Abbey Steele

Democracia y desplazamiento durante la guerra civil colombiana


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los grupos armados pueden seleccionar objetivos militares colectivos para propiciar el desplazamiento de una parte de una comunidad, con el fin de lograr una ventaja estratégica. Esta es la forma de desplazamiento que el libro se propone explicar.

      Una teoría sobre la identificación de objetivos militares colectivos y la limpieza política

      ¿En qué situaciones y lugares los grupos armados seleccionan objetivos militares colectivos? Los grupos armados tienden a usar diferentes puntos de mira en escenarios específicos y en momentos particulares, debido a que los costos y los beneficios de cada uno de esos puntos de mira dependen del contexto. Si bien podría esperarse que los objetivos militares selectivos e indiscriminados produzcan desplazamiento, como expliqué en el apartado anterior, en aquellas situaciones, el desplazamiento es una consecuencia indirecta con respecto a los propósitos de los grupos armados. Kalyvas (2006) proporciona una teoría sobre la violencia selectiva, que explica la variación de los objetivos militares colectivos, así como una interpretación sobre la lógica de la violencia indiscriminada en guerras civiles irregulares. Sostengo, sin embargo, que los grupos armados son conscientes de que la identificación de un objetivo militar puede ocasionar el desplazamiento del grupo de civiles que ha sido puesto en el punto de mira. Con el propósito de producir una limpieza política –la expulsión de un grupo específico de su territorio– los grupos armados seleccionan objetivos militares colectivos. En el siguiente apartado, desarrollo mi argumento central de que el proceso es impulsado por dos variables: la disputa entre grupos armados alrededor del control sobre un territorio y la identificación de las lealtades de los civiles.

      Rivalidad y conquista territorial

      Los grupos armados necesitan la colaboración de los civiles con el fin de consolidar el control territorial, que es el propósito básico tanto de insurgentes como de contrainsurgentes. El mecanismo para obtener esa colaboración es un reto clave para los grupos armados. Al respecto, sostengo que la limpieza les permitirá garantizar la colaboración que necesitan. Como expliqué antes, la cooperación no solamente está ligada a los incentivos, como la seguridad, sino también a las preferencias políticas y lealtades de los civiles, las cuales pueden haber sido moldeadas por la insurgencia. Las lealtades de la población también limitan la relativa ventaja que tiene la contrainsurgencia en términos de recursos. David Galula, capitán del ejército francés durante la Guerra de Independencia de Argelia, observó que “la suposición de que la población se uniría a nuestro bando tan pronto se sintiera protegida frente a la amenaza de los grupos rebeldes resultó ser incorrecta. La idea de que por la fuerza podríamos poner de nuestro lado a la población no había funcionado” (Galula 1963, 97). En otras palabras, incluso con recursos coercitivos poderosos, la contrainsurgencia no puede alterar las lealtades –e impedir la traición– solamente mediante la fuerza. La fuerza, no obstante, es efectiva para expulsar a los desleales. Es más probable que la expulsión tenga lugar durante el enfrentamiento entre grupos armados que buscan controlar un territorio y, en especial, en situaciones en las que los contrainsurgentes intentan conquistar un nuevo territorio y arrebatar el control de manos insurgentes.33

      Los grupos armados pueden sacar provecho de la limpieza política sobre todo en dos sentidos. Primero, en la medida en que los civiles cooperan con los insurgentes, expulsar a los primeros de la comunidad reduce de forma directa la disponibilidad de recursos para los segundos y, en consecuencia, su presencia.34 La literatura sobre contrainsurgencia plantea la suposición central de que los insurgentes dependen de los civiles porque estos constituyen un recurso. La implicación que se deriva de esa perspectiva es que los estados deberían centrarse en los civiles y limitar los recursos destinados a los insurgentes, con el fin de que estos puedan ser derrotados. En ocasiones, la situación implica “drenar el mar”, lo cual alude a la sentencia de Mao sobre el hecho de que las guerrillas nadan en un mar de civiles (Sepp 1992).

      El segundo beneficio clave de la limpieza política se deriva de que es más probable que la población que decide quedarse obedezca al grupo armado entrante y, por lo tanto, reduce los costos asociados con el proceso de comenzar a ejercer control, lo cual ocurre a través de tres mecanismos. Primero, la alteración del equilibrio de poderes reducirá el temor de los civiles hacia la retaliación insurgente. Podría esperarse que, de modo más frecuente, los civiles que se quejan de los insurgentes y sus seguidores acusen a otras personas ante los contrainsurgentes, lo cual permite a la contrainsurgencia pasar a la violencia selectiva. Como resultado, la aplicación de violencia selectiva puede fortalecer el control de la contrainsurgencia sobre una zona determinada (Kalyvas 2006).35 Segundo, si la mayor parte de los seguidores de la insurgencia se ha ido, los contrainsurgentes pueden requerir una cantidad menor de recursos para monitorear a los traidores potenciales. Tercero, la limpieza tendrá carácter persuasivo: la violencia observada por los civiles que no están en el punto de mira instituye una amenaza palpable sobre los riesgos que acarrearían futuras traiciones.36

      Con mayor frecuencia que otros grupos, los insurgentes tienden a poner en marcha la limpieza política durante la confrontación, pero como estrategia defensiva más que como estrategia ofensiva. Con el propósito de defender un territorio, los insurgentes procuran poner en el punto de mira a los grupos que de modo potencial podrían aliarse con el grupo armado rival, con el fin de mantener a raya el avance del adversario.37 Si bien, en general, los grupos insurgentes son menos propensos a promover la limpieza política, tienen mayor probabilidad de ejercerla durante la confrontación con un grupo armado rival con el cual se disputan el control.

      Cuando un grupo armado intenta posicionarse en una comunidad en la que un rival no está presente o es muy débil, es improbable la identificación de objetivos militares colectivos.38 En primer lugar, cuando un grupo aún no se ha establecido en una comunidad, aún no se ha hecho visible ninguna disputa de carácter local, ni esta ha conducido a la polarización. Incluso, si existe una disputa de la que pueda sacarse partido en términos de la adquisición de aliados, puede no ser muy claro cuál de los grupos dentro de la comunidad puede representar utilidad. Kalyvas (2003) define este mecanismo como alianza. En segundo lugar, los grupos que no representan al estado, como los insurgentes, por lo general cuentan con menos recursos, y la identificación de objetivos militares colectivos puede ser costosa debido a que podría poner en evidencia la acción insurgente y conducir a represalias del estado (o de milicias contrainsurgentes), como analizaré en detalle más adelante.

      Es improbable que la limpieza rinda frutos cuando un grupo ejerce control absoluto sobre un territorio o cuando, en condiciones normales, su autoridad no es disputada. Cuando un grupo armado controla un territorio, la violencia selectiva es la manera más efectiva para impedir la traición y para promover la obediencia (Kalyvas 2006). Por otra parte, cuando el riesgo de competencia es bajo, el grupo armado al mando no tiene motivo para poner en un punto de mira de carácter colectivo a los civiles que están bajo su control. En cambio, debe combinar estrategias que van desde la coacción hasta la persuasión, con el fin de conseguir recursos por parte de la comunidad (Arjona 2016). Metelits (2009) sostiene que la depredación es más probable durante períodos de competencia, mientras que la gobernanza tiende a darse cuando existe control. En materia de victimización, la rivalidad suele ser más determinante que los recursos (Balcells 2010, 2017).

      Repoblar El interés de los grupos armados en moldear su “electorado” en los lugares en los que actúan se ve reflejado en una etapa que por lo general ocurre después de la limpieza política: la repoblación del territorio, que con frecuencia se lleva a cabo usando casas abandonadas. Kalyvas y Kocher (2007, n105) citan un texto sobre la ocupación de las Filipinas por parte del Japón durante la Segunda Guerra Mundial, que “reporta que las guerrillas antijaponesas en las Filipinas ‘propiciaron la migración de filipinos leales desde zonas controladas por el enemigo hacia distritos que no estaban invadidos’”. Con frecuencia, ISIS busca “reclutar no solamente combatientes, sino también ciudadanos que vayan a vivir en una comunidad activa y floreciente” (Caris y Reynolds 2014, 9). Cusano (2001, 147) reporta también que entre grupos insurgentes que representan al grupo étnico karen en Myanmar, “[El Ejercito Budista Democrático