el nombre del Padre, del hijo, del Espíritu Santo, de la bienaventurada Virgen María, así como de sus bienaventurados siervos, los cuatro santos coronados, a su memoria eterna”.
Y después de citar a la jerarquía corporativa de maestros, compañeros y aprendices, señala que para entrar en la corporación es necesario haber nacido libre y ser de buenas costumbres, no debiendo vivir en concubinato, ni entregarse al fuego. Es obligatoria la confesión y la comunión, al menos una vez al año, siendo excluidos los bastardos y los masones itinerantes, sin objeto de previsiones especiales.
Más que una profesión artesanal, los miembros del gremio de albañiles medievales fueron considerados como trabajadores de un arte liberal en una situación social relativamente elevada. Su encumbrada posición se revela en la iconografía medieval de Dios Padre como Creador, dibujando el universo con un compás, símbolo que pasará después a la moderna masonería especulativa.
Existen muchas Biblias ilustradas conservadoras en las que puede verse como nota dominante (así como en muchas posteriores) un gran compás con el cual Dios traza el límite del Universo. Compás típicamente medieval, no demasiado grande. Con él el maestro albañil podía trasladar el diseño de un croquis previo más pequeño al tamaño real, en un suelo cubierto de yeso.
Ya a finales de la Edad Media, existen documentos con aspectos que volvemos a encontrar en las logias masónicas modernas. En el Museo Británico se conserva The Cooke Manuscript con referencia a una masonería especulativa y no gremial. Escrito en 1450 casi tres siglos después, las Constituciones de Anderson reproducen elementos de este texto, como las referencias a las artes y al Templo de Salomón.
El paso a la masonería especulativa o simplemente masonería, tal como en la actualidad la entendemos, tendría lugar los últimos años del siglo XVI, ya en plena edad moderna y sobre todo, a lo largo del siglo XVII. El monarca Jacobo VI, concedió a un tal William Schaw el título de Máster of the Work and Warden General (Maestro de la obra y guarda o Vigilante General).
En 1598 fueron decretados por él mismo unos estatutos en los que se consignaban todos los deberes que los masones debían seguir. Un año después se menciona casi sin tapujos el conocimiento esotérico que los miembros de su logia debían alcanzar y hacían una referencia a la logia madre de Escocia: Lodge Kilwinning, prueba fehaciente de su existencia ya entonces. Todo ello, según algunos, ha hecho considerar a Schaw como el padre fundador de la masonería, tal como en la actualidad la entendemos, sin embargo, sus estatutos son en su mayor parte un reflejo de las denominadas Constituciones de los Masones de Estrasburgo fechadas en 1459 y de los Estatutos de Ratisbona de 1498.
Los Estatutos de Schaw
¿Quienes eran los cuatro
mártires coronados?
Según la leyenda del siglo XIII recogida por un tal Jacobo Vorágine (que Umberto Eco menciona en su famosa obra El nombre de la Rosa) que titularía la Leyenda Dorada, al parecer cuatro mártires fueron azotados por orden del emperador Diocleciano hasta morir. En un principio sus nombres se ignoraron, pero al paso de los años, se descubrió que eran escultores y habían sido martirizados por negarse a tallar la imagen de un ídolo. Fueron encerrados en sarcófagos de plomo y arrojados al mar en el año 287. No existe constancia de los talladores de piedra. Se llamaban Severo, Severiano, Carpóforo y Victorino6.
Los Cuatro Santos Coronados
Es posible que durante el siglo XVI tuvieran lugar en los antiguos gremios una mutación como consecuencia de su ocasional contaminación esotérica de los siglos anteriores en sociedades secretas de carácter ocultista a la que contribuyó la llegada de otros miembros no precisamente albañiles. La iniciación masónica de John Boswell en la logia de Edimburgo conservada del 8 de junio de 1600, parece referirse a dicho sentido, aunque por el momento fuera originalmente solo operativa o gremial.
Iniciación masónica
Ferrer Benimeli recoge los ritos de iniciación masónica7 referentes a los usos de los masones canteros y carpinteros de Alemania. Recepción e ingreso en la entidad, el derecho de la logia, los exámenes y el ejercicio de hospitalidad, usos y costumbres que se han perpetuado con gran fidelidad hasta nuestros días.
Finalizando el tiempo de su aprendizaje, el aspirante solicitaba su ingreso. Para ello presentaba una prueba de honradez y de su nacimiento legítimo.
El aspirante recibía un signo (como se conservan en las piedras de los edificios románicos y góticos, lo que servía de sello o logotipo en la época actual) que debía de reproducir en todas sus obras y constituía su marca de humor.
El hermano (frater, compagnon) que le había propuesto se encargaba en especial de su dirección. En un día determinado, se presentaba el aspirante en el lugar en el que se reunía el cuerpo del oficio, una vez preparado por parte del maestro de la logia el salón destinado para ello. Al estar consagrada a la paz y la concordia la sala, los hermanos entraban sin ninguna clase de arma. Una vez todo dispuesto, así como los asistentes, el maestro declaraba abierta la sesión.
El compañero encargado de la preparación del aspirante, siguiendo una costumbre ancestral pagana, le obligaba a adoptar el aspecto de un mendigo. Tras despojarlo de las armas y objetos metálicos, le desnudaba el pecho y el pie izquierdo y con una venda en los ojos le conducía a la puerta de la sala ceremonial. Esta se abría tras haber llamado dando tres fuertes golpes.
Un segundo compañero le guiaba hasta el maestro y este le hacía arrodillarse, mientras se elevaba una plegaria al Altísimo. Después el aspirante daba tres vueltas a la sala y se situaba ante la puerta, ponía los pies en ángulo recto y efectuaba tres pasos hasta llegar al sitio que ocupaba el maestro, quien tenía una mesa delante y encima de ella se encontraba el libro de los evangelios, así como la escuadra y el compás, instrumentos muy importantes que ya no serían abandonados en épocas posteriores hasta nuestros días.
El venerable maestro hacía al aspirante una serie de preguntas rituales que aquel tenía que contestar según fórmulas establecidas y sin equivocarse. Arrodillado ante la mesa o pedestal, con el pie derecho “en ángulo medio” y las puntas del compás tocándole el pecho, el aspirante, juraba no revelar, escribir, dictar, tallar, marcar, grabar o reproducir de cualquier otra forma parte alguna de los secretos de la masonería.
Finalizada la ceremonia del juramento, se quitaba al aspirante la venda, mostrándole la gran luz. Se le hacía entrega de un nuevo mandil, que le reconocía como aprendiz aceptado, designándole el sitio que debía ocupar, y por último, el saludo que posteriormente usaban los aprendices francmasones.
En algunas logias de la actualidad, el juramento es muy semejante al que utilizaban los masones medievales. Se ha conservado en un manuscrito de Edimburgo de 1686 el siguiente:
“Juro por Dios y por San Juan, por la Escuadra y el Compás, someterme al juicio de todos, trabajar al servicio de mi maestro en la honorable logia del lunes por la mañana al sábado y guardar las llaves, bajo pena de que me sea arrancada la lengua a través del mentón y de ser enterrado bajo las olas, allí donde ningún hombre lo sabrá”.
Otras variantes serían:
“Que me rieguen el cuello, me arranquen la lengua de raíz y me sepulten en las arenas del mar durante la marea baja, o a la distancia de cien brazas de la orilla, allí donde las aguas suben y bajan dos veces cada veinticuatro horas, o el castigo más eficaz de quedar estigmatizado para siempre como hombre perjuró voluntariamente, desprovisto de toda valía mental y absolutamente indigno de ser recibido en la venerable logia”.
En 1641 tuvo lugar en Inglaterra la iniciación de Robert Moray y el 16 de octubre de 1646 la de Elías Ashmole como recuerdan en su Diario, en Warrington Cheshire en una logia convocada expresamente para ello. Es importantísimo constatar que en ella “ya no había un solo miembro albañil”. El 10 de marzo de 1682 en una misión, que el propio Ashmole realizó a la logia de Londres escribía: