 2006, 124-132).11 Si bien insurgentes y contrainsurgentes tienen motivaciones similares para el uso de la violencia, difieren con respecto a cuándo, dónde y cómo la emplean, debido a los diferentes recursos que están a su alcance (regresaré más adelante sobre este punto).

      Los civiles son personas que no participan en las actividades militares de ningún grupo armado, pero que pueden llegar a ser sus socios o colaboradores de “tiempo parcial”. Con el fin de evitar la violencia, las personas evalúan, de forma constante, el riesgo al que están expuestos y sopesan las acciones que pueden tomar para reducir ese riesgo. Los civiles también tienen preferencias políticas y sus recursos pueden ser limitados, lo cual moldea sus decisiones. En condiciones normales, prefieren permanecer en sus comunidades y en sus tierras. Infortunadamente, los grupos armados con frecuencia obstruyen esa vía.

      En el transcurso de guerras civiles irregulares, “a lo que más temen los grupos armados es a la deslealtad, sin excepción” (Gutiérrez Sanín 2003, 22). Debido a que los grupos armados no buscan enfrentarse en combate, su habilidad para derrotar al adversario depende de los civiles. El objetivo principal de la contienda es el control territorial, y la deslealtad expresada por los civiles puede marcar la diferencia entre la victoria y la derrota (Downes 2008, 36). La deslealtad de los civiles puede conducir a que un grupo armado reciba información acerca del lugar en el que sus rivales se encuentran acampando, o cuáles de los vecinos son sus aliados. La deslealtad también puede asegurar el suministro de comida, como el caso de las tortillas que algunos salvadoreños proporcionaban de forma voluntaria al Frente Farubundo Martí para la Liberación Nacional –FMLN– (Wood 2003). En síntesis, los grupos armados se esfuerzan para localizar y castigar a los desleales.

      Lealtad y cooperación

      Con los peligros que acarrea, cabe preguntarse por qué los civiles se arriesgan a traicionar a un grupo armado poderoso. En otras palabras, ¿por qué se produce la deslealtad? Kalyvas (2006) presenta numerosos ejemplos de civiles que proporcionan información a cualquier grupo que en términos relativos ejerza un control territorial mayor, debido a que la probabilidad de ser castigados por desatender al grupo más fuerte es más alta que la de ser sancionados por desamparar al grupo más débil. Esta dinámica sugiere que el nivel de control que un grupo armado ejerce es un factor importante, que moldea las decisiones de la población civil y explica el volumen de colaboración que ese grupo recibe por parte de los civiles. En otras palabras, los civiles responden a estímulos como la seguridad, debido a que colaborar con el grupo más fuerte es menos riesgoso que contribuir con el más débil.12

      Sostengo que además de la disposición hacia esos estímulos, los civiles también establecen relaciones de lealtad con parientes, vecinos, miembros de su entramado social y miembros de grupos étnicos a los que consideran sus amigos. Las lealtades también pueden traspasarse de una generación a otra o dentro de familias o clanes. Darden (en prensa) muestra que en Ucrania la educación de corte nacionalista durante la fase de alfabetización condujo a forjar identidades y lealtades duraderas. Las identidades pueden desarrollarse también a partir de vínculos tenues: Skarbek (2014) sostiene que las diferencias de filiación entre miembros de un grupo son útiles en el contexto de poblaciones numerosas, prisiones en este caso, porque permiten a las personas crear vínculos de confianza. Existen dos mecanismos para mantener la identidad de grupo: normas internas y medidas de control dentro del grupo. Los miembros saben que están sujetos a las reglas del grupo y que serán castigados si las trasgreden (Fearon y Laitin 1996). Con el tiempo, la confianza hacia otros miembros y la dependencia de la regulación interna parece generar identificación con el grupo y lealtad con respecto a sus integrantes.

      Estas dinámicas de formación y consolidación de identidad estructuran las disputas que subyacen a la guerra, o “el prominente sistema de clasificación de grupos que tiene lugar en una sociedad y en sus conflictos” (Kalyvas y Kocher 2007, n10). Cuando escribe sobre la movilización de la Comuna de París, Gould (1995, 15) relaciona el proceso dinámico de formación de la identidad colectiva con el concepto de disputa:

      La identidad colectiva que los trabajadores tienen como trabajadores solamente emerge si los entramados sociales en los que están inmersos son moldeados de tal forma que las personas que los conforman puedan ser divididas entre “trabajadores” y “no trabajadores”. Tan pronto esto ocurre, el conflicto social entre los actores colectivos que están definidos en términos de esa división acentuará la prominencia y verosimilitud de la división misma. La intensificación, para los individuos, del significado cognitivo del límite, en otras palabras, alineará las relaciones sociales de tal forma que el límite se hará cada vez más real.

      En el mismo sentido, Tilly y Tarrow (2007, 80) desarrollan su idea sobre la formación de límites: “en toda política de identidad encontraremos el mecanismo de activación de límites, en el que un límite existente se hace más evidente como punto de referencia para reclamos colectivos”.

      La “activación de límites” puede derivarse de disputas anteriores a la guerra y de las dinámicas mismas de la confrontación (Balcells 2017; Bulutgil 2016). El trabajo de Lubkemann (2005, 2008) sobre la migración durante la guerra en Mozambique enfatiza en la importancia de la sociedad de preguerra para las disputas que tienen lugar en períodos de guerra. Mientras que en Machaze (y en las grandes provincias centrales), la familia extendida era el eje básico de los conflictos de preguerra, en las provincias de Gaza y Nampula, las discordias étnicas estructuraban