Abbey Steele

Democracia y desplazamiento durante la guerra civil colombiana


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Nacional Mozambiqueña), los principales grupos armados que combatían en el país, configuraron su personalidad de acuerdo con esas estructuras sociales comunitarias. El resultado fue una variación en las formas de violencia y de desplazamiento en cada región. Por ejemplo, las familias extendidas terminaron disueltas en Machaze debido al desplazamiento fragmentado, en tanto que la discordia étnica en Nampula condujo a que aldeas enteras tuvieran que huir al mismo tiempo.

      Las lealtades pueden surgir también en el contexto de guerras en curso. Wood (2003) ha podido establecer que algunos campesinos se involucraron con actividades peligrosas cuando intentaban respaldar grupos rebeldes en El Salvador, debido a que esas actividades les suministraban el “placer de la agencia” (pleasure in agency), que Wood describe como un beneficio afectivo para las personas, que, al estar involucradas en acciones riesgosas, sienten que están aportando para la obtención de un beneficio mayor y cooperando con una causa justa. Como resultado, la situación puede generar identificación con o lealtad hacia el grupo que promueve la causa. Asimismo, Goodwin y Skocpol (1989, 494) sostienen que “es el constante suministro de mercancías colectivas y selectivas, no la conversión ideológica en abstracto, lo que ha ocupado un lugar preponderante en el fortalecimiento del apoyo social hacia las guerrillas”. Con el tiempo, el suministro de esas mercancías puede crear relaciones de lealtad. En algunos casos, las comunidades adquieren reputación de leales con respecto a uno de los bandos, lo cual puede vigorizar las identidades de los habitantes (Kalyvas 2006, 128-29).

      En otros casos, las disputas anteriores a la guerra pueden permanecer ocultas hasta que esta comienza (Kalyvas y Kocher 2007). Por ejemplo, Balcells (2017) ha documentado dinámicas de “venganza” que se pusieron en marcha durante la Guerra Civil española y Bulutgil (2016) explica la forma en que las emociones desencadenadas por las alianzas y por la violencia durante la guerra pueden aumentar la probabilidad de operaciones de limpieza étnica. Con respecto a la escala individual, Petersen (2002) explora la manera en que el miedo, el odio, el resentimiento y la ira –forjados, por lo general, durante la guerra– permiten explicar la violencia étnica ejercida por personas que se identifican con un grupo étnico y que perciben que los miembros de otros grupos étnicos son destinatarios justificados del ejercicio de la violencia. El fascinante documental de Bringa y Christie (1993), We Are All Neighbors, sobre una aldea bosnia durante la guerra civil, muestra que mientras la violencia iba acercándose a la comunidad, aumentaba la distancia entre vecinos musulmanes y católicos. Dentro de cada grupo, los lazos entre vecinos se estrecharon mediante reuniones dedicadas a oficios religiosos y a entonar cantos nacionalistas. En otras palabras, la violencia estimuló la polarización y moldeó las lealtades entre los miembros de cada colectividad, y no fue la polarización lo que promovió la violencia.

      Kalyvas (2003) alerta que sería erróneo asumir que la disputa connatural a los “bandos” enfrentados en una guerra en un marco nacional se traspone de forma directa sobre la escala local. Además, Gould (1995, 21-34) señala, y la documentación así lo demuestra, que las identidades colectivas que apuntan a la acción política son susceptibles de crearse, y seguir siendo relevantes, en la escala local.

      En la medida en que la violencia se hace inminente y es dirigida hacia grupos específicos, como etnias y grupos religiosos, es más probable que las personas elijan un bando. Kalyvas y Kocher (2007) sostienen que cuando las personas son destinatarios potenciales de actos violentos, es más estratégico alinearse con un grupo armado, lo cual pude proporcionar, en términos relativos, mayores posibilidades de seguridad. Lichbach (1994, 413) argumenta, sin embargo, que las ventajas selectivas y colectivas son insuficientes, porque los grupos que suministran esas ventajas (seguridad, en este caso) tienen que competir entre sí. Hirschman ([1970] 1980, 81) agrega que “expresada como una paradoja, la lealtad, en su máxima expresión, es operativa cuando parece ser más irracional, cuando equivale a un vínculo firme con una organización que no parece garantizar tal vínculo porque este se asemeja a otro que también está al alcance”. Para Lichbach, el factor diferenciador es la ideología. Gutiérrez Sanín y Wood (2014) explican que la ideología puede atraer el apoyo de la población civil y crear compromisos normativos con respecto al grupo o a la causa. También, señalan que la ideología no se restringe a los conflictos que carecen de carácter étnico, sino que la violencia étnica y, desde luego, la violencia política, también implican una base ideológica.

      Las personas, por lo tanto, pueden interiorizar una identidad colectiva como resultado de lealtades emocionales, ideología, violencia durante una guerra civil, sentimientos o, incluso, decisiones pragmáticas. Sin importar la fuente de apego individual a una identidad colectiva y, por extensión, a un grupo armado, en el caso de guerras civiles, los intereses de las personas con respecto a la seguridad y su pertenencia a un grupo se refuerzan entre sí y producen o afianzan disputas durante las guerras. Esas disputas, y las adhesiones individuales que les sirven de base, tienen implicaciones importantes sobre la forma en que los miembros de cada bando tienden a actuar y sobre las amenazas que pueden enfrentar durante la guerra.

      Objetivos militares selectivos, indiscriminados y colectivos

      Los grupos armados –tanto insurgentes como contrainsurgentes– procuran evitar la traición y buscan fomentar la obediencia entre los civiles. Los procesos anteriores a la guerra y los que tienen lugar durante la misma crean estímulos e identidades de grupo que llevan a los civiles a ser desleales, sin prestar atención al riesgo. El reto principal para los grupos armados, por lo tanto, es identificar y sancionar a los civiles desleales.

      Para lograrlo, los grupos armados emplean la violencia y la amenaza de ejercerla, con el fin de generar obediencia y castigar la deslealtad, lo cual tiene como propósito ganar o mantener control territorial. De nuevo, la deslealtad es importante porque puede entorpecer la habilidad de un grupo armado para sortear los desafíos que los grupos armados rivales imponen a los esfuerzos de controlar un territorio. Según la forma de deslealtad que el grupo armado prevé o detecta, pondrá el punto de mira sobre personas o grupos. En otras palabras, la decisión sobre las posibles víctimas de la violencia: personas, grupos o cualquier persona, marca una distinción clave entre las formas de violencia. Denomino esta distinción “identificación de objetivos militares”, que se refiere a la elección de civiles que un grupo armado define como destinatarios potenciales de actos violentos. Tres tipos de objetivos militares fundamentan la mayor parte de la violencia en las guerras civiles: selectivos, indiscriminados y colectivos (Steele 2009; Kalyvas 2006; Wood 2010; Gutiérrez Sanín y Wood, 2017).13 Al enfrentar cualquier amenaza de violencia, los civiles tratan de garantizar su seguridad y la de sus seres queridos. Alcanzar esa meta suele depender del tipo de punto de mira desde la cual son observados por los grupos armados. Como resultado, la manera en que la población civil responde a su transformación en objetivo militar abre paso a diferentes formas de desplazamiento.

      La identificación de objetivos militares selectivos es la más peligrosa para la población civil. Los civiles son puestos en el punto de mira por un grupo armado debido a su participación en algún hecho particular o, probablemente, como ocurre a menudo, por las acusaciones al respecto. Aquellos que han colaborado con un grupo armado rival o que se han involucrado con alguna actividad que un grupo armado desaprueba, como liderar una organización social o participar en política, son destinatarios frecuentes de la violencia selectiva. En otras palabras, la identificación de objetivos militares selectivos se caracteriza por su alta especificidad. Las personas pueden ser puestas en el punto de mira debido a motivos políticos o personales. La identificación de objetivos militares selectivos de orden político se da cuando las personas son puestas en el punto de mira debido a que no cooperan con un grupo armado o porque se han pasado a un bando contrario. De acuerdo con Kalyvas (2006, 142), “la violencia es selectiva cuando existe una intención de establecer culpabilidad individual”. La identificación de objetivos militares selectivos de orden personal está basada en la acusación proferida por otro civil, por motivos tales como venganza o ambición, que no están relacionados con el apoyo a un grupo armado específico (Kalyvas 2006).14

      El ataque contra objetivos militares indiscriminados no guarda relación con atributo o comportamiento alguno, por lo que cualquier persona es una víctima potencial.15 La violencia