Juan Voutssás Márquez

Los inicios de la automatización de bibliotecas en México


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taxonómicos o atributos– de cada documento tuviesen sus tarjetas indizadas. Hubo productos en los que se almacenaban varios atributos de un solo libro o texto en una tarjeta; hubo también productos que almacenaban los datos de varios libros o textos en una tarjet que contenía un atributo común a todos ellos. Ciertas ubicaciones individuales de cada perforación en diversas zonas de la cuadrícula correspondían a datos específicos preestablecidos: autores, temas, documentos, etcétera. Para identificar un subconjunto de registros que satisficieran múltiples términos de búsqueda, las tarjetas eran retiradas de un conjunto predeterminado, alineadas con un dispositivo o con varillas y puestas a contraluz. Los registros que cumpliesen con todos los términos de la búsqueda —es decir, su intersección— aparecerían como puntos iluminados en sus respectivas ubicaciones de la cuadrícula (Wildhack y Stern 1958, 125-126). Llegaron a ser tan populares, que todavía en los setenta se vendían kits o juegos de tarjetas simplificados para estudiantes con el fin de que guardaran y recuperaran ahí sus notas de clases. Véase el anuncio del periódico del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT 1966, 2).

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Tarjeta de aspecto o peek-a-boo tipo Zatocard con aguja selectora. 2008. Copyright College & Research Libraries.This document may be reprinted and distributed for non commercial and educational purposes only, and not for resale.
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Kit para estudiantes con tarjetas de coincidencia óptica “Indecks”: tarjetas, agujas y perforadora. ca. 1966.
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Tarjetas con perforaciones o “Peek-a-Boo” con agujas selectoras,ca. 1968.
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Anuncio del sistema “Indecks” de tarjetas de coincidencia óptica para estudiantes. Contenía 200 tarjetas, agujas ordenadoras y perforadora. Periodico “The Tech” del MIT, septiembre 1966.

      Otro ejemplo de estos dispositivos que ilustra el concepto era el “Termatrex”. Su máquina hacía perforaciones manualmente en una tarjeta; cada tarjeta representaba una característica utilizada para describir ítems de interés. Cada ítem a representar tenía una posición asignada en un grupo de tarjetas. Si un documento tenía la característica representada por la tarjeta, se perforaba un agujero en la posición apropiada. Al alinear conjunta y adecuadamente las tarjetas asociadas a un grupo de objetos y colocarlas en el lector de tarjetas, los agujeros que permitían ver la luz correspondían a los objetos del grupo que cumplían con todas las características de interés. Algunos dispositivos eran todavía más simples. El Vicref o el Samas contaban con una plantilla lectora para ubicar las perforaciones alineadas, pero no contaban con una máquina perforadora, los agujeros se hacían en una tarjeta tipo IBM en la columna y el renglón deseados con un perforador manual del tipo de los que se usan para cancelar boletos, y la recuperación se hacía por medio de una o dos agujas largas, como las que se usan para tejer.

      Además de las tarjetas, otra tecnología que ha sido ampliamente usada en las bibliotecas es la de los microformatos. Recién inventada la fotografía, John Dancer concibió cerca de 1845 la manera de reducir y crear microimágenes fotográficas ciento sesenta veces más pequeñas que el original, aunque nunca vislumbró una aplicación práctica para su descubrimiento (Wilson 1995, 49). Para 1853, los connotados astrónomos James Glaisher y Sir John Herschel sugirieron que la microfotografía sería un método ideal para la preservación de documentos, idea que no prosperó entonces (Herschel 1853, 831). En las siguientes décadas, lo más relevante fue el amplio uso de mensajes microfilmados por parte del ejército francés en la guerra franco-prusiana de 1870-1871. Hubo significativos avances técnicos y tratados al respecto, pero poco que fuese práctico para las bibliotecas.

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Máquina Termatrex y tarjeta. Instituto Smithsoniano, Washington, DC. http://americanhistory.si.edu/collections/search/object/nmah_1214018 Con permiso de “Fair use” del Smithsoniano http://www.si.edu/termsofuse
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Termatrex information Retrieval System in Use at Crompton & Knowles Research Center - 1966. Photographs from the Records of the Althouse, Bates, and Crompton Chemical Comapnies, Box 1. Science History Institute. Philadelphia. https://digital.sciencehistory.org/works/p2676v53n No known copyright.

      Paul Otlet, el gran visionario de la documentación de principios del siglo XX, comprendió muy pronto el gran potencial que los microformatos tenían para las bibliotecas. En 1906, publicó un boletín con sus ideas al respecto donde establece:

      […] el libro, en lo que concierne a su forma externa, ha sido sucesivamente tallado en piedra, cocido en barro, pintado en papiro, manuscrito en pergamino, grabado en madera, tipografiado y litografiado en papel, y tiende en nuestros días a tomar la forma fotográfica, no solo en sus imágenes, sino también en su texto […] (Goldschmidt y Otlet 1906,1).

      Él perfeccionó esta idea posteriormente en 1925. Otlet concibió la creación de una biblioteca para el Centro Mundial de Documentación Jurídica, Social y Cultural, y para ella visualizó a los microformatos como el soporte ideal, duradero, confiable, económico y compacto, en el cual cada volumen existiría como negativos maestros con su correspondiente positivo para visualización, del que se imprimirían copias a petición de los usuarios (Goldschmidt y Otlet 1925). En su Tratado de la Documentación de 1934, agregó también a la televisión a sus visiones sobre las posibilidades de la tecnología como apoyo para la consulta documental, cuatro años antes de la primer transmisión comercial de televisión (Otlet 1934, 6). Vannevar Bush también pensó en 1945 en los microformatos como el principal medio de almacenamiento de información en su muy famoso artículo “Como podríamos pensar” (“As we may think”) (Bush 1945[1]).

      En 1925, George McCarthy, banquero de Nueva York, patentó la primera máquina práctica para hacer microcopias permanentes de cheques bancarios sobre rollos de película casera comercial de 16 mm. La máquina fue denominada Check-O-Graph debido a su función primaria. Poco después, Eastman Kodak compró la patente de McCarthy y a partir de 1928 creó toda una industria de copia de documentos administrativos en microformatos a través de su nueva división Recordak al efecto (Kiersky 1963, 526). Para mediados de la década de los treinta, esa compañía comenzó a microfilmar el diario New York Times de primera a última página entre 1914 y 1919 (Boeing 1940, 153). Las bibliotecas no tardaron en considerar el uso de esa nueva tecnología en sus quehaceres. Al percatarse del enorme potencial del nuevo soporte, la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos microfilmó de 1927 a 1935 más de tres millones de documentos de su interés existentes en la Biblioteca Británica con el fin de aumentar su propio acervo (Wilson 1995,49-50). Theodore Schellenberg, el gran teórico estadounidense de la Archivística, también visualizó de inmediato las grandes posibilidades de los microformatos en las bibliotecas y publicó en 1935 un relevante artículo al respecto en la revista Library Journal (Schellenberg 1935).

      Debido al éxito de los proyectos de microfilmación en curso, durante la reunión de 1936 de la American Library Association (ALA) en Richmond, Virginia, se recomendó el uso de los microformatos en las bibliotecas como un excelente soporte para preservar